martes, 10 de diciembre de 2013

La Changósfera

Imaginemos a un chango cualquiera. Vestido de pirata, o de cilindrero. Lo llamaremos Corazón Alegre, y será nuestra mascota a lo largo de esta entrada de blog. Imagínate su personalidad, su carisma, los trucos que podrías enseñarle... como robar carteras. Imagínate lo triste que te pondrías si Corazón Alegre muriera.

No, por favor. No me hagan vivir su muerte de nuevo.

Ahora, imagínate que tienes cuatro changos más. Los llamaremos Caín, Dr. Zaius, Oribe y Tiracaca. Imagina las distintas personalidades de todos ellos: Tal vez uno es agresivo, otro es cariñoso, otro reservado, y otro simplemente arroja caca todo el tiempo; pero todos son tus amiguitos changos.

Ahora imagina cien changos. Ya no es tan fácil, ¿verdad? ¿Cuántos changos necesitaríamos tener antes de comenzar a olvidar sus nombres? ¿En qué punto, en tu mente, tus queridas mascotas se convierten en un montón de changos sin identidad? Aunque todos y cada uno de ellos sea pelo por pelo tan chango como Corazón Alegre, llegará un punto en el que simplemente te importará un carajo si alguno de ellos muere. ¿Cuál es ese punto? ¿Cuántos changos se necesitan para que deje de importarte?

Recientemente me topé con un estudio (inglich espoquen) hecho hace diez años por un grupo de especialistas en changos (¿changólogos?), quienes descubrieron una relación entre la proporción masa cerebral/corporal y el tamaño de los grupos formados por tal o cual especie de primates. Mientras más masa cerebral con respecto a la corporal, mayores las sociedades construidas. Rebanaron tantos cerebros de chango, que incluso llegaron a tomar un cerebro no analizado y predecir con precisión el tamaño de las tribus formadas por la especie dueña de ese cerebro.

La mayoría de los simios forman grupos de alrededor de 50; cuando el grupo crece más allá de ese número, se divide en dos. Pero resultó que, al analizar el cerebro de un primate un tanto mayor, estimaron que el tamaño ideal para la sociedad de ese animal era como 150. Tal cerebro, por supuesto, pertenecía a un humano.

Probablemente a algún vagabundo que recogieron de la calle.

Me puse a pensar en las implicaciones de una revelación de esa magnitud. Un pensamiento me condujo a otro y a otro, y me abrumaron tanto, que vine aquí a desahogarme, después de varios meses.

Recuerdo que mi abuela paterna, cuando se rompía algún vaso (o envase de caguama), se tomaba todo el tiempo del mundo envolviendo todos los pedazos de vidrio en periódico o cartón. ¿Por qué? Para que el de la basura no se cortara las manos. Joder, ¿quién se preocupa por el chango de la basura? Es decir, está bien que tenga un trabajo importante, y le estamos agradecidos por salvarnos de vivir en una madriguera cavada en nuestros propios desperdicios, pero no te vas a preocupar por él como lo haces por tu mejor amigo, tu novia, o incluso tu perro.

La verdad es que la gente arroja a la basura botellas medio vacías de ácido muriático, sin importarle si al de la basura le llega a caer en los ojos. ¿Por qué? Pues porque el de la basura existe fuera de la Changósfera.

Todos tenemos una changósfera, o esfera personal de changos, la cual consiste en el número de personas que cada uno de nosotros, con nuestros cerebros de chango, somos capaces de conceptualizar como personas. Y si los changólogos están en lo correcto, es físicamente imposible que tal número sea mucho mayor a 150. La mayoría de nosotros no tenemos cabida en nuestra changósfera para el mono que se lleva la basura; pensamos en él simplemente como el mono que se lleva la basura.

No es culpa nuestra, es simplemente la forma en que nuestro cerebro está construido. Todos tenemos cierto círculo de gente en la que pensamos como personas, por lo regular nuestros amigos, familia, vecinos y compañeros de trabajo. Cualquiera fuera de esas pocas docenas de individuos no son personas para nosotros, sino alguna especie de personajes unidimensionales.

¿Recuerdan la primera vez que vieron a algún maestro fuera de la escuela? No sé, a Miss Rosita comiendo tacos de buche en El Diente Fino, o al director saliendo de una sex shop. ¿A poco no fue surreal ver que esa gente tiene una vida fuera del salón de clases?

Por favor, ellos no son personas; son sólo maestros.
Es por eso que "desplazamos" a la gente de nuestras vidas; todos estamos conociendo gente nueva todo el tiempo. Algunos se quedan y otros no, pero los que se quedan terminan desplazando a otros que ya estaban ahí. Sales de la escuela, entras a trabajar, y tu círculo ahora son tus compañeros de trabajo; los de la escuela, salvo un par quizá, quedan en el olvido, seres unidimensionales que ponen fotos de su comida y sus bebés en facebook.

Bueno, ¿entonces está mal tener 1183 amigos en facebook? ¿Al final, cuál es el maldito problema con todo esto? Pues no mucho: Es simplemente la razón por la cual todas nuestras sociedades son disfuncionales.

¿Qué te afectaría más: La muerte de tu mejor amigo, o la de veinte niños de otra ciudad, cuya guardería sin rutas de evacuación adecuadas se incendió? ¿La muerte de tu mamá, o la de mil personas indonesias a causa de un tsunami? Todos ellos son seres humanos, pero mientras más cercanos a tu changósfera, más significan para ti. De manera similar, tu muerte no significará nada para los chinos; o en todo caso, para nadie que esté a más de veinte metros a la redonda de ti en este momento.

"¿Y por qué deberían de importarme estas personas? Ni siquiera los conozco", dirás. Y tendrás toda la razón. Estamos tan programados de esa manera, que hasta parece ridículo comparar la muerte de nuestro mejor amigo con la de desconocidos al otro lado del mundo. Traemos programada la doble moral, una para la gente dentro de nuestra changósfera, otra para el 99.999% de la población mundial que está fuera de ella.

- Maté a un par de policías. ¿Tú mataste a alguien?
- A algunos policías.
- ¿Personas de verdad?
- No. Sólo policías.

Mr. Pink y Mr. White, Perros de Reserva (1992)
Piensen en todo esto la próxima vez que se atoren en el tráfico, cuando comiencen a mentar madres a diestra y siniestra; imaginen actuar de esa manera en un grupo mucho menor. Como por ejemplo en un elevador, con un amigo y dos compañeros de trabajo, y tu amigo presionando el botón equivocado. ¿Cómo te verías gritándole, "APRENDE A USAR UN MALDITO ELEVADOR, IMBÉCIL"? Pensarían que eres un jodido loco. La realidad es que todos nos volvemos un poco locos cuando estamos en grupos mayores a nuestra changósfera; de ahí ese sentimiento de invencibilidad cuando estamos entre la multitud gritándoles improperios a los jugadores de futbol. Por todos lados hay evidencia de la changósfera y su influencia en nosotros. Una vez que empiezas a analizar el comportamiento de la gente en términos de su propia changósfera, ya no puedes dejar de verlo. Como la Matrix, o algo así.

"Pues yo sí soy amable con los extraños. ¿Has considerado la posibilidad de que eres un bastardo insensible por escribir estas estupideces?" Claro, seguramente no te esfuerzas en ser un hijo de puta con los extraños... de la misma manera en que no te esfuerzas en ser un hijo de puta con los perros de la calle.

El problema es que, eventualmente, tus necesidades y las de quienes están dentro de tu changósfera requerirán joderte a alguien fuera de ella. Es por esto que ninguno de nosotros (espero) pensaría jamás en robarle dinero al vecino, pero no nos importa robar el internet, o quedarnos con el cambio de más que nos dan en el Oxxo. Pueden darme las excusas que quieran, pero la realidad es que en nuestros cerebros de chango, el vecino es un ser humano, mientras que la compañía de internet o el Oxxo son frías corporaciones sin rostro, y no grupos de seres humanos con un trabajo similar al tuyo.

Ésa es una de las genialidades detrás de las grandes religiones, por cierto. Los antiguos autores de textos sagrados conocían el concepto de la changósfera (aunque probablemente no la llamaban así), y sabían muy bien que es mucho más fácil adoctrinar extraños a través de un dios personal que nos dice cosas tipo, "Aquéllo que le hagas a tu prójimo, me lo estarás haciendo a mí."

"Y además, puedo aplastarte como a una cucaracha."

Mira las noticias en internet. El gobierno nos está jodiendo, es como una maldita máquina de fornicación lista para follarte mientras se come tu cheque de nómina enterito. No importa que el gobierno esté compuesto por personas, y que el dinero de tus impuestos vaya a dar al bolsillo de personas reales. Del lado contrario, los gobernantes están viendo por su propio beneficio, y por el de quienes están en su propia changósfera, por eso les importa un carajo sacarse más y más impuestos de la manga. Y si protestas, te avientan a los granaderos, cuya changósfera incluye a su jefe y a sus compañeros policías, pero no a ti.

Es imposible preocuparse por seis mil millones de personas. También es imposible que ellas se preocupen por ti. Por eso no les importa robarte el estéreo, aumentarte los impuestos, o mandarte spam de alargadores de pene. Estás fuera de su changósfera. En sus mentes, eres sólo una vaga figura con una cuenta bancaria.

Piensa en Carlos Salinas. ¿Viene a tu mente un calvo imbécil y orejón, regodéandose con los millones que se robó y escribiendo en su castillo irlandés un libro llamado "Cómo saquear un país en seis años y seguir controlándolo después de veinte"? ¿O piensas en un hombre que tiene una comida favorita, una mascota a la que quiere, que disfruta de la música, que tuvo un primer amor en su adolescencia y que probablemente se levanta todas las mañanas con una erección?

"Tus impuestos me ponen los pezones de este tamaño."

Probablemente algo dentro de ti se ofendió con eso. Percibiste eso último como un intento de ser empático con ese ladrón hijo de puta. Con el sólo hecho de imaginar posibles rasgos personales, comenzó a tomar dimensiones y a acercarse a tu changósfera.

La verdad es que ese malnacido merece que lo empalen. Pero la clave para entender a gente como él, es darnos cuenta de que a él no le importaría empalarnos, si con ello obtuviera más ingresos.

"No me jodas. NO somos changos. Estamos explorando Marte, por Dios." Pues sí, somos changos con juguetes avanzados... y también somos la única especie que va a la guerra, aprovechando que tenemos juguetes avanzados para joder a gente con changósferas muy lejanas a la nuestra. Los changos se quedan felices en sus grupos de 50, acicalándose unos a otros, mientras que nosotros nos comportamos como las masas idiotas de mucho más de las 150 personas que nuestros cerebros de chango son capaces de procesar. No vayamos muy lejos, los países más civilizados del planeta están compuestos por comunidades pequeñas, y si acaso dos o tres ciudades "grandes" que son en realidad pueblos comparados con cualquier ciudad "chica" de un país en desarrollo.

Somos una gigantesca y frágil pirámide humana sostenida por grupos de 150 que se intersectan entre sí, quejándonos de nuestro trabajo basura en la línea de producción mientras manejamos un auto que sólo una línea de producción es capaz de producir. Vivimos en una contradicción constante que nos estresa, nos enoja, y hace que nos unamos a clubes clandestinos de pelea en sótanos oscuros.

En el sistema que hemos creado, cada chango busca sus propios plátanos, y mientras cada uno comparta sus plátanos con los seres en su changósfera, el sistema se va a sostener, a pesar de que nadie esté haciendo nada por sostener al sistema; al fin y al cabo, todos estamos en la changósfera de alguien que está en la changósfera de alguien que está en la changósfera de algún político.

Y entonces, ¿qué carajos hacemos? No lo sé. No soy ni politólogo, ni antropólogo, ni changólogo (como Darwin). Pero podríamos comenzar por admitir que somos unos pendejos. Todos lo somos. Tú lo eres. ¿Esa persona molesta, siempre diciendo estupideces, siempre segura de estar en lo correcto? Bueno tú eres esa persona para alguien más. Toma todo tu conocimiento, redúcelo en un 99.999%, y obtendrás el total de lo que realmente conoces fuera de tu changósfera.

El mundo es un lugar complicado. Lo hemos hecho así gracias a que nos reproducimos sin contemplaciones y a que no sabemos cuándo es sano formar dos sociedades a partir de una demasiado grande. Cada nuevo ser trae consigo su propia changósfera que hace al mundo más complicado. No hay superchangos. Hay, tal vez, uno que otro chango sobresaliente, capaces de en verdad preocuparse por conjuntos de personas mayores a 150 (o al menos, fingir muy bien que lo hacen); pero en el fondo, ellos también son unos pendejos y han tenido vidas llenas de estupideces. Un buen ejercicio es imaginarte a tu héroe inconsciente de borracho en la vía pública, desnudo de la cintura hacia abajo; lo más probable es que le haya sucedido en algún punto.

Creo que ya a estas alturas, lo mejor es aprender a vivir con lo que tenemos. Somos los changos más avanzados gracias a nuestra enorme capacidad de adaptación. Ahora que estamos conscientes de la existencia de la changósfera, tal vez algo se nos ocurrirá para solucionar los problemas que nos trae, al menos en lo que comemos los suficientes hongos alucinógenos como para que nuestros cerebros evolucionen y desarrollemos la capacidad de construir sociedades mucho mayores.

En lo que todo  eso sucede, me retiro a mi changósfera. Allí hay cervezas esperándonos a mí, a Corazón Alegre y al resto, y no se van a beber solas.

Dos tragos más y podré ser amigo de unos 250
changos, fácil.

"Una muerte es una tragedia. Un millón de muertes son una estadística."
-- Kevin Federline

1 comentario:

  1. Hace ya un buen rato que leí sobre la Changósfera en otro blog, y me estaba acordando del tema hace un par de semanas. Curioso.

    El ser humano es extremadamente egoísta, supongo que por sobrevivencia, pero gracias a ello cada uno de nosotros es capaz de pasar sobre el mundo entero si lo cree necesario.

    Somos horribles.

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