lunes, 11 de abril de 2016

¿A quién carajos rezarle?

Hoy, después de muchos años, sentí la necesidad de rezar.

Eso es un problema muy grande cuando no sabes ni a quién, ni a qué rezarle; cuando no crees en un dios de la manera convencional.

Muajajaja.

El Universo se rige por las reglas de la física. Descifrar esas reglas es lo que mantiene a los astrónomos, físicos, químicos, biólogos y demás tan ocupados; pero al final, lo que buscan los físicos es una fórmula, o conjunto de fórmulas, que lo resuelva todo: la Teoría del Campo Unificado. Una fórmula que explique tanto las ondas gravitacionales como las interacciones entre partículas subatómicas. Muchos podrían llamar a esta fórmula "Dios".

Otros prefieren una salida más fácil, y llamar "Dios" a un señor barbudo que vive en el cielo y te espía en todo momento, aún cuando te masturbas. Pero a fin de cuentas, todos estamos buscando una respuesta a una pregunta: ¿Qué hay detrás de todo aquéllo que no entendemos? La diferencia está en con cuál respuesta te conformas.

Yo, por ejemplo, no entiendo por qué carajos mi mejor amigo tuvo un accidente que le lesionó varias vértebras, y que lo dejará incapacitado por, al menos, un par de meses. Me dolió mucho, pero ese dolor no podría jamás compararse con el suyo. Ese dolor es muy difícil de imaginar, cuando lo único que te han roto es el corazón.

Drama, drama, drama.
Cuando llegué en la ambulancia con él al hospital, con su familia esperándonos, le dije a su mamá que qué mala suerte tiene, siempre le pasa todo. "Es que nunca se persigna", me respondió. Yo tampoco me persigno nunca, y no me pasan esas cosas, así que Jesús está fuera de la jugada. Si acaso sé algo, es eso.

Hoy, mientras él entraba a cirugía y yo iba rumbo al trabajo, sentí ganas de rezarle a alguien. Pero no supe a quién. ¿A Jesús? Puaj. ¿Al Universo? Ni que fuera hippie. ¿A Odín? ¿A Ehécatl? Tal vez. Se lesionó disfrutando del aire, piloteando un parapente.

Larga vida a los maestros-aire.
No supe a quién, y ahí iba yo, en el camión, con esas ganas de rezarle a alguien porque todo saliera bien queriendo salir en forma de ganas de llorar, porque en el fondo entiendo que Dios, sea Jesús o sea una fórmula, no quiere ni atiende a nadie en especial. Todo se rige por las reglas establecidas, no hay más.

Al final la cirugía salió bien.

Gracias, Ehécatl. O quien sea.

lunes, 12 de octubre de 2015

Pinche Colón culero. Pinche mexicano huevón.

Decir que los mexicanos somos el producto de la mezcla de españoles e indios es muy fácil y muy huevón. Es casi como decir que España se folló a Tenochtitlan y de ahí salió México. Casi como decir que Hernán Cortés se folló a la Malinche y tuvieron una hija de la que salimos todos los mexicanos. Nos encanta ver todo en términos de follar, probablemente porque nos encanta follar, y porque es algo que entendemos sorprendentemente bien, según los indicadores demográficos.

Incluso cuando alguien es lo suficientemente valiente como para introducir un tercer término en la ecuación (los negros africanos traídos durante el período colonial), el planteamiento sigue siendo un tanto huevón; aunque es un ejercicio divertido el tratar de recordar todos los nombres de castas que aprendimos en la primaria: Mestizos, criollos, mulatos, zambos.

Saltapatrás. Del saltapatrás siempre alguien se acuerda en algún
punto de la plática, y todos reímos como locos.
Y es que, para empezar, los españoles no fueron españoles siempre. En 1492 no existía el concepto de nación, y lo que sería España apenas estaba tomando forma, con la unión de varios reinos que tenían el propósito común de expulsar de la Península Ibérica a los moros, quienes ocho siglos antes habían invadido al Reino Visigodo, que se fundó tres siglos antes al colapsar en esa región el Imperio Romano de Occidente, que duró seis siglos a partir de que la arrebató en parte a los cartagineses (descendientes de fenicios) y en parte a tribus celtas que vaya uno a saber a quiénes hayan asimilado, cuántos siglos antes.

Probablemente a judíos. Todo el mundo trae algo
siempre contra los judíos.
En lo que sería México, tampoco existían los mexicanos. Existía una multitud de cientos de pueblos moderadamente civilizados, muchos de ellos sometidos por los aztecas, una tribu de imperialistas recién llegados al Valle de México, y que, tecnológicamente, estaban todos en la edad de piedra. Esto último es duro de aceptar, pues del otro lado del mundo hubo civilizaciones que superaron esa etapa tecnológica hace ocho mil años.

No es que fueran tontos. El conocimiento científico de los indígenas precolombinos era inmenso, y en muchas áreas superaba al europeo; pero a la hora de los catorrazos, las espadas de madera y obsidiana y las armaduras de algodón poco pudieron hacer contra el acero, la pólvora y las tácticas avanzadas de los invasores.

Y las armas biológicas.
Los negros traídos como esclavos también deben tener una historia similar. De hecho, lo más probable es que fueran de muchos pueblos distintos, cada uno con una ascendencia igual de complicada, pero que la historia nos describe sólo como "negros traídos de África", porque qué carajos nos importa la historia de los pobres negritos, así de huevones como somos.

La conquista por un pueblo más avanzado tecnológicamente era casi inevitable, estando el mundo en plena edad de la exploración. Sólo era cuestión de ver quién lo haría primero, y coincidió que la naciente y vigorosa España necesitaba con urgencia una ruta comercial hacia el Lejano Oriente, una que no los pusiera en competencia directa con la otra potencia marítima del momento, los portugueses, que no dejaban que nadie más utilizara "su" ruta, circunnavegando África.

Para ello, los reyes españoles encontraron a un tipo muy loco, muy huevudo y muy convincente en quién hacer una inversión a fondo perdido, que resultó ser una de las mejores de la historia, y cuyas consecuencias siguen siendo cuestión de polémica en pleno siglo XXI.

¿Yo qué, culeros? Yo sólo quería strippers con ojos rasgados.
Pero sólo son polémicas porque queremos hacerlas así. La historia de todos los pueblos de la Tierra está llena de guerras, epidemias, mestizajes, choques culturales, catástrofes naturales, genocidios e imposiciones religiosas. La conquista del continente americano por europeos no es muy diferente, en esencia, de la conquista de la cuenca del Mediterráneo por los romanos, o de la conquista de medio maldito mundo por los mongoles.

Los humanos cometemos el error de pensar que la persona que somos en este momento es la persona que seremos por el resto de nuestras vidas. Los pueblos hacen lo mismo. Pero todo está en constante movimiento. Por ejemplo, hace treinta años había soviéticos y yugoslavos, hace setenta no había israelíes, y hace quinientos no había mexicanos.

Este proceso evolutivo de los pueblos implica cosas buenas y cosas malas. Muchos sufren y unos pocos siempre sacan ventaja de la situación. Pero así ha sido durante milenios, e incluso la estrategia de aliarse con una potencia foránea (los pueblos indígenas dominados con los españoles) en contra de la potencia local dominante (los aztecas) siempre ha existido, y casi siempre ha dado el mismo resultado: La victoria total de la potencia foránea.

Los pueblos, como las personas, no seremos siempre lo que somos en este momento, sino sólo el producto de todo nuestro pasado: Lo bueno, lo malo, lo disfrutado, lo aprendido y lo olvidado. Y lo follado. No olvidemos esa mezcla genética de culturas, que invariablemente tiene como fruto la fusión de artes, ciencias y delicias culinarias.

La polémica que surge se debe a que hablamos de una herida reciente en un país lleno de nacionalistas con crisis de identidad nacional. Cada quién ve su propio subconjunto de aspectos positivos y negativos, y nadie ve todo como un gran conjunto de sucesos que no podemos cambiar. Y lo que sí podemos cambiar, que es la actitud de víctima al tomar toda esa historia, toda nuestra ascendencia fenicia, romana, náhuatl, morisca, tolteca, celta y negra de algún lugar de África olvidado por la historia, no la cambiamos porque estamos muy ocupados discutiendo de qué somos víctimas. Eso es más fácil y huevón.

A mí no me gusta todo mi pasado, pero me gusta quién soy en este momento. No me gusta toda la historia de mi país, y no me considero nacionalista, pero me gusta ser mexicano, con todo lo bueno y lo malo que ya pasó y que no puedo cambiar, con todo lo bueno y lo malo que está pasando y que sí puedo cambiar. Ponerme a discutir si lo que hizo gente que vivió hace quinientos años fue bueno o malo, es algo en lo que no quiero perder mi tiempo; porque qué hueva.

miércoles, 1 de abril de 2015

De aterrizajes forzosos y lecciones de vida

El domingo pasado me vi obligado a aterrizar en las faldas de un cerro. Afortunadamente no fue piloteando un avión, ni la causa fue el padecer de depresión clínica; fue piloteando un parapente, y la causa fue el andar de obstinado queriendo agarrar corrientes de aire ascendente, y fallar. El castigo por mi ineptitud fue tener que desenredar las cuerdas de la vela de un montón de arbustos espinosos, y caminar dos kilómetros hasta la carretera cargando veinticinco kilos de equipo.

Mientras caminaba por las brechas que bajan del cerro, una nube cada vez mayor de mosquitos se iba acumulando a mi alrededor. Llegaron a ser varios cientos, estoy seguro. Comencé a caminar más rápido, esperando dejarlos atrás y que tuvieran que regresar a sus guaridas, pero fue inútil: Al parecer, a esos desgraciados no les importa no volver a ver a sus seres queridos con tal de ingerir una buena dosis de sangre humana.

"Adiós, pequeño Fidencio. Dile a tu madre que digo yo
que hasta nunca, pinche bruja."

Incluso hubo un rato, mientras la brecha era cuesta abajo, en que intenté correr. Así aprendí que la velocidad relativa de una nube de mosquitos hambrientos con respecto de la de su víctima es exactamente cero en todo momento. Casi podía escuchar la música de fondo que quedaba perfecta para tal situación.




Llegué a la carretera y no tuve más hacia dónde huir en lo que llegaban por mí. Decidí que aún no estaba listo para morir desangrado, así que corté una rama de pino y con ella comencé a lanzar golpes por toda mi superficie, especialmente las piernas. El efecto inmediato de ello fue que los conductores que pasaban por ahí resultaban sumamente entretenidos.

"No nos prestes atención. Sólo somos psiquiatras y
pasábamos por aquí. Sigue con lo tuyo."

Pero el propósito principal se cumplió, y los moscos empezaron a caer como moscas (¡juar!). No todos morían, pues la rama de pino resultó ser una extraordinaria arma contra esos engendros infernales. Las delgadas hojas de pino impulsadas a gran velocidad hacían añicos a sus frágiles aparatos voladores, haciéndolos caer y quedarse retorciéndose inútilmente, muriendo lenta y dolorosamente. Lo habría disfrutado enormidades si hubieran caído todos en algún punto, pero jamás tuve oportunidad de una tregua.

Al final quedaron pocos vivos cuando llegó la camioneta por mí. Y como toda experiencia que no se disfruta, lo realmente importante de esto fue el aprendizaje que me dejó:

1. El humano no es el único animal lo suficientemente estúpido como para dejarlo todo sólo por alguien que vieron a la pasada y les gustó.

2. No puedes huir de todos los problemas. Siempre habrá alguno que te perseguirá, por más que corras, hasta que caigas derrotado o decidas tomar las armas que tengas a tu alcance y enfrentarlo (aunque conviene tratar de huir primero. Igual y pega).

3. La Pantera Rosa es una culera, sí, pero sólo porque el sufrimiento de una vida larga y difícil la ha hecho así. No hay que ser tan rápidos para emitir juicios; aunque tampoco podemos escudarnos en nuestra vida difícil para justificar nuestros comportamientos que son dañinos para otros. ¿Cómo definimos una vida difícil, bajo qué parámetros? ¿Se pueden establecer parámetros estandarizados para todos, o éstos son personalizados según las condiciones iniciales de vida que le tocan a cada quién? ¿Debemos reajustar los parámetros conforme nuestras condiciones cambian? Si es así, ¿qué hay de los traumas que ya nos dejaron las condiciones pasadas? ¿Cuál es el rango de comportamientos dañinos admisibles según la dificultad de la vida que te tocó? ¿Y si mejor nos drogamos?

martes, 24 de febrero de 2015

Mas si osare un extraterrestre enemigo

No estoy seguro de si soy el único que sufría de niño cada que había honores a la bandera. Por más que en las clases de civismo nos dijeran que había que honrar al símbolo patrio, que nos representa como mexicanos y todo ese discurso nacionalista, para mí era una tortura el estar ahí parado, saludando a un pedazo de tela y cantando un himno nacional con un vocabulario ininteligible. Los niños tienen mucho sentido común.

Cantarles a los trapos es algo muy mexicano.
Pero a pesar de mi disgusto por los honores a la bandera, siempre me gustaron las banderas, en general. Supongo que es un gusto que va de la mano con el gusto por la geografía, con patrones de colores representando regiones específicas del planeta. Además, una bandera como símbolo de una nación, representa en cierta forma la historia y tradiciones de cada pueblo, todo lo que ha sucedido hasta ser lo que hoy son, y que haríamos mal en olvidar. Podemos darles a las banderas cualquier cantidad de significados que queramos.

Rojo como el pozole rojo, blanco como el pozole blanco, y así.
Con todo, ahora que ya desaprendí casi todo lo aprendido en mis clases de civismo y de catecismo, creo que las banderas son utilizadas para mal, inculcando una mentalidad nacionalista que le hace mucho daño al mundo. Estoy convencido que tanto el nacionalismo como la religión contribuyen a generar xenofobia que impide que la humanidad se una en una causa común. Cada quién lucha por su dios, su trapo y su pedazo de tierra.

El azul de mi bandera es más azul que el de la tuya, zoquete.
Todo esto, como es natural, me llevó a pensar en invasiones alienígenas. Uno en su sano juicio siempre termina pensando en invasiones alienígenas, o al menos eso me dicen las voces. Y es que, en la ciencia ficción de poca calidad, los extraterrestres a menudo son depredadores de planetas que vienen a la Tierra a apoderarse de nuestros recursos y/o esclavizar a la especie humana. Pero analicemos esto un poco.

Todas las especies que nos han invadido en esas historias, deben tener forzosamente un planeta de origen en el cual evolucionar, convertirse en seres racionales y desarrollar tecnología para el viaje interestelar. Por consiguiente, deben de tener también una historia previa a los viajes espaciales, y probablemente esa historia esté llena de desacuerdos, guerras y genocidios (¿xenocidios?), incluso de religiones, cuando aún no sabían cómo funcionaban las fuerzas de la naturaleza y tenían que explicárselo de alguna manera.

Los caminos de Tlabv'h Zuuik son misteriosos.
Sin embargo, estos seres nunca vienen a invadirnos en nombre de los Estados Unidos de Zoh'waj, o de la Federación de Kzovaelak del Norte, ni siquiera del todopoderoso Tlabv'h Zuuik. Vienen en nombre de toda su especie. Por tanto, en algún momento de su historia, tuvieron que superar sus diferencias y trabajar con un objetivo en común, como lo es la colonización de la inmensidad del espacio (por lo mismo, si un día llegaran alienígenas de otro mundo, lo más probable es que fueran más bien seres civilizados).


O sea, hay estrellas con diámetros de casi tantos millones de kilómetros como millones de pesos robados del erario público en un año. De esas cantidades con muchos ceros que ni siquiera te alcanzas a imaginar bien y tu mente sólo abstrae como "un chingomadral".

Es un hecho que, si nos quedamos en este planeta, tarde o temprano nos vamos a extinguir, ya sea por un evento de extinción masiva (de ésos que hay periódicamente cada treinta millones de años, y ya toca), por la destrucción sistemática de los ecosistemas que estamos llevando a cabo justo ahora o, si sobrevivimos a lo anterior por mucho tiempo, por la muerte de nuestro Sol. Pero si queremos salir de aquí y sobrevivir, tenemos que unirnos como especie. Me queda claro que, de seguir con nuestras banderitas, fronteras y dioses, olvidando las lecciones del pasado que esas mismas cosas representan, jamás vamos a lograr esa unión y salir de esta roca para esclavizar alienígenas.

Definitivamente, creo que es esto lo que me causaba incomodidad y hastío cada que había honores a la bandera. Invasiones alienígenas. Ahora que lo sé y puedo expresarlo, las voces estarán tranquilas. Espero.


martes, 14 de octubre de 2014

La Luna Roja, la abuelita y el teléfono inteligente

Recientemente pudimos apreciar desde nuestro planeta un bello eclipse lunar. Un fenómeno que tal vez no sea algo extraordinario, como una supernova o un meteoro que termine con gran parte de la vida terrestre; pero sí es, hasta cierto punto, inusual. Y como buen evento astronómico inusual, dio pie a una buena cantidad de declaraciones desafortunadas, llenas de ignorancia y superstición, incluso por parte de líderes de naciones.





Una luna soviética, una luna de los Diablos del Toluca,
una luna Lannister.

No sé. Yo tal vez relacionaría más al eclipse con algún hecho sangriento vigente, como hicieron varios en redes sociales con los sucesos en Ayotzinapa, Guerrero. Pero una vez que lo piensas un poco, hacer eso es demasiado fácil, porque en realidad los hechos sangrientos jamás han cesado desde el inicio de la civilización. La sangre se derrama a diario, indistintamente del color de nuestra Luna.

Si en lugar de estar diciendo babosadas, toda esta gente se preguntara la verdadera razón por la que la Luna se pone roja e investigaran, sabrían que ello sucede porque, al estar completamente cubierta de la luz del Sol por la Tierra, la única luz que le llega es la que se refracta al atravesar la atmósfera de ésta. Las moléculas de aire y las partículas de polvo dispersan la luz, desviando la luz de longitudes de onda más cortas y proyectando hacia la Luna la luz de longitud de onda más larga, que nuestros ojos perciben como rojo. Si la Tierra no tuviera atmósfera, la Luna se pondría completamente negra durante un eclipse lunar.

Science, bitches!
Es exactamente la misma razón por la que vemos al Sol y a la Luna de color rojizo cuando están cerca del horizonte en un día cualquiera (cuando están en el horizonte, su luz atraviesa más atmósfera que cuando están sobre nosotros), y es algo que uno no tarda más de diez minutos en buscar, leer y comprender.

Si esta gente se preguntara el por qué de las cosas, se maravillarían al imaginar las posibilidades de planetas que orbitan estrellas binarias y tienen varios satélites, planetas lejanos con un cielo con dos soles y unas catorce lunas, donde habría posibilidad de múltiples eclipses simultáneos que la humanidad apenas y puede soñar con presenciar algún día. En un Universo tan vasto, seguramente existe algún planeta como el que imagino, o como los que imaginaron Asimov, Heinlein, Clarke, o hasta George Lucas.

¡NOOOOOOO!
Lo mejor de todo esto, es que entender el por qué sucede algo no le resta belleza al suceso. Una luna roja sigue siendo un evento inusual y hermoso, aún sabiendo qué lo causa.

Podríamos excusar la ignorancia de tanta gente diciendo no todos tenemos acceso a una buena educación.

Podríamos, pero la verdad es que ya no dependemos de nadie para que "nos dé" educación, ni siquiera del gobierno. ¿Se imaginan que cada quien tuviéramos a nuestra disposición un dispositivo portátil con acceso a todo el conocimiento humano? Bueno, pues nuestros smartphones, ésos que usamos para escribir tonterías en las redes sociales, tienen esa capacidad.

Los antiguos creían que la luna se ponía roja porque estaba siendo devorada por dragones, demonios, cerdos, jaguares o sapos de tres patas, dependiendo de la cultura. Pero mientras algunos contemporáneos piensan que la Luna se pone roja porque está siendo devorada por Hugo Chávez, otros contemporáneos ya han pisado su superficie y tienen funcionando aparatos a decenas de millones de kilómetros de aquí, explorando el espacio interestelar.

¿Qué les ha permitido lograr esto? ¿O quiénes? Pues la gente que ha dedicado su vida a la adquisición de conocimiento a través de los siglos. Siempre hemos dependido de estos pocos (proporcionalmente al tamaño de la humanidad) individuos para que hagan avanzar a la ciencia y la tecnología, mientras el resto permanecemos impasibles, ignorantes y culpando a nuestros gobiernos (aunque no siempre sin razón).

Entiendo que, en la mayoría de los sistemas educativos, nos enseñan qué pensar, en lugar de cómo razonar, cómo ser objetivo y a preguntar los porqués de las cosas. Pero seguimos teniendo en nuestros bolsillos un maldito aparatejo con acceso a todo el conocimiento humano, así que el aprendizaje ya es, en esta Era de la Información, una cuestión de voluntad.

Llámenme iluso, pero creo que es posible un mundo en donde quienes se informen, aprendan, luchen por el bien común y la hagan de pedo por todo lo que está mal en él, sean mayoría. Vamos, si mi abuelita vivió en tiempos en que no había ni refrigeradores y sigue viva en estos tiempos, creo que podemos tener esperanzas de ver algo así. Tenemos los medios; ahora sólo falta despertarnos un poco.

martes, 10 de diciembre de 2013

La Changósfera

Imaginemos a un chango cualquiera. Vestido de pirata, o de cilindrero. Lo llamaremos Corazón Alegre, y será nuestra mascota a lo largo de esta entrada de blog. Imagínate su personalidad, su carisma, los trucos que podrías enseñarle... como robar carteras. Imagínate lo triste que te pondrías si Corazón Alegre muriera.

No, por favor. No me hagan vivir su muerte de nuevo.

Ahora, imagínate que tienes cuatro changos más. Los llamaremos Caín, Dr. Zaius, Oribe y Tiracaca. Imagina las distintas personalidades de todos ellos: Tal vez uno es agresivo, otro es cariñoso, otro reservado, y otro simplemente arroja caca todo el tiempo; pero todos son tus amiguitos changos.

Ahora imagina cien changos. Ya no es tan fácil, ¿verdad? ¿Cuántos changos necesitaríamos tener antes de comenzar a olvidar sus nombres? ¿En qué punto, en tu mente, tus queridas mascotas se convierten en un montón de changos sin identidad? Aunque todos y cada uno de ellos sea pelo por pelo tan chango como Corazón Alegre, llegará un punto en el que simplemente te importará un carajo si alguno de ellos muere. ¿Cuál es ese punto? ¿Cuántos changos se necesitan para que deje de importarte?

Recientemente me topé con un estudio (inglich espoquen) hecho hace diez años por un grupo de especialistas en changos (¿changólogos?), quienes descubrieron una relación entre la proporción masa cerebral/corporal y el tamaño de los grupos formados por tal o cual especie de primates. Mientras más masa cerebral con respecto a la corporal, mayores las sociedades construidas. Rebanaron tantos cerebros de chango, que incluso llegaron a tomar un cerebro no analizado y predecir con precisión el tamaño de las tribus formadas por la especie dueña de ese cerebro.

La mayoría de los simios forman grupos de alrededor de 50; cuando el grupo crece más allá de ese número, se divide en dos. Pero resultó que, al analizar el cerebro de un primate un tanto mayor, estimaron que el tamaño ideal para la sociedad de ese animal era como 150. Tal cerebro, por supuesto, pertenecía a un humano.

Probablemente a algún vagabundo que recogieron de la calle.

Me puse a pensar en las implicaciones de una revelación de esa magnitud. Un pensamiento me condujo a otro y a otro, y me abrumaron tanto, que vine aquí a desahogarme, después de varios meses.

Recuerdo que mi abuela paterna, cuando se rompía algún vaso (o envase de caguama), se tomaba todo el tiempo del mundo envolviendo todos los pedazos de vidrio en periódico o cartón. ¿Por qué? Para que el de la basura no se cortara las manos. Joder, ¿quién se preocupa por el chango de la basura? Es decir, está bien que tenga un trabajo importante, y le estamos agradecidos por salvarnos de vivir en una madriguera cavada en nuestros propios desperdicios, pero no te vas a preocupar por él como lo haces por tu mejor amigo, tu novia, o incluso tu perro.

La verdad es que la gente arroja a la basura botellas medio vacías de ácido muriático, sin importarle si al de la basura le llega a caer en los ojos. ¿Por qué? Pues porque el de la basura existe fuera de la Changósfera.

Todos tenemos una changósfera, o esfera personal de changos, la cual consiste en el número de personas que cada uno de nosotros, con nuestros cerebros de chango, somos capaces de conceptualizar como personas. Y si los changólogos están en lo correcto, es físicamente imposible que tal número sea mucho mayor a 150. La mayoría de nosotros no tenemos cabida en nuestra changósfera para el mono que se lleva la basura; pensamos en él simplemente como el mono que se lleva la basura.

No es culpa nuestra, es simplemente la forma en que nuestro cerebro está construido. Todos tenemos cierto círculo de gente en la que pensamos como personas, por lo regular nuestros amigos, familia, vecinos y compañeros de trabajo. Cualquiera fuera de esas pocas docenas de individuos no son personas para nosotros, sino alguna especie de personajes unidimensionales.

¿Recuerdan la primera vez que vieron a algún maestro fuera de la escuela? No sé, a Miss Rosita comiendo tacos de buche en El Diente Fino, o al director saliendo de una sex shop. ¿A poco no fue surreal ver que esa gente tiene una vida fuera del salón de clases?

Por favor, ellos no son personas; son sólo maestros.
Es por eso que "desplazamos" a la gente de nuestras vidas; todos estamos conociendo gente nueva todo el tiempo. Algunos se quedan y otros no, pero los que se quedan terminan desplazando a otros que ya estaban ahí. Sales de la escuela, entras a trabajar, y tu círculo ahora son tus compañeros de trabajo; los de la escuela, salvo un par quizá, quedan en el olvido, seres unidimensionales que ponen fotos de su comida y sus bebés en facebook.

Bueno, ¿entonces está mal tener 1183 amigos en facebook? ¿Al final, cuál es el maldito problema con todo esto? Pues no mucho: Es simplemente la razón por la cual todas nuestras sociedades son disfuncionales.

¿Qué te afectaría más: La muerte de tu mejor amigo, o la de veinte niños de otra ciudad, cuya guardería sin rutas de evacuación adecuadas se incendió? ¿La muerte de tu mamá, o la de mil personas indonesias a causa de un tsunami? Todos ellos son seres humanos, pero mientras más cercanos a tu changósfera, más significan para ti. De manera similar, tu muerte no significará nada para los chinos; o en todo caso, para nadie que esté a más de veinte metros a la redonda de ti en este momento.

"¿Y por qué deberían de importarme estas personas? Ni siquiera los conozco", dirás. Y tendrás toda la razón. Estamos tan programados de esa manera, que hasta parece ridículo comparar la muerte de nuestro mejor amigo con la de desconocidos al otro lado del mundo. Traemos programada la doble moral, una para la gente dentro de nuestra changósfera, otra para el 99.999% de la población mundial que está fuera de ella.

- Maté a un par de policías. ¿Tú mataste a alguien?
- A algunos policías.
- ¿Personas de verdad?
- No. Sólo policías.

Mr. Pink y Mr. White, Perros de Reserva (1992)
Piensen en todo esto la próxima vez que se atoren en el tráfico, cuando comiencen a mentar madres a diestra y siniestra; imaginen actuar de esa manera en un grupo mucho menor. Como por ejemplo en un elevador, con un amigo y dos compañeros de trabajo, y tu amigo presionando el botón equivocado. ¿Cómo te verías gritándole, "APRENDE A USAR UN MALDITO ELEVADOR, IMBÉCIL"? Pensarían que eres un jodido loco. La realidad es que todos nos volvemos un poco locos cuando estamos en grupos mayores a nuestra changósfera; de ahí ese sentimiento de invencibilidad cuando estamos entre la multitud gritándoles improperios a los jugadores de futbol. Por todos lados hay evidencia de la changósfera y su influencia en nosotros. Una vez que empiezas a analizar el comportamiento de la gente en términos de su propia changósfera, ya no puedes dejar de verlo. Como la Matrix, o algo así.

"Pues yo sí soy amable con los extraños. ¿Has considerado la posibilidad de que eres un bastardo insensible por escribir estas estupideces?" Claro, seguramente no te esfuerzas en ser un hijo de puta con los extraños... de la misma manera en que no te esfuerzas en ser un hijo de puta con los perros de la calle.

El problema es que, eventualmente, tus necesidades y las de quienes están dentro de tu changósfera requerirán joderte a alguien fuera de ella. Es por esto que ninguno de nosotros (espero) pensaría jamás en robarle dinero al vecino, pero no nos importa robar el internet, o quedarnos con el cambio de más que nos dan en el Oxxo. Pueden darme las excusas que quieran, pero la realidad es que en nuestros cerebros de chango, el vecino es un ser humano, mientras que la compañía de internet o el Oxxo son frías corporaciones sin rostro, y no grupos de seres humanos con un trabajo similar al tuyo.

Ésa es una de las genialidades detrás de las grandes religiones, por cierto. Los antiguos autores de textos sagrados conocían el concepto de la changósfera (aunque probablemente no la llamaban así), y sabían muy bien que es mucho más fácil adoctrinar extraños a través de un dios personal que nos dice cosas tipo, "Aquéllo que le hagas a tu prójimo, me lo estarás haciendo a mí."

"Y además, puedo aplastarte como a una cucaracha."

Mira las noticias en internet. El gobierno nos está jodiendo, es como una maldita máquina de fornicación lista para follarte mientras se come tu cheque de nómina enterito. No importa que el gobierno esté compuesto por personas, y que el dinero de tus impuestos vaya a dar al bolsillo de personas reales. Del lado contrario, los gobernantes están viendo por su propio beneficio, y por el de quienes están en su propia changósfera, por eso les importa un carajo sacarse más y más impuestos de la manga. Y si protestas, te avientan a los granaderos, cuya changósfera incluye a su jefe y a sus compañeros policías, pero no a ti.

Es imposible preocuparse por seis mil millones de personas. También es imposible que ellas se preocupen por ti. Por eso no les importa robarte el estéreo, aumentarte los impuestos, o mandarte spam de alargadores de pene. Estás fuera de su changósfera. En sus mentes, eres sólo una vaga figura con una cuenta bancaria.

Piensa en Carlos Salinas. ¿Viene a tu mente un calvo imbécil y orejón, regodéandose con los millones que se robó y escribiendo en su castillo irlandés un libro llamado "Cómo saquear un país en seis años y seguir controlándolo después de veinte"? ¿O piensas en un hombre que tiene una comida favorita, una mascota a la que quiere, que disfruta de la música, que tuvo un primer amor en su adolescencia y que probablemente se levanta todas las mañanas con una erección?

"Tus impuestos me ponen los pezones de este tamaño."

Probablemente algo dentro de ti se ofendió con eso. Percibiste eso último como un intento de ser empático con ese ladrón hijo de puta. Con el sólo hecho de imaginar posibles rasgos personales, comenzó a tomar dimensiones y a acercarse a tu changósfera.

La verdad es que ese malnacido merece que lo empalen. Pero la clave para entender a gente como él, es darnos cuenta de que a él no le importaría empalarnos, si con ello obtuviera más ingresos.

"No me jodas. NO somos changos. Estamos explorando Marte, por Dios." Pues sí, somos changos con juguetes avanzados... y también somos la única especie que va a la guerra, aprovechando que tenemos juguetes avanzados para joder a gente con changósferas muy lejanas a la nuestra. Los changos se quedan felices en sus grupos de 50, acicalándose unos a otros, mientras que nosotros nos comportamos como las masas idiotas de mucho más de las 150 personas que nuestros cerebros de chango son capaces de procesar. No vayamos muy lejos, los países más civilizados del planeta están compuestos por comunidades pequeñas, y si acaso dos o tres ciudades "grandes" que son en realidad pueblos comparados con cualquier ciudad "chica" de un país en desarrollo.

Somos una gigantesca y frágil pirámide humana sostenida por grupos de 150 que se intersectan entre sí, quejándonos de nuestro trabajo basura en la línea de producción mientras manejamos un auto que sólo una línea de producción es capaz de producir. Vivimos en una contradicción constante que nos estresa, nos enoja, y hace que nos unamos a clubes clandestinos de pelea en sótanos oscuros.

En el sistema que hemos creado, cada chango busca sus propios plátanos, y mientras cada uno comparta sus plátanos con los seres en su changósfera, el sistema se va a sostener, a pesar de que nadie esté haciendo nada por sostener al sistema; al fin y al cabo, todos estamos en la changósfera de alguien que está en la changósfera de alguien que está en la changósfera de algún político.

Y entonces, ¿qué carajos hacemos? No lo sé. No soy ni politólogo, ni antropólogo, ni changólogo (como Darwin). Pero podríamos comenzar por admitir que somos unos pendejos. Todos lo somos. Tú lo eres. ¿Esa persona molesta, siempre diciendo estupideces, siempre segura de estar en lo correcto? Bueno tú eres esa persona para alguien más. Toma todo tu conocimiento, redúcelo en un 99.999%, y obtendrás el total de lo que realmente conoces fuera de tu changósfera.

El mundo es un lugar complicado. Lo hemos hecho así gracias a que nos reproducimos sin contemplaciones y a que no sabemos cuándo es sano formar dos sociedades a partir de una demasiado grande. Cada nuevo ser trae consigo su propia changósfera que hace al mundo más complicado. No hay superchangos. Hay, tal vez, uno que otro chango sobresaliente, capaces de en verdad preocuparse por conjuntos de personas mayores a 150 (o al menos, fingir muy bien que lo hacen); pero en el fondo, ellos también son unos pendejos y han tenido vidas llenas de estupideces. Un buen ejercicio es imaginarte a tu héroe inconsciente de borracho en la vía pública, desnudo de la cintura hacia abajo; lo más probable es que le haya sucedido en algún punto.

Creo que ya a estas alturas, lo mejor es aprender a vivir con lo que tenemos. Somos los changos más avanzados gracias a nuestra enorme capacidad de adaptación. Ahora que estamos conscientes de la existencia de la changósfera, tal vez algo se nos ocurrirá para solucionar los problemas que nos trae, al menos en lo que comemos los suficientes hongos alucinógenos como para que nuestros cerebros evolucionen y desarrollemos la capacidad de construir sociedades mucho mayores.

En lo que todo  eso sucede, me retiro a mi changósfera. Allí hay cervezas esperándonos a mí, a Corazón Alegre y al resto, y no se van a beber solas.

Dos tragos más y podré ser amigo de unos 250
changos, fácil.

"Una muerte es una tragedia. Un millón de muertes son una estadística."
-- Kevin Federline

viernes, 23 de agosto de 2013

Yo sí me quiero ir al cielo

En estos pocos meses que llevo aprendiendo a volar en parapente, he conocido a mucha gente. Quienes llevan años siendo pilotos tienen una especie de hermandad tan envidiable como heterogénea. Literalmente hay gente de todo tipo.

"Hola, soy la mejor o la peor madre del mundo, depende de cómo lo veas."

El otro día conocí a un señor que tiene un par de años volando. También es alumno de mi tío, hicimos un par de vuelos cada quién y platicamos un poco, pero lo más notorio que encontré en él, fue que ni bebía ni fumaba, siendo que beber y fumar es básicamente la regla con el resto de nosotros. Nada como una cerveza y un tabaco después de aterrizar.

Jamás confíes en alguien que no bebe ni fuma: Seguramente tiene vicios peores.
Llegando al término del fin de semana, me enteré de que era sacerdote. Joder, jamás pensé conocer un sacerdote católico que practicara deportes extremos. Se me hizo raro, pero a la vez me agradó la diversidad. Casi de inmediato comencé a preguntarme qué buscaría él haciendo esto. Pero entonces, por supuesto, me puse a preguntarme qué carajos busco yo.

Con una composición tan heterogénea de pilotos, no es posible que todos busquemos lo mismo. Es decir, está la parte obvia: La adrenalina, la sensación de libertad. Pero siempre hay algo más. Habrá quien busque sentirse grande, por encima del mundo, con una vista de muchos kilómetros a la redonda; habrá quien, por el contrario, busque humildad, sentirse pequeño e insignificante ante la grandeza de todo lo que le rodea; habrá quien busque reflexionar sobre sus cosas, o quien sólo lo haga por presumir que es "bien extremo"; habrá quien busque vivir, y habrá quien, tal vez subconscientemente, esté buscando morir. Cada quién tiene su motivo, aunque dudo que todos conozcamos el nuestro. Cuestionamos todo el tiempo las acciones de otros, pero cuestionar tus propias acciones es algo muy poco común.

¿Por qué hacemos las cosas que hacemos? ¿Alguien alguna vez te has detenido a pensarlo? ¿Te gusta todo lo que haces? ¿Realmente todo? ¿Te gusta ir diario a trabajar? ¿Te gusta levantarte de madrugada, a punta de berridos de bebé? ¿Te gusta pasar horas en las redes sociales viendo noticias de tus contactos que no son ni interesantes, ni graciosas, ni relevantes? ¿Te gusta embriagarte al grado de no saber de tí? ¿Te gusta estar con quien estás, o en todo caso, no estar con nadie? ¿Te gusta todo de tu religión? ¿Te gusta comer en McDonald's? No, ya, ¿en serio, McDonald's?

Si la respuesta es "no", ¿entonces por qué lo haces? ¿Necesidad? ¿Inercia social? ¿Le gusta a alguien cercano a tí? ¿Estupidez? ¿No tienes idea?

El punto es, comencé cuestionando a otros, para terminar cuestionándome a mí. Que si me preguntan, es mucho más sano.

"¿Qué carajos hago aquí adentro?"
Yo (creo que) vuelo porque pienso que vivir con miedo es lo peor que existe. Todo mundo tiene miedo, todo el tiempo. Miedo a morir, a quedarse sin empleo, a tener experiencias nuevas,  a ser víctima de la inseguridad pública... Vamos, hay quien vive con miedo a ser libre. Y bueno, si uno supera el (completamente natural, debo decirlo) miedo a correr a toda velocidad hacia el borde de un acantilado, creo que perfectamente pueden superarse muchos miedos absurdos y socialmente inducidos de la vida diaria.

Aunque aún no supero el miedo a ser acosado por algo así.
¿Temerle a la muerte? Nunca lo he hecho; de niño, porque a como me decían que era el cielo, parecía ser la pura buena onda. Ya de grande, que no creo en cuentos chinos (o hebreos, en este caso), temerle a la muerte me parece igual de absurdo que temerle a respirar.

A lo mejor este sacerdote lo que busca es una probadita de cielo antes de irse con su creador. No lo sé, no es asunto mío, pero me puso a pensar, y pensar siempre es bueno. Casi siempre. Cuando estás intentando entender a las mujeres, no.

Y de entrada, a mí también me agrada irme al cielo de vez en cuando.



jueves, 13 de junio de 2013

Pero quería saber qué sienten los pájaros

Llevo algún tiempo tomando lecciones de vuelo. No, no estoy leyendo novelas de superación personal barata; aprendo a volar en parapente, aprovechando que tengo familiares mentalmente alterados que gustan de aventarse al vacío.

Al carajo con la gravedad, yo traigo el gen de la imprudencia por el lado materno.
Hace unos días, por fin pude volar yo solo. Fue horrible. Es decir, estaba ansioso por hacerlo y me estuve preparando por semanas, pero supongo que así es la primera vez para algunos. Simplemente no es natural correr hacia el borde de un precipicio y saltar. Supongo que aún debo acostumbrarme.

O tener más fe, como Indiana Jones.
Había volado antes en tándem. Yendo de pasajero, sólo te dedicas a disfrutar de la experiencia y a confiar en que el piloto sabe lo que hace; pero tener el control es algo completamente diferente. Ahora lo sé. Es como cuando manejas un auto por primera vez, volteando cada dos segundos a ver los pedales y la palanca de velocidades para asegurarte de que no estás haciendo alguna estupidez.

Lección 2: La 'R' no significa 'rápido'.
De verdad creí que disfrutaría de mi primer vuelo solo. Hice un despegue perfecto, pero en el momento en que dejé de sentir suelo bajo mis pies, sentí pánico. "Por mil demonios, ¿qué carajos estás haciendo, maldito imbécil?", me decía a mí mismo, mientras veía el suelo muy cerca, como para estrellarme sin remedio, y al mismo tiempo muy lejos, como para hacerme añicos por la caída. Respiraba agitadamente y estaba tenso, paralizado, sin atreverme a jalar las cuerdas de mando. Afortunadamente iba en ayunas.

"¿Volar? Nah, la clave para verdaderamente sentirte como ave es cagarte desde aquí arriba, hermano."
Mi instructor (y tío) me daba instrucciones por radio, y comencé a tomar confianza dirigiendo ese utensilio volador de Satanás ladeando el cuerpo. Al aproximarme a la zona de aterrizaje, tuve unos cuantos minutos en los que sí disfruté del panorama, contemplé a los autos transitando por una carretera cercana y pensé, "pobres diablos". Pero entonces tuve que empezar a pensar en el aterrizaje, y el pobre diablo fui yo, porque me olvidé de todas las instrucciones e hice todo al revés: Aterricé en la dirección del viento y no en contra, no me salí del arnés y aterricé de nalgas. Pero salí ileso, y de paso le demostré a mi organismo terrestre que no hay problema y que puede empezar a guardarse esas malditas reacciones de pánico.

Después del vuelo, mientras yo sonreía inevitable y estúpidamente, un buen amigo me dijo que le habría gustado mantener un registro de todos sus vuelos, la fecha, la experiencia, el aprendizaje, los pensamientos y sensaciones. "Con el tiempo llegas a volar tantas veces, que hay vuelos que se te olvidan." Así que heme aquí.

Como vuelo, fue insignificante, tan sólo una caída de unos cuantos minutos. Me falta mucho por aprender: Maniobras, corrientes de aire, tipos de nubes, alguna buena marca de pastillas para los nervios, y otras cosas que en este momento ni sé que debo saber. Pero éste siempre será mi primer vuelo, y eso lo hace especial. Ahora sólo queda esperar que esto sea como el sexo y cada vez lo disfrute más.

miércoles, 6 de marzo de 2013

Los Adolescentes Asesinos de la Edad de Piedra

Recientemente leí algo sobre los habitantes indígenas de algunos países, que aún viven aislados de la civilización. Se hacía énfasis en cómo esa gente vive en paz, sin estrés, sin armas (más que las necesarias para cazar), sin crimen/prisiones, sin deudas, sin contaminación, sin pobreza y sin comida chatarra. Y en cómo, aún así, hay gente que los llama "primitivos".

"Con el iHunt 5, jamás nos verán venir."

Ciertamente, la civilización actual tiene innumerables cosas por las cuales podemos quejarnos. Los servicios de salud, educación, la comida y la riqueza están pésimamente distribuídas, y las corporaciones manipulan gobiernos a su antojo; el medio ambiente se está yendo al demonio, la población crece sin control, y absolutamente todo gira alrededor del dinero. Muy mal.

Por otro lado, estamos en una época sin precedentes en cuanto a avances científicos y tecnológicos. Constantemente se realizan descubrimientos sorprendentes, y prácticamente cada semana alcanzamos un nuevo punto álgido del conocimiento sobre nosotros mismos y el Universo.

Quienes viven aislados de la civilización, no sufren de sus desventajas, como el tráfico o las deudas, cierto. Pero tampoco gozan de sus ventajas. Aunque tengan su propio arte, su propio conocimiento tradicional (más que respetables, y sin duda dignos de admiración), éstos son limitados. Si le preguntamos a algún sabio "incivilizado" sobre el punto brillante y rojizo que se ve en el cielo, probablemente nos cuente una fascinante y colorida historia sobre un dios que se convirtió en esa estrella; cuando nosotros en realidad sabemos, gracias a los frutos de la civilización, que es un planeta y que es uno de los objetos más cercanos a la Tierra en un Universo de dimensiones incomprensibles, y que hasta tenemos robots en su superficie, estudiándolo.

"Según indican estos sedimentos, los marcianos murieron de egocentrismo."

Así que yo no me trago el discurso ése de que ser aborigen es lo máximo, por vivir en comunión con la Tierra y en armonía con la naturaleza. En una tribu incivilizada, difícilmente existe la especialización. Todos se ven involucrados, de alguna u otra manera, en tareas que beneficiarán a toda la comunidad. Y definitivamente, no es una vida fácil; si estás leyendo esto, probablemente no soportarías ni dos semanas con ese estilo de vida. Pero en esas sociedades, si alguien tiene un gusto o aptitud potencial para la geología, la fotografía, la sociología o la microbiología, tal vez muera sin haberlo sabido nunca. El avance significativo en el conocimiento no es posible sin la especialización.

Por si esto fuera poco, el conflicto y el estrés son parte de la naturaleza humana. Cuando uno no tiene problemas, se los inventa. El ser humano, por alguna misteriosa razón, necesita de la tragedia. Así, aunque uno viviera en el bosque, comiendo cecina de venado y bayas silvestres recostado en una hamaca (como muchos piensan que es la "vida salvaje", gracias al oso Baloo), no le faltarán preocupaciones.

"Mi mujer estar en su Luna Roja, mejor yo drogarme antes de llegar a casa."

La conciencia de sí mismo, característica por demás humana, trajo consigo al egoísmo, con lo cual la búsqueda del bien común de la especie se hizo algo antinatural, anteponiendo siempre el bien propio. Desde nuestro "despertar", exterminamos a todas las demás especies conscientes de sí mismas, y luego comenzamos a matarnos entre nosotros. Desde entonces, los avances tecnológicos han estado estrechamente relacionados con el "cómo exterminar a mis enemigos de manera más eficiente"; pero de que hemos avanzado, claro que lo hemos hecho. Tanto, que después de tantos años, por fin hemos logrado tener la capacidad de autoexterminarnos.

Sin embargo, decir que la vida de aborigen es el ideal humano equivale a decir, "mejor nos hubiéramos quedado en la edad de piedra". No estoy de acuerdo. Estoy convencido de que éste es el mejor momento para vivir. ¿Que a la humanidad le falta madurar? Definitivamente. Como especie, somos como un adolescente ignorante y malcriado que se mete en problemas serios por no medir las consecuencias de sus actos.

"Oh, no. ¿Y ahora qué hago con el cuerpo desmembrado de la abuela de mi dealer?"

Casi todas las sociedades son muy dadas a tener rituales de iniciación, de mayoría de edad, o como queramos llamarle a la edad en que (en teoría) uno debe de superar todas las niñerías y ser capaz de enfrentar problemas serios, embriagarse, follar, y enfrentar problemas serios causados por follar ebrio. El ritual de iniciación de la humanidad implicaría enfrentarse a la bestia del egoísmo inherente a la conciencia de sí mismo, para crear una conciencia colectiva y enfrentar todos juntos los problemas globales. Significaría dejar de contaminar, de matarnos unos a otros, de reproducirnos sin control, y de obstaculizar el desarrollo de fuentes limpias de energía. Básicamente, buscarnos un sistema con un eje central que no sea el dinero. Eso, o morir en el intento.

"Descuida, ese tigre no sabrá que tienes los ojos sellados con pegamento."

Quienes vivimos en la civilización y somos lo suficientemente afortunados para contar con servicios, esparcimiento y otras comodidades, en realidad estamos disfrutando del producto de miles de años de avances científicos y tecnológicos; sólo que damos todo por sentado y rara vez nos tomamos un momento para apreciarlo. Negar o despreciar los avances que hemos hecho, a causa de los problemas que causamos con ellos, es absurdo, cuando tenemos la posibilidad de enfrentar y solucionar esos problemas, y entonces seguir creciendo.

Desafortunadamente, en la sociedad que hemos construído, la felicidad no se lleva bien con un nivel desarrollado de conciencia. ¿Por qué? Pues porque la sociedad se encuentra en un estado tan lamentable, que para una persona con un mínimo de bondad y empatía hacia sus semejantes, darse cuenta de las cosas lo hace indignarse y enojarse. No por nada existe el dicho aquél de "La ignorancia es felicidad." Por eso, la mayoría prefiere hacer como que los problemas no existen y encerrarse en su burbuja de egoísmo.

Sabremos que hemos madurado como especie cuando la felicidad no esté peleada con el conocimiento, y cuando la motivación para el desarrollo científico y tecnológico no sea el exterminar o perjudicar de alguna manera a quienes piensan diferente a nosotros, sino el buscar el bienestar de todos los seres humanos. Cuando nos dejemos de estupideces y tengamos una evolución de conciencia. Mientras tanto, seremos un niño jugando con armas de fuego.


miércoles, 2 de enero de 2013

Con los tenis por delante

Recientemente murió un tío mío, hermano de mi madre. A todos en la familia nos pesó bastante. Era joven y podría decirse que murió en un punto álgido de su vida. Se celebró una lúgubre (es decir, más de lo normal) misa en su memoria, con la familia y amigos lamentando la gran pérdida. Fue muy incómodo.

Y es que, ¿cuál es el propósito real de los funerales, aniversarios luctuosos y ocasiones similares? Visto objetivamente, no son más que eventos sociales para hacer públicos los lamentos propios. Al muertito no puede ya interesarle si su familia y amigos se juntan o no a lamentarse. En lo personal, los encuentro de mal gusto y trato de evitarlos a toda costa. Cuando recuerdo a algún ser querido que ya no está vivo, invariablemente pienso en los buenos momentos compartidos, y en lo que su vida aportó a la mía; y por más que le busco, no encuentro nada triste en ello.

Es perfectamente natural entristecerse cuando perdemos a alguien cercano. Después de todo, jamás lo volveremos a ver. Pero de eso a organizar todo un evento social para que nos vean llorar, hay mucha diferencia. La pena que sentimos no es por el difunto, sino por nosotros mismos. Analicémosla un poco.

Según la mayoría de las creencias religiosas, cuando una persona muere, se va a un lugar mejor o peor que éste en el que vivimos, según haya sido su comportamiento en vida: Si fue bueno, irá a una especie de paraíso, o reencarnará en un ser más afortunado; y si no lo fue, se irá al infierno (o similar), o reencarnará en un ser menos afortunado. Si no fue una buena persona, no tiene mucho sentido llorar su pérdida; sería hipócrita.

Que se rostice en el infierno, o que coma mucha caca en su vida de mosca panteonera, por culero.
Por tanto, cuando lloramos la muerte de alguien, podemos asumir que se trataba de una buena persona. Así las cosas, podemos estar seguros de que el difunto está mejor que antes, ya sea en una especie de paraíso o viviendo la vida de un ser más afortunado; por tanto, tampoco tiene mucho sentido llorar su pérdida; sería egoísta.

Alá, ¿por qué me lo quitaste y te lo llevaste al paraíso para follar con setenta y dos vírgenes? ¡Nooo!
En lo personal, no creo en fantasmas, almas, espíritus chocarreros, infiernos, paraísos, vidas pasadas, chupacabras ni renos que vuelan; pero aún así, pienso que las personas que mueren pasan a estar mejor: Su materia y energía se dispersan, siguen formando parte del Universo, pero ya no como parte de un ser "consciente", egoísta y que en realidad no le hace mucho bien al planeta ni a la humanidad.

Tiraba mucha basura, sí, pero al menos iba a misa todos los domingos.
El punto aquí es que el muertito está mejor que cuando estaba vivo. ¿Por qué nos lamentamos, entonces? ¿Por qué no mejor celebrar su vida, sus logros, sus aportaciones a nuestras propias vidas?

El ser humano está tan obsesionado con la muerte, que incluso no deja de inventarse fechas en las que, ahora sí, el mundo se va a terminar y todos moriremos. Gran parte del mal que las religiones causan al mundo es vender la idea de que es posible tener una vida mejor después de morir. Eso hace que la gente sea resignada, pasiva y conformista, además de condicionarlos para actuar en función de ser recompensados individualmente y en otra vida, en lugar de buscar el bien común en ésta. Es una psicosis colectiva de proporciones épicas.

Me parece increíble que la gente no pueda hacerse a la idea de que a todos nos va a llegar la muerte tarde o temprano. Vaya, morirse es más natural que casarse. Si me preguntan mi opinión, quien tiene miedo a morir, es porque no ha hecho gran cosa con su vida.

En el caso de mi tío, siempre tendré gratos recuerdos de sus gustos musicales, que me influyeron de manera definitiva en un aspecto que ahora es tan importante en mi vida. Por él conocí a Genesis, Pink Floyd, Styx y a otras bandas. Él fue durante muchos años mi modelo a seguir: Buen padre y profesionista exitoso. No creo que llorar su muerte valga más la pena que celebrar su vida.

Por eso, cuando yo muera, nada de funerales, misas ni caras largas. Mejor que hagan una fiesta. Que mis seres queridos se junten a recordar sus anécdotas conmigo, a contar mis chistes malos y a escuchar mi música favorita. Digo, si mi muerte va a ser motivo de un evento social, lo último que quiero es que sea un evento triste, o que vaya gente a la que ni le importo y que sólo va por compromiso a decir "siento mucho tu pérdida". Con suerte, celebrarán que obtuve grandes logros; si no, por lo menos podrán festejar que toda la vida fui muy preguntón, y que nunca superé la edad del "Mamá, ¿por qué esto?". No es gran cosa, pero es lo que me haría morir tranquilo. Incluso hoy.




martes, 27 de noviembre de 2012

El mejillón, la cigarra y el vikingo

Vivo a unas cuantas calles del cruce de dos de las avenidas principales de la ciudad. Como es común en estos casos, hay un gran paso a desnivel construído, con un puente por encima y un túnel por debajo. Y como es común en estos casos, hay vagabundos que habitan debajo del puente. Verlos pasar frío en invierno, apenas cubiertos por cartones y periódicos, es algo muy triste.

Cuando visité Escandinavia, una de las cosas que más me llamó la atención es que no hay vagabundos. ¿Y cómo demonios va a haberlos, con los inviernos de 40°C bajo cero que tienen por aquellas latitudes? Si vives en la calle, te mueres, punto.

Ni que fueran vikingos, o algo así.

Comencé a establecer una relación entre el carácter de la gente y el clima en el que viven. Y es que, por lo general (y más allá de los estereotipos), las personas de los países fríos son más disciplinados, serios y calculadores, mientras que las de los países cálidos somos más laxos, despreocupados, de sangre liviana. Más o menos las mismas características aplican a los gobiernos después de todo, los gobernantes también son personas, aunque se esfuercen constantemente por demostrar lo contrario.

Así, en muchos países de inviernos moderados, la pobreza extrema es tolerable porque, aunque la gente viva en la calle, sobrevive de una u otra forma. Viven en la calle y "trabajan" en ella; se mojan en temporada de lluvias y pasan frío en invierno, pero no se mueren. Incluso tienen un fin práctico bastante conveniente: Mantener a la clase media (la que hace todo el trabajo y paga todos los impuestos) asustada y trabajando, so pena de terminar bajo un puente.

En los países con inviernos severos, como los escandinavos, la pobreza extrema no es algo tolerable, porque la gente no sobreviviría. Así, el gobierno tiene programas de asistencia social, donde si no tienes trabajo, ellos te mantienen y te alcanza para vivir, aunque sea modestamente. Al mismo tiempo, esto es posible gracias a que la misma gente es responsable y no adopta una actitud de "pues no voy a trabajar y que me mantenga el gobierno". Esto es gracias a que la gente tiene un buen nivel de educación, lo cual es posible gracias a un gobierno eficiente, compuesto por personas trabajadoras que se encargan de la buena inversión de los impuestos, y así sucesivamente, en un círculo virtuoso. Todo esto, producto de haber tenido que organizarse de manera eficiente desde los albores de la civilización para poder sobrevivir.

No estoy diciendo que los gobiernos de otros países sean perfectos; el ser humano es egoísta por naturaleza y siempre habrá corrupción en cualquier gobierno. Pero me llama la atención que (con sus excepciones y altibajos, claro), mientras más cercano esté un país a algún polo, más eficiente es su gobierno y mayor es su nivel de vida. En América, EUA y Canadá tienen un nivel de vida es más alto que México; Argentina y Chile, mejor que Colombia o Bolivia. En África, los países más desarrollados están al norte y al sur, casualmente alejados del Ecuador. Incluso en la misma Europa, los países con costa en el Mediterráneo, además de estar varios de ellos en crisis económica, tienen un nivel de vida inferior al de Finlandia o Noruega, que tienen territorios más allá del círculo polar. En Islandia, más al norte que el resto, se ha desarrollado una sociedad con un nivel de civilización tal, que los ciudadanos pueden de hecho quitar gobiernos que incurran en prácticas que no le sean convenientes a toda la población.

Recientemente me topé con un mapa indicador del nivel de desarrollo humano por país, la cual es una estadística compuesta que mezcla esperanza de vida, nivel de educación, ingresos monetarios y otros factores (datos del 2011), el cual concuerda con mi tonta hipótesis:

Verde: Bien.
Rojo: Mal.
Negro: Desarrollo es algo malo, ¿no? O sea: DESnutrición, DESempleo, DESarrollo.

En cierta ocasión, fui con amigos a acampar a una playa semivirgen; era enero, y algo de sol siempre cae bien en invierno. Había unos peñascos cerca de la playa, y nadamos hasta ellos, para entonces darnos cuenta de que estaban completamente cubiertos por mejillones. Recolectamos varias decenas de ellos, los llevamos al campamento, y nos dimos un festín con un soberbio ceviche de mejillón. A medio invierno.

No pude evitar pensar en los humanos primitivos de los lugares con climas fríos, organizándose para todos juntos construir refugios y recolectar suficiente comida para medio sobrevivir al invierno, mientras que en los que vivían en climas tropicales sólo tenían que estirar el brazo, tomar la comida disponible en la temporada en turno, y continuar la fiesta. Esto, trasladado al mundo contemporáneo, da como resultado sociedades civilizadas y eficientes de individuos generalmente "fríos" pero racionales y trabajadores, contra sociedades pintorescas y tradicionalistas de individuos generalmente "cálidos" pero perezosos y conformistas.

Es como en la fábula de la hormiga y la cigarra; o al menos, como debería ser si de pronto nos pusiéramos un poco realistas:

- ¡Tú, saltamontes perezoso! ¿Por qué no estás almacenando comida? ¿Acaso no sabes que ya viene el invierno?
(Eso último me recordó a la serie de Juego de Tronos, seguramente la hormiga es una Stark).

- ¡Por supuesto que lo sé! Sólo que los huevos de mi especie sobreviven al invierno, así que pasé el verano poniendo cientos de ellos. Mi gloriosa progenie emergerá con el primer atisbo de la primavera para ALIMENTARSE. Lo que realmente deberías estar preguntándome, es dónde carajos obtuve este pequeño violín.

La caricatura cobra un tinte aún más irónico si nos ponemos a ver que es precisamente en los países más cálidos y menos desarrollados donde los índices de aumento de población son mayores.

Recuerdo que en años pasados, la temporada de frío propiamente dicho empezaba aquí en México hasta finales de año; mientras que este año, empezó desde principios de noviembre. Eso es un claro indicio de que estamos jodiendo el clima cada vez más. ¿Y por qué? Pues porque ni nuestros neoliberales gobiernos ni a nuestra laxa gente les importa nada que no sea el dinero, y el cuidado del medio ambiente pasa a tener una de las últimas fichas en la larga lista de prioridades de ambos.

De seguir así las cosas (y podemos estar seguros de que así será, por lo menos los próximos seis años), el año que viene estaremos sintiendo un frío considerable ya para septiembre. En pocos años, con suerte durante el sexenio que comienza, los puentes proporcionarán cobijo insuficiente y todos los vagabundos estarán en riesgo de morir de frío, y entonces el gobierno se verá obligado a iniciar programas de asistencia social iguales a los de los países escandinavos para que la gente ya no se muera, iniciando así el círculo virtuoso que llevará a México a ser un país desarrollado. Definitivamente nuestro neoliberal gobierno y nuestra gente bonita, trabajando juntos, nos llevarán al Primer Mundo. Nuestros gobernantes son unos visionarios, sí señor.