jueves, 19 de julio de 2012

La Sección Amarilla como libro sagrado

"Tiempo es dinero", dijo alguna vez Benjamín Franklin. Aunque debió especificar que no lo decía literalmente, sino refiriéndose al uso productivo del tiempo; porque de otra forma, a mi edad yo ya debería ser millonario.

Existe otro sentido en el que esta afirmación es cierta: Muchas veces, el tiempo y el dinero son intercambiables cuando se trata de pagar por algo. Por ejemplo, cuando uno toma un taxi en lugar de un camión urbano, se paga un precio más alto en dinero, pero se ahorra tiempo; si se opta por el camión, se ahorra dinero, y podríamos decir que, al tardarnos más, pagamos ese ahorro con tiempo. Lo mismo sucede, al menos en la mayoría de los casos, cuando uno toma un avión para hacer un viaje largo, en lugar de viajar por carretera: Pagamos con dinero y con tiempo, pero nuestra elección de medio de transporte dependerá de cuál de los dos recursos estamos más dispuestos a gastar.


Recientemente tomé la decisión de trasladarme caminando diario al trabajo, precisamente con la idea de minimizar costos: Trasladándome en camión urbano, tengo que tomar dos de ellos, que en "hora pico" van más llenos que un tren nazi transportando judíos.

"¿Sí se van recorriendo para atrás, por favor?"

Entre que a veces no se detienen por ir llenos, el tráfico matutino, las paradas continuas y el hecho de que, al parecer, una ruta de camión urbano que me lleve directamente de la puerta de mi casa a la de mi oficina es mucho pedir, la duración total del trayecto es de entre 45 y 55 minutos, y me cuesta doce pesos.

Sorpresivamente, descubrí que caminando a una velocidad decente y con una ruta optimizada con la ayuda de Google Maps, puedo hacer el recorrido en 40 minutos. Es decir, me ahorro de 5 a 15 minutos en tiempo, y doce pesos en dinero. "¡Qué maravilla!", podríamos pensar, "un ahorro tanto de tiempo como de dinero, esto es aún mejor que una máquina de movimiento perpetuo."

Foucault, tú y tu péndulo pueden pasar por su premio
de consolación, gracias.


Pero no, por desgracia nada es gratis en esta vida, ni son el dinero y el tiempo los únicos medios de intercambio; en este caso, pago mi transporte con el esfuerzo (nada despreciable) que implica caminar manteniendo un paso relativamente veloz durante cuarenta minutos. Así, agregamos un tercer recurso, para al final tener dinero, tiempo y esfuerzo como opciones, muchas veces intercambiables, para pagar por algo. Claro, con sus excepciones. Como las mujeres, que te exigen todo lo que tengas de los tres.

"Lo siento, Fernando Antonio, pero esto sólo funcionará cuando
estés dispuesto a dedicarme 37 horas diarias."

¿Alguien recuerda los anuncios de la Sección Amarilla en los ochentas? "Ahorre tiempo, dinero y esfuerzo", decían.

Todo mundo sabe que ponerse una armadura de placas completa no requiere de esfuerzo alguno.

Lo cual sería maravilloso, milagroso incluso, al grado de que, si ese libro de verdad me ayudara a ahorrarme los tres recursos, sería capaz de adoptarlo como libro sagrado y fundar una nueva religión. La Religión Amarillista, podría llamarla. Y de hecho sí sería posible ahorrar los tres simultáneamente, pero sólo en caso de que decidiéramos agregar aún más factores a tomar en cuenta en nuestro ya hermoso y equilibrado sistema de medios de intercambio de tres dimensiones. Pero como estos tres bastan para el propósito de este escrito (que francamente, ni estoy seguro de cuál sea), y como los sistemas de cuatro o más dimensiones hacen que las cabezas humanas exploten, mejor dejémoslo así.

"Ahora imaginemos un cubo de cuatro dimensio..." ¡BOOM!

Ahora, analicemos algo que me inquieta un poco. En el sistema actual, tener un empleo significa que yo ocupo mi tiempo y mi esfuerzo en obtener algo, que al final resulta ser dinero. ¿No les parece que hay algo mal aquí? No hago más que pasármela indefinidamente invirtiendo dos de mis medios de intercambio, a cambio del restante. Peor aún: El dinero que recibo es sólo una fracción de lo que produzco para la empresa, y de cualquier manera mi dinero irá a parar a otras empresas cuando yo vaya a comprarles lo que necesito para vivir. O sea que básicamente me quedo en ceros, mientras que las empresas hacen cada vez más y más dinero. ¿Cómo es esto posible? ¿Acaso hay una cantidad infinita de dinero en el planeta? No, no la hay, y de hecho este es, a grandes y torpes rasgos, uno de los causantes de la crisis financiera global.

En una economía de subsistencia, como la que teníamos en tiempos primitivos, uno invierte su tiempo y esfuerzo en producir lo que necesita para vivir. Fue el surgimiento de la civilización lo que hizo necesario el trueque primero, y el dinero después. No estoy en contra del dinero en sí. Estoy en contra de un sistema centrado exclusivamente en la obtención de dinero, como en el que vivimos.

El ser humano es creativo por naturaleza. De hecho, las capacidades de imaginar, de razonar, de crear y de concebir abstracciones son, en gran parte, lo que nos hace humanos. Al estar cautivos en un sistema que nos tiene sólo produciendo dinero, nos quedan poco tiempo y esfuerzo para ocupar nuestras mentes en cosas que realmente valen la pena, cosas que podrían ser de gran utilidad a la humanidad. La civilización misma, con su creciente complejidad, ha sido posible gracias a mentes brillantes que constantemente conciben ideas nuevas. Sin embargo, en la actualidad, las personas dedicadas a la concepción de nuevas ideas están condicionadas a la disposición de dinero. La generación de ideas y avances está al servicio de gobiernos y corporaciones, con lo cual ni siquiera podemos contar con el uso de dichos avances para el beneficio de la humanidad, sino, adivinen: Sí, para la producción de más dinero. Pero no me hagan caso a mí. Ya lo dijo Buckminster Fuller, y mucho más elegantemente que yo, que sólo soy un pobre diablo que no sabe nada de la vida:

"Debemos deshacernos de la engañosa noción de que cada quién debe ganarse la vida. Es un hecho hoy que uno de cada 10,000 de nosotros puede conseguir un avance tecnológico que soporte a los otros 9,999. La juventud de hoy tiene toda la razón cuando considera estúpido ganarse la vida trabajando. Seguimos inventando ocupaciones por esta falsa idea de que todo el mundo debe realizar alguna tarea pesada o tediosa para tener derecho a existir. Así, tenemos supervisores de los supervisores y gente desarrollando herramientas para los supervisores que supervisan a los supervisores. El verdadero negocio de la gente debería ser volver a las escuelas y pensar en aquéllo que estuvieran pensando antes de que alguien viniera y les dijera que tenían que ganarse la vida trabajando."

"Básicamente, con lo que yo sueño es
con menos trabajo y más chaquetas."

Pero los idealistas, los visionarios y los niños etíopes encabezan la lista de la gente que se muere de hambre en este sistema que no puedo cambiar. Así que mejor me dejo de estupideces: Debo ponerme a trabajar.