miércoles, 15 de febrero de 2017

Gollum, la histeria colectiva y el cacao

Ayer recibí en la oficina un total de cinco chocolates. Me los comí todos y me sentí un poco culpable. No por cuestiones de calorías y esas cosas, ya que soy flaco como Gollum; sino porque sé que la producción de cacao está condenada por el cambio climático, y que muy probablemente en unos años el chocolate sea un bien de lujo e inaccesible para mí, ya que también soy pobre como Gollum.

Yo, 2051.

Y es que ayer (febrero 14), en la oficina todo fue un horrendo derramamiento de miel. No tengo problemas con que la gente quiera regalarse flores, globos y osos de peluche de 3 metros cúbicos (siempre y cuando no se los lleven ocupando espacio en el camión). Al fin y al cabo, se trata del “día del amor y la amistad”, en el que básicamente celebramos que tenemos a alguien con quien follar, y le regalamos cosas. O como premio de consolación, celebramos que al menos tenemos amigos con quienes quejarnos de no tener con quien follar, y nos regalamos cerveza. Los más osados le regalan cosas a quien se quieren follar, aunque ellos por lo regular no celebran nada.

Tampoco estoy en contra de ponernos contentos por este motivo. El sexo es, al mismo tiempo, una necesidad fisiológica y una excelente actividad recreativa, y el día de san Valentín les sirve a muchos casados como excusa para no tener otro año sin sexo. 


"Espera, me duele el estómago por tanto chocolate.
Mejor lo dejamos para el otro año."

Oye, pero es el día del amor, y el amor no sólo se trata de sexo. Es convivencia, es sentimientos, es compartir tu vida. Claro. Pero bajo la fachada de “compartamos, convivamos y celebremos el bello sentimiento que es el amor” y afuera de cualquier motel, están las filas de cinco cuadras que no engañan a nadie. Más aún, esa fachada de celebración del “sentimiento”, con sus corazones, cupidos y chocolates, es un homenaje a lo irracional. Estoy convencido de que nuestro concepto de amor romántico es totalmente incompatible con la razón. Mi único problema está con la celebración del amor en su definición romántica.

El amor romántico implica muchas ideas irracionales, incluidas: La idea de que allá afuera, en algún lugar, está nuestra alma gemela; que la reconoceremos por pura intuición, por esa “sensación especial” que nos inundará a la hora que nuestras miradas se crucen, en un momento tan inesperado como mágico; que será para siempre, hasta que la muerte nos separe; que el sexo es su máxima expresión, y la infidelidad, una catástrofe; que al fin podremos ser nosotros mismos con esa persona; que amar implica conocer, y conocer implica básicamente adivinar los deseos del otro; que hay que sentirlo pero no tratar de entenderlo; que, si amas, hay que aceptar al otro con todas sus virtudes y defectos; que los niños son el fruto más puro y hermoso del amor; que, como almas gemelas y compatibles, el amor nos ayudará a superar todos los obstáculos, casi mágicamente; y que, si por algo no funcionan las cosas con esa persona, entonces no era tu alma gemela y tienes que seguir buscando a alguien más compatible.

Eso está muy alejado de la realidad que yo vivo. En esta realidad, uno tiene que probar y errar para encontrar un compañero o compañera (que casualmente suele ser de nuestra misma región y estrato social); se puede tener esa “sensación especial” prácticamente con cualquiera que nos parezca medianamente atractivo, pues no son más que sustancias producidas por nuestras glándulas cuando percibimos algo que nos atrae de alguien; difícilmente será para siempre, puesto que (casi) todos estamos cambiando todo el tiempo, convirtiéndonos en diferentes personas y frecuentemente avanzando en direcciones distintas; los niños son un problemón, como duendecillos que convierten el dinero en caca y desvelos; los problemas deben resolverse, a veces con dinero, a veces comunicándose de manera verbal, no telepática, y a veces con sexo; pensar y analizar lo que sentimos, generalmente ayuda; todos estamos rotos por dentro y locos de alguna manera, pero hay que admirar las virtudes del otro, ayudarle a ver y superar sus defectos y heridas, y aceptar su ayuda para superar los propios; y la compatibilidad no es un requisito para el amor, sino un producto del mismo, del trabajo diario.

Bueno, ¿y qué sé yo del amor? ¿Qué credenciales tengo? Nada, ninguna. Soy un humano más que sólo sabe lo que ha vivido en su realidad, pero observo al mundo y sus dinámicas; observo a las innumerables parejas que se casan y no viven felices para siempre, sino felices por tres meses e infelices por un par de años, antes de separarse, por haber aceptado un paquete de reglas genéricas llamadas matrimonio y que deben respetar por el resto de sus vidas sin necesariamente estar de acuerdo con todas; que jamás se esperaron que vivir con su novio o novia de tantos años pudiera convertirse en tal infierno; que ni idea tenían de que las toallas tiradas en el suelo del baño serían un problema tan grande; que tienen hijos para ver si así “salvan” su matrimonio, creando hogares disfuncionales e hijos rotos que crecerán y formarán más hogares disfuncionales con otras personas rotas. Creo que las altas expectativas que nos crea el amor romántico les hacen mucho daño a las parejas, a las personas, al mundo. Y el 14 de febrero es como la celebración de todo eso que hace tanto daño. Una fiesta del romanticismo, de lo dañino e irracional.

Me extraña. En otros aspectos, somos sumamente metódicos y racionales. Por ejemplo, jamás confiaríamos en que una persona cualquiera nos defienda de un caso de homicidio accidental sólo porque intuimos que podría hacerlo, porque “siento que es la persona correcta para defenderme”. Le pedimos que, al menos, nos demuestre que tiene un título de abogado, especialidad en derecho penal, y palancas en la fiscalía del estado. Pero con el amor romántico, no nos la pensamos dos veces en decir, “tiene buena nalga, gracia y más o menos buena conversación... además hubo sentimiento especial, creo que es buena idea enamorarme perdidamente, a ver qué pasa.” El romanticismo nos hace tomar decisiones equivocadas básicamente porque estar enamorado bajo esos términos equivale a comprar una versión de amor ofertada por Disney; a dejar de lado la razón y volverse imbécil por voluntad propia. Creo que todos hemos estado ahí, y todos estamos de acuerdo en que no está tan chido ser imbécil.

Aunque por otro lado, Disney avala el abuso sexual. Interesante.

Es por eso que propongo que nos olvidemos de San Valentín y toda su parafernalia cursi y contaminante. No tenemos por qué deshacernos de las cosas buenas, como regalarnos chocolates y follar. Podríamos, por ejemplo, convertirlo en el Día de la Concientización de la Histeria Colectiva y el Cacao, y realizar actividades como platicar con nuestra pareja de un tema jamás hablado antes, o regalarle una lista de todos nuestros traumas y locuras para que al menos tenga idea de dónde se metió, o sembrar árboles de cacao en los parques. Además de regalarnos chocolates y follar. Por un mundo menos roto.

martes, 27 de septiembre de 2016

Elon Musk y la venganza de los artrópodos

El día de hoy, Elon Musk dio una plática en la expo Guadalajara sobre qué necesitamos resolver para hacer posible la vida humana en Marte. Demasiado tarde, creo yo.

No tengo dudas de que, en algunos años, seremos capaces de establecer una colonia en el planeta rojo. Pero tampoco tengo dudas sobre el lamentable estado en que se encontrarán la Tierra y la humanidad cuando eso suceda. De continuar como hasta ahora, tendremos un mundo agonizante con avances tecnológicos muy impresionantes; pero no tanto como para permitirnos sobrevivir permanentemente fuera de aquí. Nuestra supervivencia en esta pobre Tierra penderá de un hilo, sin haber dominado antes la colonización planetaria. Creo que llegará el momento en que tengamos naves tripuladas por humanos genéticamente modificados, capaces de explorar la Galaxia, al mismo tiempo que libremos guerras a causa del agua potable. Sin duda, en una situación así, nos invadiría una frustración colectiva por la ironía de casi haber logrado sobrevivir a la extinción.

Pero la Tierra no morirá. A pesar del daño que le hemos causado, el planeta ha sobrevivido a cosas mucho peores que nosotros. Con nuestra extinción, comenzará a sanar, y la evolución les dará su oportunidad a otras especies. Los artrópodos ya tuvieron su oportunidad, al igual que los reptiles y los homínidos. Mi apuesta es por una segunda vuelta de los primeros.

Las cucarachas, con sus 300 millones de años de existencia, han demostrado ser un grupo especialmente resistente y adaptable, sobreviviendo a varias extinciones masivas. Creo que ellas son el futuro, por varias razones:


  • Tienen exoesqueleto. Es como tener armadura integrada. Imagínense la de vidas que se salvarán cuando recién tomen conciencia de sí mismas y empiecen a guerrear a causa de cuál dios cucaracha es el más chingón.
¡Muerte a los infieles!
  • Son mucho más resistentes a la radiación. Cuando llegue su turno de desarrollar tecnología atómica, podrán librar su guerra mundial nuclear tranquilamente, con muchas muertes pero sin riesgo para la especie. Algo así como nuestra primera guerra mundial.
  • Son capaces de reproducción por partenogénesis, sin necesidad de fecundación por parte de un macho. Incluso algunas especies constan de hembras únicamente. Este matriarcado las beneficiaría por doble partida, porque además de ahorrarse los problemas de género, las naciones cucaracha dejarán de resolver sus diferencias con guerras; en lugar de pelear, simplemente se dejarán de hablar unas a otras indefinidamente.
  • Vuelan. Cuando el vuelo es algo natural en una especie inteligente, el desarrollar tecnología que aumente tu capacidad de vuelo se da de manera mucho más fácil. Apuesto a que les llevará mucho menos tiempo que a nosotros desarrollar tecnología espacial, y mi imaginación vuela cuando pienso en lo que lograrán cuando tengan a su versión cucaracha de Elon Musk.


  • Pueden sobrevivir varias semanas sin cabeza. Uno sólo puede soñar con las posibilidades que tendría una especie así cuando desarrolle la capacidad de hacer trasplantes. Imagínense la cabeza de Stephen Hawking con el cuerpo de Christian Bale.

Prácticamente lo único que les falta es aumentar su proporción de masa cerebral/corporal hasta desarrollar un lenguaje. Tal vez ya lo tengan, y platiquen todo el tiempo, sólo que no podemos entenderlas por no tener antenas.


Te digo que ese Trump va a traer el holocausto nuclear que tanto
hemos esperado. Yo sé lo que te digo, Brandon.

Tal vez también les haga falta desarrollar pulgares oponibles, ésos ayudan mucho. Pan comido para unos cuantos millones de años más de evolución. Buena suerte, chicas. Y mejor suerte para la próxima, humanidad.

viernes, 1 de julio de 2016

Una cosa en el mundo

Alguna vez me preguntaron: Si pudieras eliminar una sola cosa de la faz de la Tierra, ¿qué sería?

Me tomé mi tiempo para responder. Consideré varias opciones, como la pobreza, el hambre, la guerra, la discriminación, la sobrepoblación, la corrupción, el sufrimiento, el reguetón, la mayonesa y los hipsters.

O ya de plano el oxígeno, para morirnos todos a la chingada.

Al final, respondí que el egoísmo.

El egoísmo es eso que nos hace no ver más allá del "como yo estoy bien, el mundo está bien". Cada quien vivimos en una burbuja individual que no nos deja ver que todo lo que sucede fuera de ella nos afecta. Es lo que causa que pongamos nuestra música a todo volumen, porque nuestra música es la que más rifa, y que se jodan todos los vecinos a los que no les gustan los narcocorridos o el death metal.

"¿Cómo que no a todo el mundo le gusta Prostitute Disfigurement?"

Más aun, el sistema socioeconómico bajo el que vivimos premia el egoísmo. Quienes saben jugar el juego, se enriquecen, y por supuesto que no van a compartir su fortuna con el resto, siendo que lo ganaron por "méritos propios". Esto causa desigualdad, pobreza y hambre, porque muy pocos tienen las habilidades, herramientas y oportunidades para aprender a jugar; de ganar, mejor ni hablamos.

También causa corrupción, porque qué importa romper unas cuantas reglas, mientras al final el beneficiado sea uno mismo; sabemos que está mal y tenemos una vaga noción de que estamos perjudicando de alguna manera a alguien, pero no sabemos a ciencia cierta ni cómo, ni a quién, lo cual es muy conveniente y aligera nuestras conciencias.

"Hay niños en África que no tienen a quién morder. Pero meh."

Para que este sistema siga funcionando, nuestra educación nos convierte inevitablemente en egoístas desde que somos niños. Desde pequeños se nos inculca un orgullo por la nación, la cultura y la religión bajo las que nacimos, sin haber hecho nosotros nada que respalde ese orgullo. Este egoísmo llevado a un nivel nacional/cultural/religioso causa guerras, discriminación, y constituye una distracción constante para los egoístas pobres, que se la pasan pisoteándose unos a otros, lo cual es muy conveniente para esos otros egoístas que llevan las riendas y se benefician con ello.

Por supuesto que, mientras más gente sea parte de una cultura/país/religión, es mejor para la causa. Así que nos bombardean con publicidad sobre lo fabulantástico que es ser padre/madre y nos educan para tener hijos a discreción, para tener la mayor cantidad posible de pequeñas versiones de nosotros que continúen con nuestro legado, sea lo que sea que eso signifique. La gente se llena de hijos porque la sociedad lo demanda, porque sin ellos no dejas semilla, porque se le está yendo el tren, porque quién los va a cuidar de viejos, porque "así debe ser". Así que este egoísmo también es causa de sobrepoblación.

"Desarrollo sustentable, lame mi escroto."

Si combinamos sobrepoblación con desigualdad, el resultado es un sufrimiento de proporciones descomunales para nuestra especie. Agreguémosle que, en nuestro egoísmo colectivo, creemos que el planeta es nuestro, y todas las especies del planeta sufren. Una catástrofe.

¿Entonces, al final, el egoísmo es la causa de todos nuestros males? No sé si de todos. Lo dudo. De una gran parte, sí. Creo que el problema con los humanos modernos es que tenemos un conjunto de características que, en algún momento de nuestra historia, representaron una ventaja evolutiva. Como la agresión, que en su momento ayudó a que nuestros ancestros sobrevivieran a un ambiente hostil y lleno de depredadores. El instinto de supervivencia podría ser una forma de egoísmo primitivo que motiva a los animales que viven en manada a proteger a toda la manada de amenazas externas, pero al mismo tiempo a intentar ser el miembro alfa, ya en la dinámica interna.

Lo que nos distingue del resto de las especies es la conciencia que tenemos de nosotros mismos. Al parecer, el precio que pagamos por ella fue un egoísmo sobredesarrollado, un instinto de supervivencia que degeneró al pasar a un plano consciente, y que nos está llevando a desequilibrar el medio ambiente, la distribución de alimento, de agua, de energía, y de riqueza. Somos conscientes de nosotros mismos sin ser conscientes de nuestro egoísmo y todo el mal que causa. Es por eso que lo eliminaría del mundo, si pudiera. El gen del egoísmo, o algo así. Ya no lo necesitamos en el mundo que hemos creado gracias a esta conciencia y a un intelecto que nadie más tiene, pero que no termina por predominar sobre las conductas más básicas de agresión, supervivencia y reproducción.

¿Mandar selfish.gen a la papelera? Sí, por favor.

Pero no puedo. Cambiar la naturaleza humana a ese nivel puede llevarle varios millones de años a la evolución. No estoy seguro de que sobrevivamos tanto. Mejor me dedico a aceptar ese egoísmo que me hace humano, tratando de vivir una buena vida, haciendo el menor daño posible, y compartiendo lo poco que tengo con las contadas personas que de verdad me importan (menos las drogas, ésas que cada quién consiga las suyas). En realidad, un mortal como yo no puede hacer mucho más.

viernes, 17 de junio de 2016

Arqueólogo del futuro, esto es para ti

Antes de la invención del lenguaje, el único legado que podía uno dejar eran crías entrenadas para sobrevivir. Éramos como animalitos: Si queríamos preservar la especie, debíamos reproducirnos rápidamente y enseñarles a nuestros hijos cómo matar mamuts, antes de morirnos de una infección en el meñique o de resignarnos a nuestro lugar en un eslabón intermedio de la cadena alimenticia.

"Ñam."

Sabemos mucho sobre la humanidad de ese entonces gracias a los huesos y herramientas que hemos desenterrado; mas no sabemos nada de ellos como individuos, salvo que a algunos les gustaba el graffiti, y que unos pocos genios anónimos de entre millones en algún momento descubrieron cómo hacer fuego, inventaron la rueda, la prostitución y cosas así.

Con el lenguaje, nuestro legado colectivo se hizo mucho más poderoso: El conocimiento pudo ser transmitido oralmente de una generación a otra, y así podíamos indicar a las nuevas generaciones cuáles plantas eran alimenticias, cuáles venenosas, y cuáles les permitían platicar un rato con los dioses del bosque. Pero las historias de las personas transmitidas de esta manera suelen modificarse mucho con los siglos.

A veces, con los minutos.

Tampoco sabemos mucho sobre individuos específicos de ese entonces, salvo algunos nombres legendarios de héroes míticos que sobrevivieron hasta la siguiente gran invención: La escritura.

Con la escritura, cambió todo nuevamente. Pudimos plasmar y conservar sucesos, pensamientos y sentimientos de manera íntegra a través de siglos. Gracias a la escritura conocemos, con un nivel decente de detalle, las obras y hazañas de grandes pensadores, poetas y guerreros. Hay individuos que nos legaron tanta correspondencia, que además de su obra, conocemos hasta sus vidas personales. Y bueno, después de algunos milenios escribiendo, en la actualidad incluso nos damos el lujo de escribir basura, porque los grandes inventos no tienen ningún sentido si no puedes usarlos para estafar a la gente tarada.

Toma esto, Gutenberg.

En esta era de la información, prácticamente todo este legado ya está almacenado digitalmente y disponible desde los aparatos que traemos en la bolsa del pantalón.

Hoy, por primera vez en la historia de la humanidad, una cantidad inmensa de personas, incluso las que no hacemos nada relevante o interesante con nuestras vidas, dejamos un legado, más detallado que nunca. Ya no es necesario saber cazar, tener hijos, ni siquiera saber escribir; muchas veces hasta es un legado involuntario. El único requisito es contar con un dispositivo conectado a la internet. A estas alturas, el legado digital del Werevertumorro probablemente sea ya más amplio que el de Karl Marx.

Dentro de tres mil años, cuando hayamos colonizado la Vía Láctea y la Tierra sea un desierto radioactivo, abandonado y casi mítico, los arqueólogos querrán estudiar el albor de la era digital de la humanidad, almacenada en los servidores de Google que sobrevivieron a la guerra civil que estalló en la capital de la entonces naciente Confederación Interplanetaria en el año 2139.

Ahí encontrarán un legado abrumadoramente inmenso: Cada chiste que hayamos publicado en la Red, cada reflexión, cada correo electrónico, cada poema, cada foto, cada video, tus estados de cuenta, tu historial geográfico 24x7, tu blog pretencioso, tus dramas en línea, tus chats comprometedores, todo el porno que viste, un chingo de memes, y fotos tuyas con cara de perro.

"Sujeto MX001053746K: Kevin Godínez.
Diagnóstico: No me explico cómo hemos sobrevivido hasta el 5016.
Odio este trabajo."

O tal vez no. Pero por si acaso, me gustaría dejar el siguiente mensaje:

ARQUEÓLOGOS DEL FUTURO: NO DESESPEREN NI NOS JUZGUEN MUY SEVERAMENTE. ESTÁBAMOS MUY IMBÉCILES, PERO SEGURAMENTE USTEDES TAMPOCO SE SALVAN, PORQUE LO HUMANO NO SE LES VA A QUITAR. SI ESTÁN LEYENDO ESTO ES QUE SOBREVIVIMOS DE ALGUNA MANERA. A HUEVO. VAYAN Y EXPLOREN TODO EL MALDITO UNIVERSO. PUTOS TODOS.

viernes, 3 de junio de 2016

La terracería de la vida y el chango mayordomo

Mi año empezó muy mal. En enero perdí mi empleo, lo cual causó que muchos de mis planes se desplomaran. Y aunque mis planes no son la gran cosa, el trabajo me gustaba y había alcanzado un punto de estabilidad que yo esperaba que durara un buen rato, tal vez incluso hasta la llegada del momento soñado en que por fin podría retirarme a vivir en una playa tropical, atendido por simios mayordomos/guardaespaldas que me sirvan gin-tonics y ahuyenten a los vendedores de baratijas.

El sueño.

El desequilibrio que sentí en los meses siguientes me recordó mucho al que tuve hace unos años, al finalizar mi última relación que podríamos llamar "formal": Un vacío muy grande, incertidumbre, síntomas de depresión. "¿Qué voy a hacer ahora?" La incertidumbre es lo que cala más. Esas situaciones son como ir por la carretera de la vida, tener que dar un volantazo y tomar una terracería que quién sabe a dónde te lleve.

Con suerte, aquí.

Desempleado y con tanto tiempo para pensar estupideces, me empecé a dar cuenta de que el paralelismo entre relaciones laborales y sentimentales no se detiene ahí, sino que sus ciclos son muy parecidos. Al menos para nosotros, los "godínez", que preferimos (o nos conformamos con, no vayamos ahí por ahora) ser contratados a cambio de un salario fijo. Fíjense:

Al principio, en realidad no sabes lo que quieres. Pero te encuentras con alguien que te gusta y a quien le gustas, te ilusionas, idealizas, y comienza una relación. Al principio todo es bonito y feliz, pero con el tiempo van saliendo detalles. Te das cuenta de que hay cosas que no te gustan, incluso algunas que no estás dispuesto a tolerar. Comienzan las inconformidades, los problemas, de pronto pesan más las cosas negativas que las positivas, hasta que todo termina tronando.

Te sientes vacío y aturdido, no sabes qué demonios pasó ni en qué momento se fue todo al carajo. Eventualmente lo superas, y si aprendes la lección, en el futuro buscarás a alguien que no tenga esas cosas que no puedes tolerar.

Después de repetir el proceso varias veces, sigues sin tener una idea 100% clara de lo que quieres, pero tu lista de cosas que no quieres va creciendo más y más, por lo que podríamos decir que te vas aproximando a una idea de qué quieres, por eliminación. Te das cuenta de que no existe la perfección, pero al menos puedes buscar a alguien cuyas chingaderas puedas tolerar, y que te tolere las tuyas.

"Meh. Al menos las quesadillas le quedan buenas."

Puedo leer estos últimos párrafos pensando en una relación sentimental o en una laboral. Esas cosas que no toleras pueden ser lo posesivo o lo controlador de una pareja, o la filosofía de trabajo o falta de prestaciones de un empleo. He visto muchos matrimonios terminar y destrozar a los dos, que creyeron que duraría para siempre, cuando sólo era una relación más, una por la que apostaron erróneamente y tal vez antes de tiempo. O personas que se niegan a dejar ir un trabajo, soportando toda clase de abusos, porque dónde diablos van a encontrar algo mejor. También he visto unos pocos casos excepcionales de personas con suerte, que aciertan a la primera y terminan toda la vida juntos con su amor de la prepa, o que se jubilan a los 50 años del empleo que tuvieron desde la adolescencia.

No sé. Es muy fácil decir todo esto desde una posición estable como la que tengo ahora que encontré un trabajo mucho mejor que el que tenía. Tal vez en diez años esté trabajando como peñabot y en una relación con alguien sólo porque también es amante de la naturaleza, fan de Tarantino y terriblemente solitaria, como yo. Uno nunca sabe. 

Es posible, pero es poco probable. ¿Saben por qué? Porque al final del día no necesito ninguna de las dos cosas. Sí, un empleo me da estabilidad, pero si llegara un momento en el que ya no pudiera conseguir uno, lo más seguro es que sobreviviría de alguna u otra manera.

En tu cara, pinche vida culera.

Lo mismo pasa con la pareja: Si eventualmente llega alguien, excelente, pero si no, no se necesita para estar uno bien, y hay que estar bien para cuando llegue ese alguien con quien tener una relación saludable, si es que llega.

La clave está ahí, en no dejar que nuestra vida o nuestra felicidad dependan de tener un empleo o una pareja. Incluso, muchas veces serás más feliz dando el volantazo voluntariamente, tomando la terracería un rato y mandándolos al carajo, sin olvidar nunca que tu objetivo último es tener simios mayordomos, con o sin pareja, con o sin empleo. Analizar, aprender y no volver a hacer las estupideces que ya cometiste. Reinventarse de vez en cuando no está nada mal. Este año va muy bien.

viernes, 20 de mayo de 2016

Asadores gratis y vidas de plantilla

Recientemente recibí un correo de recursos humanos en el que preguntaban quiénes de mi departamento son padres, con el fin de ir comprando los regalos del día del padre. Según conversaciones que escuché por los pasillos, el año pasado todos ellos recibieron un asador.


"¡Felicidades! Lograste reproducirte, algo que sólo logra el
84% de los humanos."
Y aunque un asador es demasiado para mi pequeño departamento de 40m² sin patio, no pude evitar sentirme discriminado. Un asador no es poca cosa. Hasta estuve tentado a decir que tengo un par de hijos regados, de madres distintas, sólo para ver qué me dan de regalo.

“Tenga, buen hombre. Tantos reclamos deben tener a sus tímpanos
hechos una lástima.”
Y es que lo que la sociedad espera de alguien como yo (clasemediero de 35-40 años con educación universitaria, empleo decente, no tan feo y no tan tarado) es que tenga una esposa, una casa (con jardín, así como para poner un asador), un par de autos, de uno a tres perros y de uno a tres hijos. O al menos tres de esas cinco, lo que sea que demuestre que tiene uno ganas de ser normal; pero no cero de cinco, carajo.

Llega una edad en la que, si estás casado, todo está bien a ojos de la gente; pero si estás soltero, todo está mal. Es fácil distinguir cuándo llegas a ese punto: Si en determinado momento anunciaras que vas a tener un hijo y crees que la reacción de la gente sería de gusto y no de sorpresa, ya cruzaste la línea. A partir de ese momento, mientras no "sientes cabeza", estás mal.

De pronto, en las reuniones familiares te empiezan a preguntar tu edad y a echarte miradas interrogatorias que dicen: "Ok, sabes perfectamente qué quiero preguntarte. Si puedes, no me hagas decirlo, por favor, porque sé que es incorrecto, pero me gana la curiosidad." Si te haces el desentendido, finalmente preguntarán: "¿Y los chamacos?" El otro día, incluso facebook me puso publicidad de la prepa del Tec, para que mis hijos sean todos unos ganadores.

"¿Más de 35? A fuerzas tiene chamacos en edad
de entrar a la prepa. Además, caga dinero."
Combinando familia con facebook, el resultado es mayor que la suma de las partes. Cada que una amiga me etiqueta en una foto en Facebook, mis tías, madrinas y demás llegan en menos de dos minutos a poner comentarios como “Qué bien se ven juntos”, o “Qué feliz te ves”. Lo que yo leo en esos comentarios es: “Anímate, chica desconocida, es un buen partido y el pobrecito sigue solo. Ya tiene casi 40 y se le va a ir el tren, no seas acá y dile que sí. Igual y hasta tiene dinero para mandar a sus chamacos al Tec. Porque queremos chamacos pronto, ¿eh?”

Agreguemos a eso el hecho de que, por ser soltero, en la oficina te toca la guardia de vacaciones porque al cabo que no tienes familia para llevar a la playa, no te toca asador de regalo el día del padre porque reprodúcete o jódete, y el don que tiene en renta el departamento que quieres prefiere rentárselo a una familia, porque tú de seguro eres un desmadre.

Buena suerte cobrándoles a tiempo, tarado.
Me es evidente que existe discriminación contra los solteros sin hijos. Muy sutil y apenas significativa, pero si me preguntan, el trasfondo es algo muy similar a la postura de la iglesia católica respecto al matrimonio entre personas del mismo sexo: Si no te reproduces, no sirves. Tal vez yo lo siento más, por pertenecer probablemente al grupo demográfico menos discriminado de todos, que es el de los hombres adultos de piel nada oscura. O no sé. A lo mejor una chica divorciada y sin hijos lo sentiría más aún. En realidad, mi postura no es contra esta leve discriminación, sino contra lo que yo llamo "vida de plantilla", o "prefabricada".

Más me vale ir comprando mis palos de golf. Esas cosas son caras.
Y es que esa sutil discriminación no es nada comparada con la alternativa de tener familia y luego andar fantaseando con no tener las obligaciones que eso implica, con ser libre y poder gastar tu tiempo y tu dinero en ti mismo, y no poder hacerlo por tener que comprar pañales y pagar colegiaturas. Es un fenómeno que veo a diario. Gente que ansía no seguir el camino de la vida de plantilla, y sin embargo, lo hace.

Incluso, del otro lado, muchos solteros no lo estamos completamente por elección. A unos nos ha ido mal, otros nos hemos hecho más mamones selectivos con la edad, otros no nos hemos adaptado a las reglas del juego que han llegado a imponer las nuevas formas de comunicación.

1. No más llamadas, todo es por texto.
2. Sólo muestra el interés suficiente para que se dé cuenta de que te gusta,
pero no tanto como para que se asuste.
3. Deja sus mensajes en "visto" para hacerte el interesante.
4. Nada se habla, todo son indirectas por FB o Twitter.
5. ¿No te gustan estas reglas? Tú pierdes, y terminarás ahógandote en tu
propia inseguridad, preguntándote qué carajos hiciste mal.
Creo firmemente que casi nadie, ni con hijos, ni casado, ni soltero, tiene una idea clara de lo que quiere hacer con su vida. Las cosas no funcionan así. Mi hipótesis es que, conforme vas viviendo, vas dándote cuenta de cosas que NO quieres en tu vida, y así con el tiempo vas filtrando y se va aclarando un poco en tu cabeza la idea de lo que realmente quieres. Por ejemplo, podemos aplicar esta idea en las relaciones laborales y en las amorosas: Al principio no tienes idea y te agarras de lo primero que te agarre, pero cada relación te va enseñando cosas que no estás dispuesto a tolerar, y así poco a poco, por eliminación, se forma tu propia idea de qué SÍ quieres. Creo que la vida funciona igual.

El problema es que muchas veces, cuando esa idea de vida comienza a cobrar forma, ya cediste demasiado ante las presiones sociales y avanzaste demasiado en el camino de la vida de plantilla, y no te puedes salirte de ella sin afectar a otros, muchas veces siendo esos otros tus propios hijos, que son lo que más quiere uno en el mundo. Dicen, yo no puedo saberlo.

Así como hay gente que tiene a sus chamacos, y con sólo verlos casi puedes decir que nacieron para criar niños, hay muchos otros a quienes de plano no se les da. A otros tal vez se nos da, pero simplemente no queremos.

Juzgar a unos y regalarles un asador a otros por cosas asuntos que tal vez ni ellos decidieron, o quisieron, o estuvieron siquiera bajo su control, se me hace el resultado estúpido de un sistema de reglas y estándares sociales más estúpido aún. Creo que también se vale decir, "al carajo, yo mejor juego a otra cosa."

Otra cosa.
Estoy convencido de que vivir fuera de la plantilla es su propia recompensa.

viernes, 22 de abril de 2016

Ni aunque los eduquen

Según esto, hoy es el día de la Tierra. Todo el mundo se vuelve ecologista y comparte consejos ambientales y fotos de osos polares sobre pequeños témpanos de hielo en sus redes sociales. Algunos incluso alivian su parte de culpa por la destrucción ambiental plantando un árbol. Pero como ya hemos dicho antes, este tipo de iniciativas sirven de muy poco, o hasta contraproducentes pueden resultar.

“Total, ya planté un árbol ayer.”

Pues bien, yo les tengo a todos el mejor de todos los consejos ambientales: Dejen de tener hijos. En serio.

En primer lugar, lo obvio: Cada nueva persona que llega a este mundo va a consumir una cantidad inmensa de recursos a lo largo de toda su vida: Agua, comida, energía, drogas, los sueños de sus padres. Por más ambientalmente responsable que eventualmente llegue a ser la persona, es un hecho que no puede vivir sin realizar este consumo, y cada uno de nosotros cuenta. De hecho, es mucho más probable que la basura que generas a lo largo de tu vida tenga un impacto en el mundo más grande que tu propia vida. Dentro de 100 años ya nadie se acordará de ti, pero los restos de los smartphones que cambias cada año seguirán vertiendo metales tóxicos en el subsuelo.

En segundo lugar, dado que a la mayoría de la gente le importa un carajo el planeta, una persona cualquiera tiene muchas más probabilidades de nacer en un entorno totalmente adverso para la toma de conciencia ambiental que en uno favorable.

Viendo el lado positivo, recordemos que la ignorancia es felicidad.
“Pues yo sí soy capaz de educar bien a un hijo, fíjate”, van a decirme, por supuesto. Y está bien. Les creo. Pero en tercer lugar, aunque seamos los mejores padres del mundo y criemos a un hijo o hija ejemplar, de todos modos será siempre parte de una minoría consciente y frustrada por la existencia de una mayoría preocupada sólo por sí mismos. Lo habremos traído a un lugar horrible y hecho consciente de qué tan horrible es. ¿Quién querría algo así para sus retoños?

Criar y educar bien a un hijo no es fácil. No cualquiera puede hacerlo. La cosa es que todo el mundo los tiene todo el tiempo, sin control alguno, cual especie invasiva que llega a destruir el equilibrio de un ecosistema, pero en una escala global. ¿Queremos realmente distinguirnos de los animales? Vayamos en contra de ese instinto de reproducirnos sólo porque podemos; de esa idea de que hay que dejar un legado en forma de pequeñas versiones de nosotros. Es un hecho que no le vamos a dejar un mundo mejor a nuestra descendencia; mi opinión es que lo mejor es no dejar una descendencia que sufra por el mundo, o peor, que lo haga sufrir aún más.