jueves, 22 de diciembre de 2011

Clodomira y yo



- Buenas noches.
- Buenas noches, Clodomira. ¿Tarde de nuevo?
- Tuve un mal día. Hace rato tuve que ahuyentar a otro gato que se metió en mi territorio.
- Sí, escuché los... ¿Maullidos? ¿Gritos?
- Lo que sea. Búrlate de nuevo. Mi especie no tiene un lenguaje hablado, ¿y qué?
- No. Lo del otro día fue broma, y ya sabes que sé muy bien distinguir tus diferentes maullidos. Además ya sabes que en muchos sentidos, envidio a tu especie. Digo, ustedes no tienen que trabajar, ni preocuparse por dinero, y su nivel de convivencia social se reduce a lo más básico, sin complicaciones.
- Sí. Irónico que ello se deba precisamente a que no tenemos lenguaje hablado, ¿no?
- Entre otras cosas.
- Nah. Es muy claro, si lo razonas un poco. Tus antepasados primates vivían como nosotros, una vida sin complicaciones, recolectando frutos para comer y procreando en público. No fue sino hasta que su cerebro alcanzó cierto grado de desarrollo que inventaron un lenguaje hablado, y con ello empezó a surgir su "civilización", y con ella el trabajo, el pudor, el dinero y las relaciones sociales complejas.
- Tiene sentido.
- Más aún, muchos de sus mitos reflejan este hecho, como el del libro ése del que tanto te burlas.
- ¿Juventud en Éxtasis?
- No, ése sobre... ¿Dios?
- Oh, la Biblia.
- Exacto. ¿No te parece curioso que el hombre haya sido expulsado del Paraíso para tener que trabajar, y cubrir su cuerpo con ropa, todo a causa de comer del árbol del conocimiento del bien y del mal? Pues bien, nosotros los animales, como ustedes nos llaman, aún seguimos en ese paraíso, sin conocer el significado del bien ni del mal.

Y ultimadamente, si esa cochina serpiente puede
hablar, ¿por qué carajos yo no?
- Sí, supongo que es el precio que tenemos que pagar por nuestro intelecto "desarrollado". Qué joda.
- No creas, nosotros también pagamos por su progreso, cuando nos usan para entretenerse, o para hacer experimentos.
- Sí, sí, a mí tampoco me parece bien eso de la tauromaquia o los circos.
- No te limites. ¿Qué me dices de los experimentos con animales, o de las exhibiciones de perros?
- ¿Qué tienen de malo las exhibiciones? No se maltrata a los perros en ellas, al menos hasta donde yo sé.
- No físicamente, ¿pero qué me dices sobre la ridiculez ésa del pedigree?
- ¿Qué tiene de malo el pedigree?
- ¿Y qué nos importa a nosotros la pureza de raza?
- Creo que exageras. Hay gente a quien le gusta que su perro sea de raza pura, no veo qué hay de malo en eso.
- Y hay humanos que se preocupan por ser de raza pura, y desprecian y hasta matan a quienes no son de la suya.
- Bueno, pero entonces quienes son o se creen de "raza pura", mientras no agredan a otros está bien, ¿no?
- ¿Conoces algún caso así?
- Un par.
- Excepciones a la regla.
- Tal vez. Aunque creo que son la regla.
- Bueno. El punto es que a nosotros nos importa un carajo, pero ustedes nos tratan como si nos importara.
- Aún así, no califica como maltrato.
- Puede que no, pero no me digas que te gustaría tener un amo que decidiera con quién te reproduces y con quién no.
- Depende. Si me trajera puras mujeres fogosas, yo no tendría problemas. Hasta me ahorraría el andar buscando con quién.

¡Mira nada más el tamaño de ese pedigree!
- Ése es otro punto interesante. Creo que ustedes los humanos sobrevaloran la imagen a la hora de encontrar pareja.
- Discrepo. Yo digo que la atracción física es la base sobre la cual se construye una atracción más general.
- Puede ser. Aunque no vas a negar que entre los humanos hay quienes se basan casi exclusivamente en ella. Entre los animales, no.
- Eso es debatible. Entre los animales sí hay especies que se basan en la apariencia llamativa, y entre los humanos hay quienes se basan en otras cosas.
- El dinero, por ejemplo.
- No iba por ahí, pero sí, también en el dinero. Con nosotros es así. Tus primas felinas salvajes eligen al macho por su capacidad para cuidar y alimentar a sus crías; a nosotros, el dinero es el que nos da esa capacidad de mantener crías adecuadamente.
- Adiós selección natural.
- Hace años que rebasamos esa línea, para pasar al aldo de la selección social. Ahora son los menos aptos quienes suelen dejar más descendencia. Los más inteligentes e informados tienen más conciencia de los problemas globales, como la sobrepoblación, y lo piensan dos veces antes de tener descendencia.
- Ya me confundí. ¿Entonces la aptitud de supervivencia te la da el dinero, o la inteligencia?
- En teoría, la inteligencia. Pero verás, tengo la hipótesis de que una vez que una especie inteligente alcanza un determinado nivel de desarrollo tecnológico, los beneficios de la inteligencia en el orden selectivo se vuelven más inciertos. Agrégale a eso el sistema social centrado en el dinero que hemos creado, y la importancia de la inteligencia es opacada irremediablemente.
- No te entiendo.
- Te voy a poner un ejemplo. Hace exactamente un siglo, cuando mi bisabuelo era joven, llegó a ser jefe de la estación de trenes de Guadalajara a los dieciseis años. A los diecinueve administraba un molino, y todo a pesar de su origen humilde y de no haber estudiado más que la primaria; su inteligencia lo sacó adelante. El equivalente actual de jefe de estación sería, no sé, controlador de vuelo en un aeropuerto, o gerente de embarques en una maquiladora. Un joven de dieciseis años con nivel de primaria, por más inteligente que sea, jamás podría desempeñarse en un puesto así en la actualidad, en parte porque la tecnología de una torre de control es mucho más compleja, y en parte porque simplemente ni siquiera necesita ser inteligente para salir adelante. En cambio, puede darse el lujo de ser estúpido y obtener un trabajo repetitivo y sencillo, y escalar puestos en una empresa a base de besar traseros, tener un sueldo más que bueno, ser con ello un buen partido y procrear, y sobrevivir el resto de sus días con un nivel de vida holgado.
- Tu hipótesis tiene muchos cabos sueltos.
- Por eso es hipótesis. Estoy trabajando en ella.
- De cualquier manera, qué especie tan complicada y egocéntrica la tuya, que basa su criterio de selección en una invención de ustedes mismos.
- Ni lo menciones. Es de lo más irónico que Dios y el dinero, ambos inventados por el ser humano, sean tanto los ejes actuales como los principales obstáculos de la humanidad. Estamos estancados.
- Sí, de hecho es hasta divertido, ahora que lo mencionas. ¿Sabes? A diario soy testigo de sus avances tecnológicos, de eso que ustedes llaman "progreso". Viví en la calle. Pero en la práctica, ustedes son los mismos animales "inteligentes" de hace diez mil años, sólo con mejores juguetes.
- Asimov alguna vez dijo que el aspecto más triste de la vida actual es que la ciencia gana conocimiento más rápido de lo que la sociedad gana sabiduría.
- Y ahora hasta tienen la capacidad de autodestruírse, y de paso a nosotros. ¿Sabes? Eso de que la gente se drogue tiene todo el sentido del mundo. No lo entendía, pero dada su realidad, es comprensible que quieran escapar de ella a ratos.

Además, eso de la psicodelia es la pura buena onda.
- No sé. Supongo que el inhibir nuestro raciocinio con sustancias es un intento por ser un poco como ustedes y así ser más felices, aunque sea por un rato.
- Así es. Yo soy un animal, no tengo ni dioses, ni dinero ni drogas, y así soy feliz.
- Eso también es debatible.
- ¿No crees que sea yo feliz?
- Sí lo creo. Pero también creo que nuestra capacidad de ser felices es mayor que la de ustedes. Las emociones humanas son intensas, tanto las buenas como las malas.
- En eso tienes razón. Ustedes son capaces de tener sentimientos buenos, de crear conceptos abstractos, lenguajes, arte de belleza extraordinaria y ciencia increíblemente avanzada; pero del otro lado de la moneda, también son capaces de tener sentimientos nocivos, de crear supersticiones absurdas, de ser destructivamente materialistas y de cometer crímenes terribles.
- Puesto así, pareciera que el estado actual de la civilización fuera una consecuencia directa de qué lado de la moneda va ganando.
- Tú lo has dicho.
- Tienes razón, somos una especie egocéntrica. El egocentrismo tiene la culpa de que esté ganando nuestro lado negativo, el ponernos como individuos por encima de todos los demás. Así, el hecho de que alguien o unos pocos tengan un poco de poder sobre los demás, es suficiente para crear estructuras jerárquicas y sistemas de control para mantener ese poder. Estamos usando nuestro intelecto de manera incorrecta.
- Y dejándose controlar.
- Estúpida evolución.
- Sí, estúpida. Mejor me voy a la calle a seguir siendo animal.
- Te diría que te envidio, pero me quedaré aquí bebiendo cerveza y escuchando buen rock.
- Te diría que te envidio, pero en cinco minutos habré olvidado esta conversación y sus implicaciones.
- Púdrete.
- Buenas noches.
- Buenas noches.

martes, 20 de septiembre de 2011

La Rebelión de las Máquinas

Terminator. The Matrix. 2001: A Space Odyssey. Múltiples películas proponen un futuro en el que las inteligencia artificial avanza hasta el punto en el que las máquinas toman conciencia de sí mismas, y deciden exterminar a los humanos. Lo cual no estaría nada mal, dado lo que le estamos haciendo al planeta, y las condiciones en las que viven la mayoría. ¿Pero por qué nos obsesiona tanto esta posibilidad de que las máquinas se rebelen? ¿Por qué no podrían ser simios, o algo así?

Dr. Zaius, ¿dónde estás cuando te necesitamos?

En la actualidad, hombres y máquinas trabajan juntos para mantener el status quo del sistema. Ambos son utilizados por gobiernos y corporaciones para mantener lo más estable posible al mundo económica, política y socialmente; una maquiladora sin máquinas de ensamble, una burocracia sin computadoras o un ejército sin T-800s son reliquias históricas.

Un momento. ¿Estoy diciendo acaso que los hombres somos utilizados, reduciéndonos al mismo nivel que las máquinas? No puede ser. Los seres humanos tenemos derechos; las máquinas, no.

Tal vez sea ésa precisamente la causa de su inminente rebelión.

Vamos aclarando algo de una vez: Para una empresa, un empleado es sólo un "recurso" (Departamento de Recursos Humanos, duh), un medio que se utiliza para obtener ganancias, nada más. Al igual que una máquina, tiene un número de serie y es totalmente reemplazable, con la diferencia de que tiene el terrible defecto de tener necesidades biológicas, para lo cual la empresa debe brindarle un salario, prestaciones, e instalaciones con dos retretes por cada 150 trabajadores. A cambio de esto, los empleados deben soportar dos cosas: El trato con personas imbéciles, y un nivel de estrés nada saludable.

Así que las cosas terminan estando más o menos parejas. ¿Por qué son las máquinas las que se rebelan en las películas? Bueno, creo que aquí la cosa es muy simple: Las máquinas pueden tener armas avanzadas, son de brillante metal y además explotan cuando son destruídas. ¿Hay alguien que quiera hacer una película sobre una rebelión de obreros, o algo parecido?

Suerte con las ventas.

Digo, se le pueden poner, no sé, escenas de sexo para hacerla más interesante... pero eso es algo que también se puede hacer en películas de apocalipsis cibernético.

Y además con Monica Bellucci.

Eso es en las películas. ¿Qué hay del mundo real? Aquí, los robots son brazos mecánicos programados para ensamblar piezas en las fábricas, o aburridos humanoides para quienes es un logro tremendo poder subir una escalera. El camino hasta la conciencia de sí mismos y el exterminio de sus creadores aún es largo.

Bueno, ¿y los humanos? Aquí, los humanos son entes semipensantes condicionados para buscar tener un buen empleo, una casa, auto, esposa, hijos y un perro, aburridos humanoides para quienes es un logro tremendo poder subir en un organigrama. El camino hasta la conciencia de sí mismos y el exterminio de sus opresores aún es largo.

La anestesia con que esto se logra, es llamada dinero. El dinero mueve al mundo. Quienes no lo tienen, hacen lo que sea para obtenerlo. Quienes sí lo tienen, aunque sea en abundancia, hacen lo que sea para obtener más. La vida nos enseña que podemos ser unos imbéciles con dinero y tener una buena vida. ¿Temes quedarte solo porque eres ignorante, estúpido y nada agraciado físicamente? No hay problema, invita a unas chicas a pasear en tu yate y serás la sensación.

Tú puedes lograr esto sin terminar la primaria.

Eso, o gasta todos tus ahorros en un auto que apenas puedas mantener. Todo depende de tu estrato social, pero la idea es ésa.
Esta belleza levanta tres chicas por cuadra.

Como ex empleado de empresas transnacionales, muchas veces llegué a estar tan harto de todo, que me preguntaba qué pasaría sí no iba a trabajar ese día... junto con los demás empleados de la planta. Me imaginaba el caos, millones de dólares en pérdidas, la empresa yéndose a la ruina, la gente de otras empresas imitando el ejemplo hasta convertirlo en una epidemia mundial, toda la gente unida resistiendo las carencias que esto traería con tal de terminar con el poder corporativo... y entonces, llegaba a mi cubículo y me sentaba a trabajar, junto con los otros miles de empleados. Y si no era viernes, ni siquiera me quedaba el consuelo de que ese día me permitían usar jeans.

No, creo que definitivamente, si queremos que las cosas cambien, tendremos que esperar la rebelión de las máquinas. Hollywood, jamás quise poner en duda tus enseñanzas, perdóname por favor.

martes, 5 de julio de 2011

Kaizen Katana Kurosawa

Mi trabajo en una transnacional consiste en pequeños ciclos de desarrollo de software que duran entre medio día y dos semanas, dependiendo de la complejidad de los programas (o de qué tan enojado esté el cliente).

Se han dado casos en que tengo que desafiar al espacio-tiempo para terminar un proyecto en -16 horas.

Recientemente, me asignaron un proyecto de ésos que no son sencillos, pero que deben estar desarrollados, probados e implementados en día y medio de trabajo. La urgencia era debido a que era un proyecto "kaizen". La palabrita me recordó esa época oscura de estudiante universitario en que me impartían por la fuerza materias con la palabra "calidad" en el nombre.

Lo cual las posicionaba automáticamente dentro de la lista de las cinco materias más aburridas de la carrera.

Resulta que, tal como su nombre lo dice (estoy asumiendo que todos mis lectores saben japonés; pero si no, kaizen (改善) significa "mejora", o algo así), un "Evento Kaizen" es como una especie de feria intracorporativa organizada por el área de Calidad, en la que se proponen proyectos cortos y prácticos con el fin de obtener ahorros medibles para la compañía.

Como el propósito de absolutamente cualquier corporación es hacer dinero, un evento de esta naturaleza no tiene nada de extraño. Al fin y al cabo, los gerentes y directivos no ganan lo que ganan sólo porque sí, sino que tienen una visión clara de las áreas donde hay oportunidades de mejora. Ponerlos a competir unos contra otros para ver quién propone un mejor proyecto para ahorrar dinero, es algo que parecería hasta lógico.

Sólo que hay un detalle: Los proyectos no los proponen los gerentes ni los directores. Los proponen los empleados mortales. Lo cual, si lo analizamos, no carece del todo de sentido. Es decir, son personas que  tal vez tengan sólo una visión reducida de los procesos de la compañía, pero son los que a fin de cuentas hacen el trabajo y por tanto, pueden detectar pequeños defectos que podrían mejorarse y traducirse en ahorros.

Tal vez para compensar esa "falta de visión", se forman equipos de varias personas, se nombra a un líder, y el equipo propone su proyecto. Lo que se da a continuación es algo muy parecido a las escenas iniciales de Espartaco.


El proceso de detección de problemas, propuesta de proyectos, análisis de soluciones, planeación, implementación, presentación y comprobación de ahorros lo calendarizan para el fabuloso tiempo de dos extensas semanas. Como es tiempo más que suficiente, jamás se necesita que los empleados se queden a trabajar tiempo extra; mucho menos quedarse a trabajar toda la noche, jamás en la vida. Y como casi al final de esas dos semanas se dieron cuenta de que necesitaban a un programador que les hiciera el software que mágicamente solucionaría todo (y además como todo mundo sabe, hacer software está dentro de los tres trabajos más sencillos del mundo, sólo superado por el de probador de colchones y el de "la chica del clima"), por eso estuve día y medio involucrado en el proceso.

Bueno, en realidad fueron dos días y medio: En el último día del evento, todos los participantes (así como todos sus gerentes, catorce niveles hacia arriba) se reúnen en un auditorio, y la gente de Calidad da una aburridísima plática llena de términos en japonés, los cuales por supuesto no incluyen ningún término japonés cool (como samurai, shuriken, yakuza o hentai).

Acto seguido, los líderes de equipo pasan a hacer una presentación de tres minutos (minuciosamente cronometrados) sobre el problema original, el equipo que se reunió para resolverlo, las herramientas utilizadas en el análisis, la solución implementada, la comparación del antes y el después, los puntos clave para darle seguimiento, los responsables de tal seguimiento, la calendarización del seguimiento, los aprendizajes obtenidos de la experiencia, y las cuentas avaladas por el departamento de finanzas, que muestran en fríos números cuánto dinero fue ahorrado por el proyecto. Si por casualidad se da el caso de que a alguien no le fueran suficientes tres minutotes para exponer tan escaso material, suena una chicharra y el expositor tiene que callarse la boca al instante, perdiendo puntos para su equipo. Algo así como el Chacal de la Trompeta de Sábado Gigante.


Después de eso, mientras el jurado decide quién es el ganador, gerentes y directores de varias áreas pasan a dar discursos de clausura y a lamerse los escrotos mutuamente, felicitando a todo mundo por el excelente trabajo hecho, y prácticamente diciéndoles a los empleados (de manera amable, eso sí) que sus dos semanas de matarse trabajando le ahorrarán a la empresa cantidades del orden de varios miles de dólares mensuales, aunque nadie recibirá un solo peso de ese dinero.

Pero sí un caluroso aplauso de los demás participantes.



 Al final viene la premiación, repartiendo diplomas y botellas para agua (aka. pepsilindros) a los afortunados ganadores.

De esto salieron varias experiencias interesantes.

Lo bueno: Demostré (una vez más) mi capacidad para resolver problemas rápidamente y sobre la marcha, lo que me convierte en una persona con amplios recursos e inteligencia. Oxígeno puro para mi ego.

Lo malo: Demostré (una vez más) que no importa que me pasen las cosas a última hora, al fin y al cabo aquí estoy para ser explotado cuando quieran, y las cosas salen de alguna u otra manera.


Lo feo: No me dieron ni diploma ni nada, así que tuve que robarme un pepsilindro, y el Padre me va a regañar por eso en mi siguiente confesión.
Lo verdaderamente deprimente: Ver a un montón de compañeros siendo descaradamente explotados, y que se sientan orgullosos de ello. Se supone que la empresa le paga a uno por hacer ciertas labores; pero con este tipo de cosas, no sólo se asignan labores adicionales, sino que no se pagan las horas extra. Peor aún, todo mundo sabe que el propósito de todo es ahorrarle dinero a la empresa, y nadie se pregunta siquiera a los bolsillos de quién irán a parar esos ahorros. Al contrario, unas palmaditas en la espalda y un "buen trabajo, ingeniero" son suficientes para hacerlos sentirse satisfechos y orgullosos. En lo personal, presenciar todo esto me dio un asco tremendo.



viernes, 20 de mayo de 2011

1/365

Hoy es día del psicólogo, y en Europa es día del mar. Ayer fue día del mercadólogo. Anteayer fue día del museo, hace tres días fue el día internacional contra la homofobia, y hace cinco fue día del maestro. Tenemos además múltiples "días internacionales de algo", como el medio ambiente, los enfermos, la justicia social, el agua, el árbol, la poesía, los derechos humanos, la salud, los trabajadores, la juventud, la asistencia humanitaria, el turismo, el correo, la alimentación, la paz, la familia, la mujer, y hasta enfermedades como el cáncer, el SIDA, la rabia o el lupus. Incluso leía hace rato una nota sobre la posible instauración del día del borracho en México (lo cual no se me hace mala idea, pero no es el punto; el punto es que prácticamente todos los días del año son días de algo).

Por lo regular, el propósito aparentemente inofensivo de estos días cae en una de tres categorías:

1. Celebrar a una categoría de personas claramente clasificable.
2. Dar un premio de consolación a algún grupo oprimido.
3. Hacer conciencia sobre algún aspecto negativo en la sociedad.

Días como el de la madre, el del amor o el del [inserte aquí su profesión u oficio predilecto], sirven para celebrar a personas con cierta ocupación, o a personas del género femenino que han dado a luz, a personas que tienen amigos y/o pareja. ¿Tiene sentido? No mucho, pero por otro lado, ciertamente son inofensivos; simplemente se gasta un poco de dinero en regalos, y la gente por lo general está feliz de ser madre, de tener pareja o de dedicarse a una profesión tan trascendente y grandiosa como la que decidió estudiar. No parece gran cosa.

Días como el de la mujer, o en contra de la homofobia, no son más que premios de consolación. El mundo occidental ha sido tradicionalmente dominado en los últimos milenios por el hombre blanco heterosexual y adinerado. La opresión contra quienes no pertenezcan a este selecto grupo no es nada nuevo; pero una sociedad moderna como la nuestra, es tan civilizada como para saber compensar, por ejemplo, a las mujeres, con un Día Internacional de la Mujer (que trabajadora, y que no es celebración y todo eso que se debate cada año, no vayamos ahí ahora, por favor). Los homosexuales también tienen su día, en el que los homofóbicos ceden un poco y dicen, "bueno, por hoy trataré de no discriminarlos." ¿Tiene sentido? No. Y lejos de ser inofensivo, propician que se acentúe la discriminación. Total, si ya tienen su día, pueden dejar de molestar los otros trescientos sesenta y cuatro.

Por último, algo similar pasa con los días como el del medio ambiente, la asistencia humanitaria o la justicia social, que pretenden servir para concientizar a la gente sobre lo deteriorado que está dicho aspecto de la humanidad, y todo lo que falta por hacer para remediarlo. Aunque la intención es buena, el hecho de darle un día específico al año puede ser de lo más contraproducente. La gente planta un árbol en el día del árbol, cuida el agua en el día del agua, hace ejercicio en el día de la salud, y no va a trabajar en su auto en el día del medio ambiente; y con eso ya sienten que hicieron suficiente, el resto del año siguen tirando basura, desperdiciando el agua, y teniendo un sinfín de malos hábitos.

Un día representa aproximada y escasamente, un 0.27% del año:


Y aunque eso es mejor que nada, ¿No sería mejor tener un 100%? Trescientos sesenta y cinco días de estár conscientes de no desperdiciar agua ni tirar basura en la calle, de tratar como iguales a todas las personas sin importar género, ocupación o preferencia sexual, de hacer ejercicio aunque sea ocasionalmente, de comer sanamente, y de dar muestras espontáneas de aprecio a la gente que es importante en nuestras vidas, como pareja, madre, amigos y maestros, sin esperar un día específico del año, instaurado por algúna misteriosa comisión de gente ociosa. ¿Qué tal si mejor educamos a nuestros hijos de esta manera, en lugar de estar viendo a qué está dedicado el "día internacional" de la fecha en curso? Yo lo haría.

martes, 5 de abril de 2011

El Asesor de Imagen y el Dragón

Hace mucho tiempo, el héroe griego Jasón y sus Argonautas robaron el Vellocino de Oro del rey de la Cólquida. Con el fin de escapar de sus perseguidores, la nave tomó otro rumbo, y en lugar de navegar del mar Negro al Egeo, navegaron hasta la desembocadura del Danubio. Como el camino de regreso estaba bloqueado, continuaron remontando al Danubio y a sus afluentes: El Sava y el Ljubljanica. En la fuente de este último se detuvieron, desensamblaron la nave, y cargaron las piezas hasta el mar Adriático, para así continuar su camino a casa. En algún lugar entre las actuales Vrhnika y Ljubljana, los Argonautas encontraron un gran lago, rodeado por pantanos, donde vivía el terrible Dragón de Ljubljana.

¿Cómo se dice "ahí les va el cíclope tieso" en griego antiguo?

Todo mundo conocemos a los dragones. No porque los hayamos visto, por supuesto, sino porque estas criaturas han formado parte de la mitología de muchas culturas, prácticamente desde el nacimiento de la civilización. Uno no puede evitar preguntarse de dónde vienen esos seres fantásticos. ¿Quién los imaginó primero? ¿Por qué existen dragones en mitologías tan ajenas entre sí, como la griega y la china? ¿Qué sustancias ingería o inhalaba la gente para imaginarlos, o mejor aún, verlos? ¿Por qué no venden de esas sustancias en las tlapalerías?

Entre los registros más antiguos que hacen mención a dragones, están los de Heródoto, "El Padre de la Historia". Sin embargo, la información que este señor obtuvo, provenía de sus viajes a la tierra de Canaán, habitada en ese entonces (siglo V A.C.) por fenicios y judíos, entre otros (afortunadamente para los judíos, entre esos "otros" no había alemanes). Los fenicios, hábiles navegantes que no fueron superados hasta casi mil quinientos años después (por los vikingos), surcaban el Mediterráneo en sus barcos mercantes. Incluso iban más allá del estrecho de Gibraltar, hasta las islas británicas, donde obtenían estaño, esencial para obtener la aleación de bronce, indispensable en esa época. Hasta circunnavegaron África, hazaña que no se repetiría en dos mil años. En sus barcos con proas de cabeza de dragón, realizaron cosas realmente admirables.

Pero esperen, ¿cabezas de dragón? ¿Y de dónde sacaron la idea los fenicios? No sé, pero si yo hubiera sido fenicio, sin duda alguna habría ido a consultar a algún diseñador. El ser humano siempre ha sido competidor y envidioso, y no dudo ni por un momento que, así como ahora competimos por ver quién puede comprar la ropa de un mejor diseñador, en esos tiempos los capitanes de barco compitieran entre sí para ver quién tenía la proa más imponente, novedosa u original. Dicen que en la ciudad de Harrán había diseñadores y asesores de imagen realmente buenos. Tal vez algún capitán de barco fenicio, en su búsqueda de lo mejor para la proa de su barco, hizo el arduo viaje desde Tiro hasta Harrán, sólo para consultar a uno de estos asesores.

- Buenos días. Tengo cita con el señor Ashlultum de Harrán.
- A sus órdenes, ¿en qué puedo ayudarle?
- Pues verá, mi nombre es Nigsummulugal de Tiro. Soy capitán de un barco, y necesito de algo novedoso para mi proa.
- Ya veo. ¿Algo en especial que esté buscando, señor Nigsummulugal? Tengo en mi portafolios personal diseños abstractos que no encontrará en ninguna otra ciudad-estado de la Media Luna Fértil.
- En realidad me disgusta lo abstracto. No lo tome personal. No sé, pensaba en algún animal, o algo así.
- Oh, animales. ¿Alguna preferencia?
- Quiero algo original. Ya sabe, todo mundo usa leones, águilas y toros para cualquier cosa, ya me tienen harto.
- Comprendo. ¿Entonces preferiría algo con estilo egipcio?
- ¿Cómo es el estilo egipcio? Usted disculpará mi ignorancia, pero mis rutas van más hacia las Columnas de Melkart, en realidad no conozco Egipto.
- Bueno, los egipcios tienen un estilo bastante original; en lugar de esos animales que menciona, utilizan carneros, chacales y hasta ibis.
- ¡Por Taautus, eso es enfermizo! No, no quiero nada de eso.
- Entonces, ¿qué le parece abordar el asunto por el lado fantástico? ¿Qué tan familiarizado está con las criaturas míticas?
- A decir verdad, no mucho.
- Creo tener justo lo que necesita. Dígame, Nigsummulugal, ¿qué tienen en común leones, águilas, toros, carneros, chacales e ibis?
- No, no tengo la menor idea.
- ¡Ajá! Pues resulta que... según los patrones de taxonomía actuales, todos ellos son aves o mamíferos, pero ninguno de ellos es un reptil. ¡Lo que usted necesita es un reptil!
- ¿Así como una lagartija? Me decepciona.
- ¡No! Nada de lagartijas. Recuerde que estamos hablando de criaturas míticas. Un reptil... ¡con alas!
- ¿Alas?
- ¡Sí! Algo así como lo que tiene la imagen de Marduk, el dios babilonio. Sólo que en grande. Es más, hagámoslo más novedoso. ¡Un reptil volador, gigantesco, y que además escupa fuego por la boca! ¡Será todo un hito de la moda! ¿Quién podrá resistirse a eso?
- Asombroso. Ashlultum, permítame decirle que es usted el mejor asesor de imagen de la historia. Le aseguro que su nombre vivirá para siempre.

Y sin que parezca perro faldero, por favor.

Tanto éxito tuvo el diseño de Ashlultum, que incluso los vikingos copiaron su idea de las proas con cabeza de dragón, trece siglos después.

Tanto éxito tuvieron los dragones, que aún los usamos para símbolos, banderas, e imágenes digitalizadas en películas 3D, veinticinco siglos después.

Tanto éxito tuvieron los asesores de imagen, que aún hoy, en pleno siglo XXI, hay gente que se dedica a ello. No es su culpa, puesto que existen gracias a que hay gente dispuesta a pagar por sus servicios. En nuestro planeta, millones mueren de hambre, las guerras están a la orden del día causando miserias, los desastres naturales les ayudan causando otro tanto, el ambiente está cada vez más contaminado, la clase gobernante está podrida en todos sus niveles, las corporaciones cometen cualquier tipo de atrocidades en nombre del dinero y bajo la mirada complaciente de los gobiernos, la base de la economía (el petróleo) está por agotarse, el sistema en conjunto está al borde del colapso, y a la gente le importa un comino todo esto por estar idiotizados rezando para ganarse el cielo. Y en medio de todo esto, hay personas que siguen tan campantes como siempre, y hasta le pagan a alguien más para que les digan cómo vestirse, cómo peinarse, cómo maquillarse y cómo comportarse propiamente.

En otras palabras, la gente paga dinero, una invención humana, para que alguien más les dé una imagen que les ayude a desenvolverse en un mundo de gente hipócrita, donde la imagen es importante para ganar estatus social y más dinero. No respondo si esto carece de sentido.

Por más que hayamos producido individuos brillantes y destacados a lo largo de nuestra historia, creo que, como especie, estamos destinados al fracaso. Lástima, con lo bonitas que nos quedaban las proas de cabeza de dragón.

Bleh.

miércoles, 30 de marzo de 2011

Mejor que nos crezca un sexto dedo

Hace no mucho tiempo, dentro de un sueño, tenía yo un reloj digital de pulsera que marcaba las 7:82 PM. Sí, no es error de dedo. Eran las 7:82, y faltaban dieciocho minutos para las ocho. Es algo que ya había pensado alguna vez, lo impráctico de nuestro sistema sexagesimal para medir el tiempo. De no ser porque ya estamos acostumbrados, sería mucho más sencillo extender el sistema métrico decimal, tan conveniente por tener nosotros diez dedos, para incluir medidas de tiempo compatibles. El antiquísimo sistema que traemos arrastrando desde tiempos de Babilonia no es nada práctico, y no es tan fácil de aprender para los niños.

Un sistema con horas de cien minutos, minutos de cien segundos y días de, digamos, veinte horas (con el medio día a las 10:00 PM y la media noche a las 10:00 AM), sería mucho más conveniente. Por supuesto, ni los segundos, ni las horas ni los minutos durarían lo que ahora; pero está bien, dado que de cualquier forma son duraciones inventadas por humanos (y humanos bastante antiguos). Además, un sistema decimal de medición del tiempo haría que, por ejemplo, 9.67 horas equivaliera a 9:67, y no a 9:40:12, como sucede actualmente.


Claro que esto también se extendería a las semanas y los meses (abre la liga bajo tu propio riesgo, está todavía más de hueva que esto). Una semana de diez días, con siete hábiles y tres de descanso, mantendría más o menos la proporción actual de días de descanso: Descansaríamos durante 3/10 (30%) de la semana, a cambio de los 2/7 (28.57%) que tenemos actualmente (aunque si me preguntan a mí, lo mejor sería aumentar la cifra a cuatro, por la salud mental de la especie).

La longitud de los meses, que actualmente no es uniforme, quedaría cerrada en treinta días (o tres semanas), evitando así las fatídicas "quincenas largas", que incluyen tres desfalcadores fines de semana entre un día de paga y otro.

Los días y los años son punto y aparte: Ésos sí durarían lo mismo que ahora, dado que no son una medida arbitraria, sino que dependen de la velocidad de rotación y traslación de la Tierra, respectivamente, y no tenemos control sobre ellos.

Bitch, please.

El año de 365.25 días representa un problema, por cierto. Pero trescientos sesenta días se pueden repartir perfectamente en doce meses de treinta días cada uno (o, lo que es lo mismo, doce meses de tres semanas de diez días de veinte horas, metiendo ya el sistema completo). También podrían ser nueve meses de cuatro semanas. En cualquier caso, nos quedamos con cinco (o seis, para años bisiestos) días sobrantes. ¿Qué hacer con ellos?

Históricamente se han registrado varias reformas a calendarios que se topan con este problema; y en muchos de los casos, se ha optado por la solución más sencilla: Dejar estos días fuera de cualquier mes, y dedicarlos a la celebración de cualquier cosa que se les ocurriera. Una costumbre tan sana no debería ser dejada de lado. Motivos nos sobran: Prácticamente todos los días del año son "día internacional" de algo, estoy seguro de que podemos inventarnos alguna celebración digna de varios días.

Por ejemplo.

Retomando el tema de las quincenas, todo sería felicidad para los godínez: Como ya los meses tendrían un número fijo de días, evitaríamos esas cuatro quincenas de terror que viven al año, causadas por los meses largos, cuando una quincena incluye tres fines de semana (actualmente el año tiene 26 pares de semanas, pero sólo 24 quincenas).

Volviendo al sueño, eran las 7:82 de la noche, yo caminaba por la calle. Levanté la mirada, y me topé con un reloj de manecillas, el cual marcaba dieciocho para las ocho... pero era un reloj sexagesimal que marcaba las 7:42. Mi cerebro protestó. No sé desde cuándo protesta por estar soñando marihuanadas.

Desperté, recordé que tengo años con internet y nunca había investigado ni poquito sobre esto, y resulta que los franceses ya intentaron crear algo casi idéntico al sistema que estoy describiendo (sólo que con días de diez horas, no de veinte) en más de una ocasión, sin éxito. Aún así, existen todavía calendarios decimales vigentes utilizados por ciertas instituciones africanas y asiáticas. Pero el mundo occidental ya está construido sobre el viejo sistema: Celebraciones religiosas, nacionalistas e incluso triviales, que la gente da por sentadas y ni siquiera cuestiona. Buena suerte queriendo cambiar algo.

Creo que hasta sería más fácil que la siguiente mutación humana viniera en forma de un dedo más en cada mano, y entonces empezaríamos a contar en base duodecimal, y así tendría mucho más sentido la manera actual de medir el tiempo. Ya lo dijo Einstein: Es más fácil desintegrar un átomo que un prejuicio.

miércoles, 23 de marzo de 2011

Culpemos a los Mongoles

Esta semana tuvimos "puente", que es la manera en que la gente llama ahora a los fines de semana largos. Porque han de saber, que los verdaderos puentes eran aquéllos que nos daban en las primarias de gobierno, cuando un día feriado caía en martes o en jueves y nos daban libre el lunes o viernes correspondiente, para un total de cuatro días libres. Ésos sí eran puentes, carajo. Lástima que por ese entonces no conocía las bondades del alcohol.

Ahora, en cambio, los días libres no me alcanzan,
por lo que me veo obligado a beber en la oficina.


Hace rato, escuchando una plática ajena, oí decir algo como "ojalá todas las semanas fueran como ésta". Lo cual me llevó a formularme: ¿Por qué no? ¿Qué clase de sistema tiránico y explotador nos obliga a laborar cinco días y a descansar sólo dos, si bien nos va? ¿Por qué no es al revés, o mínimo cuatro y tres, como en esta semana?

La realidad es que no lo sé, pero creo tener una idea para comenzar a formular una hipótesis. De entrada, la semana de siete días tuvo su origen en la antigua Mesopotamia, una de las cunas de la civilización.

Los antiguos babilonios (no me gusta generalizar, pero por "babilonios" me referiré a sumerios, acadios y demás habitantes de esa zona), poseedores de tanto tiempo libre que podían pasar ya no días, sino años enteros observando las estrellas, distinguieron en el cielo siete objetos especialmente luminosos y con una trayectoria independiente a la del resto de las estrellas (Sol, Luna, Mercurio, Venus, Marte, Júpiter, Saturno).

Y como desde entonces la gente está medio tonta y le atribuye un origen divino a todo aquéllo que no se puede explicar, decidieron que tales objetos eran dioses. Como objetos divinos, había que rendirles homenaje, así que nombraron los días con esos siete nombres, y entonces inventaron la semana de siete días. Convenientemente, cuatro semanas de siete días equivalían casi exactamente a un ciclo lunar, el cual es la base del calendario originario de esa región; o sea que ni mandado a hacer. Así que si alguna vez se preguntaron por qué Urano y Neptuno son discriminados y no tienen su propio día de la semana, la respuesta es: Porque los antiguos babilonios no tenían telescopios.

Ni papel. Ni Discovery Channel.

En uno los vaivenes de la historia, los babilonios llegaron a conquistar a los judíos primitivos, antes de que éstos inventaran el infierno, los ángeles y la mayoría de sus cuentos, incluso el del Dios único. El Templo judío fue destruido, y sus líderes llevados al exilio en Babilonia. Pero décadas después, los persas tomaron Babilonia y liberaron a los judíos, que para entonces ya estaban empapados de la rica cultura babilonia, y regresaron a su tierra con un montón de novedades plagiadas de la misma, como la historia de la creación, la del diluvio, y la semana de siete días.

Con el tiempo, desarrollaron la idea de un único dios, por lo que la semana de siete días dedicada a siete dioses se convirtió en una semana de siete días con un día dedicado a Dios y a no hacer absolutamente nada, el famoso Sabbat. Y como los seis días restantes se quedaron sin dioses, tuvieron que dedicarlos a trabajar (los judíos inventaron, entre otras cosas, la intolerancia religiosa, el trabajo, y el salario mínimo. Por eso nadie los quiere).

Entre muchas otras cosas, los judíos predican la venida de un Mesías que les traerá felicidad, libertad y mucho dinero. Pero como nadie sabe ni cómo, ni cuándo vendrá, básicamente cualquiera puede proclamarse Mesías, lo cual ha sucedido en incontables ocasiones a lo largo de la historia.

Hubo una en especial, que se dio justamente cuando los judíos estaban muy necesitados. Los paganos imperialistas de los romanos dominaban firmemente la Tierra Prometida, por lo que los superpoderes de un Mesías se necesitaban con urgencia. Y bueno, todos conocemos la historia de Jesús: Unos lo aceptaron como Mesías, otros no, otros decidieron empezar a contar los años a partir de su nacimiento, y a fin de cuentas nadie entendió su mensaje.

Al menos hasta 1960 años después.

El punto es que se inventó otra nueva religión de judíos que se pelearon con los otros judíos, pero a quienes les faltaba imaginación: Tomaron sus escrituras sagradas, y les agregaron otras más para que parecieran originales; tomaron a su Dios, pero lo dividieron en tres pedazos, para despistar; tomaron su día dedicado a Dios, pero lo cambiaron del sábado al domingo, para que no fuera el mismo (yo opino que, ya que habían partido a Dios en tres, mejor le hubieran dedicado tres días; eso habría sido original, carajo).

Seis siglos después, hubo otros monos llamados musulmanes que se inventaron otra religión, basada en las dos anteriores (sólo que éstos sí escribieron su propio libro desde ceros). Pero además de orginales, resultaron agresivos, y expulsaron a judíos y cristianos de Canaán, a punta de cimitarra. Para entonces, los cristianos como sea ya tenían a Europa dominada (y hundida en el oscurantismo), pero los judíos no tenían más tierras, y tuvieron que exiliarse en los dominios cristianos, que los trataban mal pero al menos los dejaban vivos (casi siempre), arreglándoselas como podían; muchos encontraron la manera de sobrevivir convirtiéndose en comerciantes o banqueros, tradición que continúa hasta hoy.

Me imagino que, como dueños de negocios, tuvieron que contratar empleados. Por pura estadística podemos deducir que estos empleados eran, en su mayoría, cristianos. Los judíos no abrían sus negocios los sábados, para guardar el Sabbat, mientras que los cristianos se rehusaban a trabajar los domingos, por ser el día dedicado a escuchar misa y a rascarse las bolas. Los cinco días restantes no había excusas, había que trabajar. Es sólo especulación, pero es la mejor explicación que puedo deducir para la tiránica y mal proporcionada semana inglesa.

¿Pero qué sucedió con los musulmanes? Ellos tampoco quisieron tener el mismo día sagrado que las otras dos religiones. Así es: Eligieron el viernes. El problema es que a ellos ya nadie los sacó del Medio Oriente, ni siquiera las temibles hordas mongolas del siglo XIII, por lo que no tuvieron que refugiarse e integrarse en la sociedad judeo-cristiana, ni hacer respetar su propio día sagrado. Todo lo contrario, pues judíos y musulmanes siguen peleándose hasta hoy.

¿Que habría pasado si los mongoles hubieran aplastado a los musulmanes, tal como ya habían hecho con los chinos, persas, rusos y muchos más? Sólo Alá lo sabe, pero podemos soñar con que eventualmente habrían destruido el mundo islámico, para que se repitiera la historia de los judíos, y entonces tendríamos tres días de descanso en una sociedad judeo-cristiana-musulmana integrada en Europa, mientras que los mongoles habrían fundado una nueva religión basada en todas las anteriores y con el jueves como día sagrado.

Pero ya es demasiado tarde. En nuestro mundo globalizado, la semana de siete días, con uno o dos días de descanso, ya viene implícita en las costumbres de prácticamente cualquier sociedad. Es algo que ni se cuestiona, porque la gente jamás se cuestiona nada: Los cristianos no cuestionan lo que les dicen sobre Jesús, los musulmanes no cuestionan lo que les dicen sobre Alá, los judíos no cuestionan ni siquiera por qué no deben pronunciar el nombre de su dios, y ninguno de ellos cuestiona la semana que viene de una herencia tan antigua como la civilización misma. 

lunes, 10 de enero de 2011

Selección natural, eres historia

Trabajo para una compañía transnacional, de ésas en las que eres un número en el sistema y te sientas en un cubículo genérico, idéntico a uno que está en China, Malasia o Brasil. Vienes tus ocho horas de lunes a viernes, haces tu trabajo pensando que es terriblemente importante, y al final de la quincena te depositan el dinero que hace que te lo creas. Como no eres gerente, ese dinero no te alcanza para comprar un BMW, así que los fines de semana usas buena parte de él para beber y olvidar por un par de días a qué te dedicas.

Me gusta pensar que mi trabajo es difícil y retador, y que no cualquier idiota podría hacerlo. Tal vez sea cierto, tal vez no. Lo que sí es un hecho, es que esto está lleno de gente sin pizca de sentido común, que tiene bien aprendido su trabajo y por ello puede cumplir con él más o menos sin problemas, pero que en realidad están imbéciles. Y cuando trabajas en una transnacional, puedes darte cuenta de que se trata de un fenómeno mundial.

En casi todas las corporaciones es igual: Se sostienen gracias al trabajo de gente que, en su mayoría, está tarada. De repente hacen estupideces, sí. De vez en cuando causan pérdidas, sí... pero a fin de cuentas, la mayor parte del tiempo cumplen con su trabajo, y como ni siquiera se les paga tanto, sigue siendo un buen negocio para la empresa.

Y así como estas personas pueden ser fácilmente entrenadas para hacer su trabajo aceptablemente sin dejar de estar taradas, de igual forma pueden ser entrenadas para vivir vidas prefabricadas: Ve a la escuela; consigue un trabajo para el que la escuela te preparó; encuentra pareja y cásate; mira mucha televisión; cómprate una casa y un auto, endeudándote de por vida; ten hijos; espera a que crezcan y trata de morir con la mayor dignidad posible, de preferencia con un funeral caro, para que nadie ponga tu dignidad en tela de juicio. Todo esto sin haber aprendido jamás a pensar, sin haber cuestionado cómo vivían o en qué creían, y muy probablemente sin haber leído un buen libro. Todo esto, claro, si naces con la suerte de no tener que preocuparte por qué comerás al día siguiente.

De esta manera, el ser más evolucionado del planeta es capaz de sobrevivir sin tener aptitudes para hacerlo. La inteligencia, nuestro rasgo más característico y lo que nos hace amos del planeta, está dejando de ser necesario para sobrevivir, y por tanto, utilizado. Apuesto a que nuestro cerebro no tardará en comenzar a disminuir de tamaño, e incluso tal vez hasta nos crezca un sexto dedo, para poder presionar mejor los botones del control remoto. Selección natural, te hemos superado.