martes, 10 de diciembre de 2013

La Changósfera

Imaginemos a un chango cualquiera. Vestido de pirata, o de cilindrero. Lo llamaremos Corazón Alegre, y será nuestra mascota a lo largo de esta entrada de blog. Imagínate su personalidad, su carisma, los trucos que podrías enseñarle... como robar carteras. Imagínate lo triste que te pondrías si Corazón Alegre muriera.

No, por favor. No me hagan vivir su muerte de nuevo.

Ahora, imagínate que tienes cuatro changos más. Los llamaremos Caín, Dr. Zaius, Oribe y Tiracaca. Imagina las distintas personalidades de todos ellos: Tal vez uno es agresivo, otro es cariñoso, otro reservado, y otro simplemente arroja caca todo el tiempo; pero todos son tus amiguitos changos.

Ahora imagina cien changos. Ya no es tan fácil, ¿verdad? ¿Cuántos changos necesitaríamos tener antes de comenzar a olvidar sus nombres? ¿En qué punto, en tu mente, tus queridas mascotas se convierten en un montón de changos sin identidad? Aunque todos y cada uno de ellos sea pelo por pelo tan chango como Corazón Alegre, llegará un punto en el que simplemente te importará un carajo si alguno de ellos muere. ¿Cuál es ese punto? ¿Cuántos changos se necesitan para que deje de importarte?

Recientemente me topé con un estudio (inglich espoquen) hecho hace diez años por un grupo de especialistas en changos (¿changólogos?), quienes descubrieron una relación entre la proporción masa cerebral/corporal y el tamaño de los grupos formados por tal o cual especie de primates. Mientras más masa cerebral con respecto a la corporal, mayores las sociedades construidas. Rebanaron tantos cerebros de chango, que incluso llegaron a tomar un cerebro no analizado y predecir con precisión el tamaño de las tribus formadas por la especie dueña de ese cerebro.

La mayoría de los simios forman grupos de alrededor de 50; cuando el grupo crece más allá de ese número, se divide en dos. Pero resultó que, al analizar el cerebro de un primate un tanto mayor, estimaron que el tamaño ideal para la sociedad de ese animal era como 150. Tal cerebro, por supuesto, pertenecía a un humano.

Probablemente a algún vagabundo que recogieron de la calle.

Me puse a pensar en las implicaciones de una revelación de esa magnitud. Un pensamiento me condujo a otro y a otro, y me abrumaron tanto, que vine aquí a desahogarme, después de varios meses.

Recuerdo que mi abuela paterna, cuando se rompía algún vaso (o envase de caguama), se tomaba todo el tiempo del mundo envolviendo todos los pedazos de vidrio en periódico o cartón. ¿Por qué? Para que el de la basura no se cortara las manos. Joder, ¿quién se preocupa por el chango de la basura? Es decir, está bien que tenga un trabajo importante, y le estamos agradecidos por salvarnos de vivir en una madriguera cavada en nuestros propios desperdicios, pero no te vas a preocupar por él como lo haces por tu mejor amigo, tu novia, o incluso tu perro.

La verdad es que la gente arroja a la basura botellas medio vacías de ácido muriático, sin importarle si al de la basura le llega a caer en los ojos. ¿Por qué? Pues porque el de la basura existe fuera de la Changósfera.

Todos tenemos una changósfera, o esfera personal de changos, la cual consiste en el número de personas que cada uno de nosotros, con nuestros cerebros de chango, somos capaces de conceptualizar como personas. Y si los changólogos están en lo correcto, es físicamente imposible que tal número sea mucho mayor a 150. La mayoría de nosotros no tenemos cabida en nuestra changósfera para el mono que se lleva la basura; pensamos en él simplemente como el mono que se lleva la basura.

No es culpa nuestra, es simplemente la forma en que nuestro cerebro está construido. Todos tenemos cierto círculo de gente en la que pensamos como personas, por lo regular nuestros amigos, familia, vecinos y compañeros de trabajo. Cualquiera fuera de esas pocas docenas de individuos no son personas para nosotros, sino alguna especie de personajes unidimensionales.

¿Recuerdan la primera vez que vieron a algún maestro fuera de la escuela? No sé, a Miss Rosita comiendo tacos de buche en El Diente Fino, o al director saliendo de una sex shop. ¿A poco no fue surreal ver que esa gente tiene una vida fuera del salón de clases?

Por favor, ellos no son personas; son sólo maestros.
Es por eso que "desplazamos" a la gente de nuestras vidas; todos estamos conociendo gente nueva todo el tiempo. Algunos se quedan y otros no, pero los que se quedan terminan desplazando a otros que ya estaban ahí. Sales de la escuela, entras a trabajar, y tu círculo ahora son tus compañeros de trabajo; los de la escuela, salvo un par quizá, quedan en el olvido, seres unidimensionales que ponen fotos de su comida y sus bebés en facebook.

Bueno, ¿entonces está mal tener 1183 amigos en facebook? ¿Al final, cuál es el maldito problema con todo esto? Pues no mucho: Es simplemente la razón por la cual todas nuestras sociedades son disfuncionales.

¿Qué te afectaría más: La muerte de tu mejor amigo, o la de veinte niños de otra ciudad, cuya guardería sin rutas de evacuación adecuadas se incendió? ¿La muerte de tu mamá, o la de mil personas indonesias a causa de un tsunami? Todos ellos son seres humanos, pero mientras más cercanos a tu changósfera, más significan para ti. De manera similar, tu muerte no significará nada para los chinos; o en todo caso, para nadie que esté a más de veinte metros a la redonda de ti en este momento.

"¿Y por qué deberían de importarme estas personas? Ni siquiera los conozco", dirás. Y tendrás toda la razón. Estamos tan programados de esa manera, que hasta parece ridículo comparar la muerte de nuestro mejor amigo con la de desconocidos al otro lado del mundo. Traemos programada la doble moral, una para la gente dentro de nuestra changósfera, otra para el 99.999% de la población mundial que está fuera de ella.

- Maté a un par de policías. ¿Tú mataste a alguien?
- A algunos policías.
- ¿Personas de verdad?
- No. Sólo policías.

Mr. Pink y Mr. White, Perros de Reserva (1992)
Piensen en todo esto la próxima vez que se atoren en el tráfico, cuando comiencen a mentar madres a diestra y siniestra; imaginen actuar de esa manera en un grupo mucho menor. Como por ejemplo en un elevador, con un amigo y dos compañeros de trabajo, y tu amigo presionando el botón equivocado. ¿Cómo te verías gritándole, "APRENDE A USAR UN MALDITO ELEVADOR, IMBÉCIL"? Pensarían que eres un jodido loco. La realidad es que todos nos volvemos un poco locos cuando estamos en grupos mayores a nuestra changósfera; de ahí ese sentimiento de invencibilidad cuando estamos entre la multitud gritándoles improperios a los jugadores de futbol. Por todos lados hay evidencia de la changósfera y su influencia en nosotros. Una vez que empiezas a analizar el comportamiento de la gente en términos de su propia changósfera, ya no puedes dejar de verlo. Como la Matrix, o algo así.

"Pues yo sí soy amable con los extraños. ¿Has considerado la posibilidad de que eres un bastardo insensible por escribir estas estupideces?" Claro, seguramente no te esfuerzas en ser un hijo de puta con los extraños... de la misma manera en que no te esfuerzas en ser un hijo de puta con los perros de la calle.

El problema es que, eventualmente, tus necesidades y las de quienes están dentro de tu changósfera requerirán joderte a alguien fuera de ella. Es por esto que ninguno de nosotros (espero) pensaría jamás en robarle dinero al vecino, pero no nos importa robar el internet, o quedarnos con el cambio de más que nos dan en el Oxxo. Pueden darme las excusas que quieran, pero la realidad es que en nuestros cerebros de chango, el vecino es un ser humano, mientras que la compañía de internet o el Oxxo son frías corporaciones sin rostro, y no grupos de seres humanos con un trabajo similar al tuyo.

Ésa es una de las genialidades detrás de las grandes religiones, por cierto. Los antiguos autores de textos sagrados conocían el concepto de la changósfera (aunque probablemente no la llamaban así), y sabían muy bien que es mucho más fácil adoctrinar extraños a través de un dios personal que nos dice cosas tipo, "Aquéllo que le hagas a tu prójimo, me lo estarás haciendo a mí."

"Y además, puedo aplastarte como a una cucaracha."

Mira las noticias en internet. El gobierno nos está jodiendo, es como una maldita máquina de fornicación lista para follarte mientras se come tu cheque de nómina enterito. No importa que el gobierno esté compuesto por personas, y que el dinero de tus impuestos vaya a dar al bolsillo de personas reales. Del lado contrario, los gobernantes están viendo por su propio beneficio, y por el de quienes están en su propia changósfera, por eso les importa un carajo sacarse más y más impuestos de la manga. Y si protestas, te avientan a los granaderos, cuya changósfera incluye a su jefe y a sus compañeros policías, pero no a ti.

Es imposible preocuparse por seis mil millones de personas. También es imposible que ellas se preocupen por ti. Por eso no les importa robarte el estéreo, aumentarte los impuestos, o mandarte spam de alargadores de pene. Estás fuera de su changósfera. En sus mentes, eres sólo una vaga figura con una cuenta bancaria.

Piensa en Carlos Salinas. ¿Viene a tu mente un calvo imbécil y orejón, regodéandose con los millones que se robó y escribiendo en su castillo irlandés un libro llamado "Cómo saquear un país en seis años y seguir controlándolo después de veinte"? ¿O piensas en un hombre que tiene una comida favorita, una mascota a la que quiere, que disfruta de la música, que tuvo un primer amor en su adolescencia y que probablemente se levanta todas las mañanas con una erección?

"Tus impuestos me ponen los pezones de este tamaño."

Probablemente algo dentro de ti se ofendió con eso. Percibiste eso último como un intento de ser empático con ese ladrón hijo de puta. Con el sólo hecho de imaginar posibles rasgos personales, comenzó a tomar dimensiones y a acercarse a tu changósfera.

La verdad es que ese malnacido merece que lo empalen. Pero la clave para entender a gente como él, es darnos cuenta de que a él no le importaría empalarnos, si con ello obtuviera más ingresos.

"No me jodas. NO somos changos. Estamos explorando Marte, por Dios." Pues sí, somos changos con juguetes avanzados... y también somos la única especie que va a la guerra, aprovechando que tenemos juguetes avanzados para joder a gente con changósferas muy lejanas a la nuestra. Los changos se quedan felices en sus grupos de 50, acicalándose unos a otros, mientras que nosotros nos comportamos como las masas idiotas de mucho más de las 150 personas que nuestros cerebros de chango son capaces de procesar. No vayamos muy lejos, los países más civilizados del planeta están compuestos por comunidades pequeñas, y si acaso dos o tres ciudades "grandes" que son en realidad pueblos comparados con cualquier ciudad "chica" de un país en desarrollo.

Somos una gigantesca y frágil pirámide humana sostenida por grupos de 150 que se intersectan entre sí, quejándonos de nuestro trabajo basura en la línea de producción mientras manejamos un auto que sólo una línea de producción es capaz de producir. Vivimos en una contradicción constante que nos estresa, nos enoja, y hace que nos unamos a clubes clandestinos de pelea en sótanos oscuros.

En el sistema que hemos creado, cada chango busca sus propios plátanos, y mientras cada uno comparta sus plátanos con los seres en su changósfera, el sistema se va a sostener, a pesar de que nadie esté haciendo nada por sostener al sistema; al fin y al cabo, todos estamos en la changósfera de alguien que está en la changósfera de alguien que está en la changósfera de algún político.

Y entonces, ¿qué carajos hacemos? No lo sé. No soy ni politólogo, ni antropólogo, ni changólogo (como Darwin). Pero podríamos comenzar por admitir que somos unos pendejos. Todos lo somos. Tú lo eres. ¿Esa persona molesta, siempre diciendo estupideces, siempre segura de estar en lo correcto? Bueno tú eres esa persona para alguien más. Toma todo tu conocimiento, redúcelo en un 99.999%, y obtendrás el total de lo que realmente conoces fuera de tu changósfera.

El mundo es un lugar complicado. Lo hemos hecho así gracias a que nos reproducimos sin contemplaciones y a que no sabemos cuándo es sano formar dos sociedades a partir de una demasiado grande. Cada nuevo ser trae consigo su propia changósfera que hace al mundo más complicado. No hay superchangos. Hay, tal vez, uno que otro chango sobresaliente, capaces de en verdad preocuparse por conjuntos de personas mayores a 150 (o al menos, fingir muy bien que lo hacen); pero en el fondo, ellos también son unos pendejos y han tenido vidas llenas de estupideces. Un buen ejercicio es imaginarte a tu héroe inconsciente de borracho en la vía pública, desnudo de la cintura hacia abajo; lo más probable es que le haya sucedido en algún punto.

Creo que ya a estas alturas, lo mejor es aprender a vivir con lo que tenemos. Somos los changos más avanzados gracias a nuestra enorme capacidad de adaptación. Ahora que estamos conscientes de la existencia de la changósfera, tal vez algo se nos ocurrirá para solucionar los problemas que nos trae, al menos en lo que comemos los suficientes hongos alucinógenos como para que nuestros cerebros evolucionen y desarrollemos la capacidad de construir sociedades mucho mayores.

En lo que todo  eso sucede, me retiro a mi changósfera. Allí hay cervezas esperándonos a mí, a Corazón Alegre y al resto, y no se van a beber solas.

Dos tragos más y podré ser amigo de unos 250
changos, fácil.

"Una muerte es una tragedia. Un millón de muertes son una estadística."
-- Kevin Federline

viernes, 23 de agosto de 2013

Yo sí me quiero ir al cielo

En estos pocos meses que llevo aprendiendo a volar en parapente, he conocido a mucha gente. Quienes llevan años siendo pilotos tienen una especie de hermandad tan envidiable como heterogénea. Literalmente hay gente de todo tipo.

"Hola, soy la mejor o la peor madre del mundo, depende de cómo lo veas."

El otro día conocí a un señor que tiene un par de años volando. También es alumno de mi tío, hicimos un par de vuelos cada quién y platicamos un poco, pero lo más notorio que encontré en él, fue que ni bebía ni fumaba, siendo que beber y fumar es básicamente la regla con el resto de nosotros. Nada como una cerveza y un tabaco después de aterrizar.

Jamás confíes en alguien que no bebe ni fuma: Seguramente tiene vicios peores.
Llegando al término del fin de semana, me enteré de que era sacerdote. Joder, jamás pensé conocer un sacerdote católico que practicara deportes extremos. Se me hizo raro, pero a la vez me agradó la diversidad. Casi de inmediato comencé a preguntarme qué buscaría él haciendo esto. Pero entonces, por supuesto, me puse a preguntarme qué carajos busco yo.

Con una composición tan heterogénea de pilotos, no es posible que todos busquemos lo mismo. Es decir, está la parte obvia: La adrenalina, la sensación de libertad. Pero siempre hay algo más. Habrá quien busque sentirse grande, por encima del mundo, con una vista de muchos kilómetros a la redonda; habrá quien, por el contrario, busque humildad, sentirse pequeño e insignificante ante la grandeza de todo lo que le rodea; habrá quien busque reflexionar sobre sus cosas, o quien sólo lo haga por presumir que es "bien extremo"; habrá quien busque vivir, y habrá quien, tal vez subconscientemente, esté buscando morir. Cada quién tiene su motivo, aunque dudo que todos conozcamos el nuestro. Cuestionamos todo el tiempo las acciones de otros, pero cuestionar tus propias acciones es algo muy poco común.

¿Por qué hacemos las cosas que hacemos? ¿Alguien alguna vez te has detenido a pensarlo? ¿Te gusta todo lo que haces? ¿Realmente todo? ¿Te gusta ir diario a trabajar? ¿Te gusta levantarte de madrugada, a punta de berridos de bebé? ¿Te gusta pasar horas en las redes sociales viendo noticias de tus contactos que no son ni interesantes, ni graciosas, ni relevantes? ¿Te gusta embriagarte al grado de no saber de tí? ¿Te gusta estar con quien estás, o en todo caso, no estar con nadie? ¿Te gusta todo de tu religión? ¿Te gusta comer en McDonald's? No, ya, ¿en serio, McDonald's?

Si la respuesta es "no", ¿entonces por qué lo haces? ¿Necesidad? ¿Inercia social? ¿Le gusta a alguien cercano a tí? ¿Estupidez? ¿No tienes idea?

El punto es, comencé cuestionando a otros, para terminar cuestionándome a mí. Que si me preguntan, es mucho más sano.

"¿Qué carajos hago aquí adentro?"
Yo (creo que) vuelo porque pienso que vivir con miedo es lo peor que existe. Todo mundo tiene miedo, todo el tiempo. Miedo a morir, a quedarse sin empleo, a tener experiencias nuevas,  a ser víctima de la inseguridad pública... Vamos, hay quien vive con miedo a ser libre. Y bueno, si uno supera el (completamente natural, debo decirlo) miedo a correr a toda velocidad hacia el borde de un acantilado, creo que perfectamente pueden superarse muchos miedos absurdos y socialmente inducidos de la vida diaria.

Aunque aún no supero el miedo a ser acosado por algo así.
¿Temerle a la muerte? Nunca lo he hecho; de niño, porque a como me decían que era el cielo, parecía ser la pura buena onda. Ya de grande, que no creo en cuentos chinos (o hebreos, en este caso), temerle a la muerte me parece igual de absurdo que temerle a respirar.

A lo mejor este sacerdote lo que busca es una probadita de cielo antes de irse con su creador. No lo sé, no es asunto mío, pero me puso a pensar, y pensar siempre es bueno. Casi siempre. Cuando estás intentando entender a las mujeres, no.

Y de entrada, a mí también me agrada irme al cielo de vez en cuando.



jueves, 13 de junio de 2013

Pero quería saber qué sienten los pájaros

Llevo algún tiempo tomando lecciones de vuelo. No, no estoy leyendo novelas de superación personal barata; aprendo a volar en parapente, aprovechando que tengo familiares mentalmente alterados que gustan de aventarse al vacío.

Al carajo con la gravedad, yo traigo el gen de la imprudencia por el lado materno.
Hace unos días, por fin pude volar yo solo. Fue horrible. Es decir, estaba ansioso por hacerlo y me estuve preparando por semanas, pero supongo que así es la primera vez para algunos. Simplemente no es natural correr hacia el borde de un precipicio y saltar. Supongo que aún debo acostumbrarme.

O tener más fe, como Indiana Jones.
Había volado antes en tándem. Yendo de pasajero, sólo te dedicas a disfrutar de la experiencia y a confiar en que el piloto sabe lo que hace; pero tener el control es algo completamente diferente. Ahora lo sé. Es como cuando manejas un auto por primera vez, volteando cada dos segundos a ver los pedales y la palanca de velocidades para asegurarte de que no estás haciendo alguna estupidez.

Lección 2: La 'R' no significa 'rápido'.
De verdad creí que disfrutaría de mi primer vuelo solo. Hice un despegue perfecto, pero en el momento en que dejé de sentir suelo bajo mis pies, sentí pánico. "Por mil demonios, ¿qué carajos estás haciendo, maldito imbécil?", me decía a mí mismo, mientras veía el suelo muy cerca, como para estrellarme sin remedio, y al mismo tiempo muy lejos, como para hacerme añicos por la caída. Respiraba agitadamente y estaba tenso, paralizado, sin atreverme a jalar las cuerdas de mando. Afortunadamente iba en ayunas.

"¿Volar? Nah, la clave para verdaderamente sentirte como ave es cagarte desde aquí arriba, hermano."
Mi instructor (y tío) me daba instrucciones por radio, y comencé a tomar confianza dirigiendo ese utensilio volador de Satanás ladeando el cuerpo. Al aproximarme a la zona de aterrizaje, tuve unos cuantos minutos en los que sí disfruté del panorama, contemplé a los autos transitando por una carretera cercana y pensé, "pobres diablos". Pero entonces tuve que empezar a pensar en el aterrizaje, y el pobre diablo fui yo, porque me olvidé de todas las instrucciones e hice todo al revés: Aterricé en la dirección del viento y no en contra, no me salí del arnés y aterricé de nalgas. Pero salí ileso, y de paso le demostré a mi organismo terrestre que no hay problema y que puede empezar a guardarse esas malditas reacciones de pánico.

Después del vuelo, mientras yo sonreía inevitable y estúpidamente, un buen amigo me dijo que le habría gustado mantener un registro de todos sus vuelos, la fecha, la experiencia, el aprendizaje, los pensamientos y sensaciones. "Con el tiempo llegas a volar tantas veces, que hay vuelos que se te olvidan." Así que heme aquí.

Como vuelo, fue insignificante, tan sólo una caída de unos cuantos minutos. Me falta mucho por aprender: Maniobras, corrientes de aire, tipos de nubes, alguna buena marca de pastillas para los nervios, y otras cosas que en este momento ni sé que debo saber. Pero éste siempre será mi primer vuelo, y eso lo hace especial. Ahora sólo queda esperar que esto sea como el sexo y cada vez lo disfrute más.

miércoles, 6 de marzo de 2013

Los Adolescentes Asesinos de la Edad de Piedra

Recientemente leí algo sobre los habitantes indígenas de algunos países, que aún viven aislados de la civilización. Se hacía énfasis en cómo esa gente vive en paz, sin estrés, sin armas (más que las necesarias para cazar), sin crimen/prisiones, sin deudas, sin contaminación, sin pobreza y sin comida chatarra. Y en cómo, aún así, hay gente que los llama "primitivos".

"Con el iHunt 5, jamás nos verán venir."

Ciertamente, la civilización actual tiene innumerables cosas por las cuales podemos quejarnos. Los servicios de salud, educación, la comida y la riqueza están pésimamente distribuídas, y las corporaciones manipulan gobiernos a su antojo; el medio ambiente se está yendo al demonio, la población crece sin control, y absolutamente todo gira alrededor del dinero. Muy mal.

Por otro lado, estamos en una época sin precedentes en cuanto a avances científicos y tecnológicos. Constantemente se realizan descubrimientos sorprendentes, y prácticamente cada semana alcanzamos un nuevo punto álgido del conocimiento sobre nosotros mismos y el Universo.

Quienes viven aislados de la civilización, no sufren de sus desventajas, como el tráfico o las deudas, cierto. Pero tampoco gozan de sus ventajas. Aunque tengan su propio arte, su propio conocimiento tradicional (más que respetables, y sin duda dignos de admiración), éstos son limitados. Si le preguntamos a algún sabio "incivilizado" sobre el punto brillante y rojizo que se ve en el cielo, probablemente nos cuente una fascinante y colorida historia sobre un dios que se convirtió en esa estrella; cuando nosotros en realidad sabemos, gracias a los frutos de la civilización, que es un planeta y que es uno de los objetos más cercanos a la Tierra en un Universo de dimensiones incomprensibles, y que hasta tenemos robots en su superficie, estudiándolo.

"Según indican estos sedimentos, los marcianos murieron de egocentrismo."

Así que yo no me trago el discurso ése de que ser aborigen es lo máximo, por vivir en comunión con la Tierra y en armonía con la naturaleza. En una tribu incivilizada, difícilmente existe la especialización. Todos se ven involucrados, de alguna u otra manera, en tareas que beneficiarán a toda la comunidad. Y definitivamente, no es una vida fácil; si estás leyendo esto, probablemente no soportarías ni dos semanas con ese estilo de vida. Pero en esas sociedades, si alguien tiene un gusto o aptitud potencial para la geología, la fotografía, la sociología o la microbiología, tal vez muera sin haberlo sabido nunca. El avance significativo en el conocimiento no es posible sin la especialización.

Por si esto fuera poco, el conflicto y el estrés son parte de la naturaleza humana. Cuando uno no tiene problemas, se los inventa. El ser humano, por alguna misteriosa razón, necesita de la tragedia. Así, aunque uno viviera en el bosque, comiendo cecina de venado y bayas silvestres recostado en una hamaca (como muchos piensan que es la "vida salvaje", gracias al oso Baloo), no le faltarán preocupaciones.

"Mi mujer estar en su Luna Roja, mejor yo drogarme antes de llegar a casa."

La conciencia de sí mismo, característica por demás humana, trajo consigo al egoísmo, con lo cual la búsqueda del bien común de la especie se hizo algo antinatural, anteponiendo siempre el bien propio. Desde nuestro "despertar", exterminamos a todas las demás especies conscientes de sí mismas, y luego comenzamos a matarnos entre nosotros. Desde entonces, los avances tecnológicos han estado estrechamente relacionados con el "cómo exterminar a mis enemigos de manera más eficiente"; pero de que hemos avanzado, claro que lo hemos hecho. Tanto, que después de tantos años, por fin hemos logrado tener la capacidad de autoexterminarnos.

Sin embargo, decir que la vida de aborigen es el ideal humano equivale a decir, "mejor nos hubiéramos quedado en la edad de piedra". No estoy de acuerdo. Estoy convencido de que éste es el mejor momento para vivir. ¿Que a la humanidad le falta madurar? Definitivamente. Como especie, somos como un adolescente ignorante y malcriado que se mete en problemas serios por no medir las consecuencias de sus actos.

"Oh, no. ¿Y ahora qué hago con el cuerpo desmembrado de la abuela de mi dealer?"

Casi todas las sociedades son muy dadas a tener rituales de iniciación, de mayoría de edad, o como queramos llamarle a la edad en que (en teoría) uno debe de superar todas las niñerías y ser capaz de enfrentar problemas serios, embriagarse, follar, y enfrentar problemas serios causados por follar ebrio. El ritual de iniciación de la humanidad implicaría enfrentarse a la bestia del egoísmo inherente a la conciencia de sí mismo, para crear una conciencia colectiva y enfrentar todos juntos los problemas globales. Significaría dejar de contaminar, de matarnos unos a otros, de reproducirnos sin control, y de obstaculizar el desarrollo de fuentes limpias de energía. Básicamente, buscarnos un sistema con un eje central que no sea el dinero. Eso, o morir en el intento.

"Descuida, ese tigre no sabrá que tienes los ojos sellados con pegamento."

Quienes vivimos en la civilización y somos lo suficientemente afortunados para contar con servicios, esparcimiento y otras comodidades, en realidad estamos disfrutando del producto de miles de años de avances científicos y tecnológicos; sólo que damos todo por sentado y rara vez nos tomamos un momento para apreciarlo. Negar o despreciar los avances que hemos hecho, a causa de los problemas que causamos con ellos, es absurdo, cuando tenemos la posibilidad de enfrentar y solucionar esos problemas, y entonces seguir creciendo.

Desafortunadamente, en la sociedad que hemos construído, la felicidad no se lleva bien con un nivel desarrollado de conciencia. ¿Por qué? Pues porque la sociedad se encuentra en un estado tan lamentable, que para una persona con un mínimo de bondad y empatía hacia sus semejantes, darse cuenta de las cosas lo hace indignarse y enojarse. No por nada existe el dicho aquél de "La ignorancia es felicidad." Por eso, la mayoría prefiere hacer como que los problemas no existen y encerrarse en su burbuja de egoísmo.

Sabremos que hemos madurado como especie cuando la felicidad no esté peleada con el conocimiento, y cuando la motivación para el desarrollo científico y tecnológico no sea el exterminar o perjudicar de alguna manera a quienes piensan diferente a nosotros, sino el buscar el bienestar de todos los seres humanos. Cuando nos dejemos de estupideces y tengamos una evolución de conciencia. Mientras tanto, seremos un niño jugando con armas de fuego.


miércoles, 2 de enero de 2013

Con los tenis por delante

Recientemente murió un tío mío, hermano de mi madre. A todos en la familia nos pesó bastante. Era joven y podría decirse que murió en un punto álgido de su vida. Se celebró una lúgubre (es decir, más de lo normal) misa en su memoria, con la familia y amigos lamentando la gran pérdida. Fue muy incómodo.

Y es que, ¿cuál es el propósito real de los funerales, aniversarios luctuosos y ocasiones similares? Visto objetivamente, no son más que eventos sociales para hacer públicos los lamentos propios. Al muertito no puede ya interesarle si su familia y amigos se juntan o no a lamentarse. En lo personal, los encuentro de mal gusto y trato de evitarlos a toda costa. Cuando recuerdo a algún ser querido que ya no está vivo, invariablemente pienso en los buenos momentos compartidos, y en lo que su vida aportó a la mía; y por más que le busco, no encuentro nada triste en ello.

Es perfectamente natural entristecerse cuando perdemos a alguien cercano. Después de todo, jamás lo volveremos a ver. Pero de eso a organizar todo un evento social para que nos vean llorar, hay mucha diferencia. La pena que sentimos no es por el difunto, sino por nosotros mismos. Analicémosla un poco.

Según la mayoría de las creencias religiosas, cuando una persona muere, se va a un lugar mejor o peor que éste en el que vivimos, según haya sido su comportamiento en vida: Si fue bueno, irá a una especie de paraíso, o reencarnará en un ser más afortunado; y si no lo fue, se irá al infierno (o similar), o reencarnará en un ser menos afortunado. Si no fue una buena persona, no tiene mucho sentido llorar su pérdida; sería hipócrita.

Que se rostice en el infierno, o que coma mucha caca en su vida de mosca panteonera, por culero.
Por tanto, cuando lloramos la muerte de alguien, podemos asumir que se trataba de una buena persona. Así las cosas, podemos estar seguros de que el difunto está mejor que antes, ya sea en una especie de paraíso o viviendo la vida de un ser más afortunado; por tanto, tampoco tiene mucho sentido llorar su pérdida; sería egoísta.

Alá, ¿por qué me lo quitaste y te lo llevaste al paraíso para follar con setenta y dos vírgenes? ¡Nooo!
En lo personal, no creo en fantasmas, almas, espíritus chocarreros, infiernos, paraísos, vidas pasadas, chupacabras ni renos que vuelan; pero aún así, pienso que las personas que mueren pasan a estar mejor: Su materia y energía se dispersan, siguen formando parte del Universo, pero ya no como parte de un ser "consciente", egoísta y que en realidad no le hace mucho bien al planeta ni a la humanidad.

Tiraba mucha basura, sí, pero al menos iba a misa todos los domingos.
El punto aquí es que el muertito está mejor que cuando estaba vivo. ¿Por qué nos lamentamos, entonces? ¿Por qué no mejor celebrar su vida, sus logros, sus aportaciones a nuestras propias vidas?

El ser humano está tan obsesionado con la muerte, que incluso no deja de inventarse fechas en las que, ahora sí, el mundo se va a terminar y todos moriremos. Gran parte del mal que las religiones causan al mundo es vender la idea de que es posible tener una vida mejor después de morir. Eso hace que la gente sea resignada, pasiva y conformista, además de condicionarlos para actuar en función de ser recompensados individualmente y en otra vida, en lugar de buscar el bien común en ésta. Es una psicosis colectiva de proporciones épicas.

Me parece increíble que la gente no pueda hacerse a la idea de que a todos nos va a llegar la muerte tarde o temprano. Vaya, morirse es más natural que casarse. Si me preguntan mi opinión, quien tiene miedo a morir, es porque no ha hecho gran cosa con su vida.

En el caso de mi tío, siempre tendré gratos recuerdos de sus gustos musicales, que me influyeron de manera definitiva en un aspecto que ahora es tan importante en mi vida. Por él conocí a Genesis, Pink Floyd, Styx y a otras bandas. Él fue durante muchos años mi modelo a seguir: Buen padre y profesionista exitoso. No creo que llorar su muerte valga más la pena que celebrar su vida.

Por eso, cuando yo muera, nada de funerales, misas ni caras largas. Mejor que hagan una fiesta. Que mis seres queridos se junten a recordar sus anécdotas conmigo, a contar mis chistes malos y a escuchar mi música favorita. Digo, si mi muerte va a ser motivo de un evento social, lo último que quiero es que sea un evento triste, o que vaya gente a la que ni le importo y que sólo va por compromiso a decir "siento mucho tu pérdida". Con suerte, celebrarán que obtuve grandes logros; si no, por lo menos podrán festejar que toda la vida fui muy preguntón, y que nunca superé la edad del "Mamá, ¿por qué esto?". No es gran cosa, pero es lo que me haría morir tranquilo. Incluso hoy.




martes, 27 de noviembre de 2012

El mejillón, la cigarra y el vikingo

Vivo a unas cuantas calles del cruce de dos de las avenidas principales de la ciudad. Como es común en estos casos, hay un gran paso a desnivel construído, con un puente por encima y un túnel por debajo. Y como es común en estos casos, hay vagabundos que habitan debajo del puente. Verlos pasar frío en invierno, apenas cubiertos por cartones y periódicos, es algo muy triste.

Cuando visité Escandinavia, una de las cosas que más me llamó la atención es que no hay vagabundos. ¿Y cómo demonios va a haberlos, con los inviernos de 40°C bajo cero que tienen por aquellas latitudes? Si vives en la calle, te mueres, punto.

Ni que fueran vikingos, o algo así.

Comencé a establecer una relación entre el carácter de la gente y el clima en el que viven. Y es que, por lo general (y más allá de los estereotipos), las personas de los países fríos son más disciplinados, serios y calculadores, mientras que las de los países cálidos somos más laxos, despreocupados, de sangre liviana. Más o menos las mismas características aplican a los gobiernos después de todo, los gobernantes también son personas, aunque se esfuercen constantemente por demostrar lo contrario.

Así, en muchos países de inviernos moderados, la pobreza extrema es tolerable porque, aunque la gente viva en la calle, sobrevive de una u otra forma. Viven en la calle y "trabajan" en ella; se mojan en temporada de lluvias y pasan frío en invierno, pero no se mueren. Incluso tienen un fin práctico bastante conveniente: Mantener a la clase media (la que hace todo el trabajo y paga todos los impuestos) asustada y trabajando, so pena de terminar bajo un puente.

En los países con inviernos severos, como los escandinavos, la pobreza extrema no es algo tolerable, porque la gente no sobreviviría. Así, el gobierno tiene programas de asistencia social, donde si no tienes trabajo, ellos te mantienen y te alcanza para vivir, aunque sea modestamente. Al mismo tiempo, esto es posible gracias a que la misma gente es responsable y no adopta una actitud de "pues no voy a trabajar y que me mantenga el gobierno". Esto es gracias a que la gente tiene un buen nivel de educación, lo cual es posible gracias a un gobierno eficiente, compuesto por personas trabajadoras que se encargan de la buena inversión de los impuestos, y así sucesivamente, en un círculo virtuoso. Todo esto, producto de haber tenido que organizarse de manera eficiente desde los albores de la civilización para poder sobrevivir.

No estoy diciendo que los gobiernos de otros países sean perfectos; el ser humano es egoísta por naturaleza y siempre habrá corrupción en cualquier gobierno. Pero me llama la atención que (con sus excepciones y altibajos, claro), mientras más cercano esté un país a algún polo, más eficiente es su gobierno y mayor es su nivel de vida. En América, EUA y Canadá tienen un nivel de vida es más alto que México; Argentina y Chile, mejor que Colombia o Bolivia. En África, los países más desarrollados están al norte y al sur, casualmente alejados del Ecuador. Incluso en la misma Europa, los países con costa en el Mediterráneo, además de estar varios de ellos en crisis económica, tienen un nivel de vida inferior al de Finlandia o Noruega, que tienen territorios más allá del círculo polar. En Islandia, más al norte que el resto, se ha desarrollado una sociedad con un nivel de civilización tal, que los ciudadanos pueden de hecho quitar gobiernos que incurran en prácticas que no le sean convenientes a toda la población.

Recientemente me topé con un mapa indicador del nivel de desarrollo humano por país, la cual es una estadística compuesta que mezcla esperanza de vida, nivel de educación, ingresos monetarios y otros factores (datos del 2011), el cual concuerda con mi tonta hipótesis:

Verde: Bien.
Rojo: Mal.
Negro: Desarrollo es algo malo, ¿no? O sea: DESnutrición, DESempleo, DESarrollo.

En cierta ocasión, fui con amigos a acampar a una playa semivirgen; era enero, y algo de sol siempre cae bien en invierno. Había unos peñascos cerca de la playa, y nadamos hasta ellos, para entonces darnos cuenta de que estaban completamente cubiertos por mejillones. Recolectamos varias decenas de ellos, los llevamos al campamento, y nos dimos un festín con un soberbio ceviche de mejillón. A medio invierno.

No pude evitar pensar en los humanos primitivos de los lugares con climas fríos, organizándose para todos juntos construir refugios y recolectar suficiente comida para medio sobrevivir al invierno, mientras que en los que vivían en climas tropicales sólo tenían que estirar el brazo, tomar la comida disponible en la temporada en turno, y continuar la fiesta. Esto, trasladado al mundo contemporáneo, da como resultado sociedades civilizadas y eficientes de individuos generalmente "fríos" pero racionales y trabajadores, contra sociedades pintorescas y tradicionalistas de individuos generalmente "cálidos" pero perezosos y conformistas.

Es como en la fábula de la hormiga y la cigarra; o al menos, como debería ser si de pronto nos pusiéramos un poco realistas:

- ¡Tú, saltamontes perezoso! ¿Por qué no estás almacenando comida? ¿Acaso no sabes que ya viene el invierno?
(Eso último me recordó a la serie de Juego de Tronos, seguramente la hormiga es una Stark).

- ¡Por supuesto que lo sé! Sólo que los huevos de mi especie sobreviven al invierno, así que pasé el verano poniendo cientos de ellos. Mi gloriosa progenie emergerá con el primer atisbo de la primavera para ALIMENTARSE. Lo que realmente deberías estar preguntándome, es dónde carajos obtuve este pequeño violín.

La caricatura cobra un tinte aún más irónico si nos ponemos a ver que es precisamente en los países más cálidos y menos desarrollados donde los índices de aumento de población son mayores.

Recuerdo que en años pasados, la temporada de frío propiamente dicho empezaba aquí en México hasta finales de año; mientras que este año, empezó desde principios de noviembre. Eso es un claro indicio de que estamos jodiendo el clima cada vez más. ¿Y por qué? Pues porque ni nuestros neoliberales gobiernos ni a nuestra laxa gente les importa nada que no sea el dinero, y el cuidado del medio ambiente pasa a tener una de las últimas fichas en la larga lista de prioridades de ambos.

De seguir así las cosas (y podemos estar seguros de que así será, por lo menos los próximos seis años), el año que viene estaremos sintiendo un frío considerable ya para septiembre. En pocos años, con suerte durante el sexenio que comienza, los puentes proporcionarán cobijo insuficiente y todos los vagabundos estarán en riesgo de morir de frío, y entonces el gobierno se verá obligado a iniciar programas de asistencia social iguales a los de los países escandinavos para que la gente ya no se muera, iniciando así el círculo virtuoso que llevará a México a ser un país desarrollado. Definitivamente nuestro neoliberal gobierno y nuestra gente bonita, trabajando juntos, nos llevarán al Primer Mundo. Nuestros gobernantes son unos visionarios, sí señor.

martes, 25 de septiembre de 2012

Perro que no sale a la calle, no encuentra hueso

Vivo en una colonia de contrastes. Si uno camina una cuadra desde los multifamiliares donde vivo, se topa con casas grandes y lujosas; y entre esas casonas, de repente se encuentra uno con terrenos baldíos donde vive gente en cobertizos. Me agrada esta diversidad, porque me ayuda a ver las ventajas que tiene cada tipo de vivienda: Las casas grandes tienen patio, y algunas alberca; en los departamentos como el mío, no tenemos banqueta para barrer cada mañana; y a los cobertizos de baldío, no llegan los testigos de Jehová.

Fue de uno de estos baldíos habitados de donde un buen día salió Junkie. Iba yo rumbo a la oficina, por mi camino de diario, cuando el poodle cruzado con callejero, sucio y descuidado, me empezó a seguir, así, sin más. Las primeras dos cuadras se me hizo curioso. Cuando cruzó hábilmente la primera avenida con tal de seguirme, comencé a sospechar de sus intenciones.


Tengo hambre y seguramente con este flacucho huesos de pollo sí puedo.
Traté de espantarlo para que regresara a su hogar, sin éxito. Entonces recurrí a Ruperto, el viejo border collie que diario está ahí sacando su cabeza a través del cancel de una casa, mirando nostálgicamente hacia el exterior, y que es mi "amigo de pasada": Paso a diario por ahí, le doy unas palmadas en su cabeza, y él me lame la mano. Pero Ruperto es demasiado amigable como para espantar a nadie, y el perrito siguió tras de mí, así que entonces procedí a seguir mi costumbre de inventarme nombres para las mascotas ajenas, y lo llamé Junkie, por tener ese aire despreocupado de quienes consumen drogas suaves regularmente.

Contrario a los que consumen drogas fuertes.
Junkie me siguió un total de tres kilómetros, hasta la puerta de mi oficina. Entré, sin dejar que me siguiera más, y jamás volví a saber de él. Aún me pregunto qué fue de su vida. Cada que paso por el cobertizo de donde salió, volteo con cierta esperanza de verlo nuevamente, pero es evidente que jamás regresó. Tal vez encontró otro hogar; tal vez continuó siguiendo a gente extraña y ahora ya anda por Tijuana, buscando la manera de cruzar la frontera; tal vez se perdió buscando el camino de regreso, o tal vez murió atropellado.

Sentiría algo de culpa, de no ser porque estoy seguro de que, de una manera u otra, es (o fue) feliz. Él era un perro libre, y contrario a los humanos, creo que los perros verdaderamente disfrutan de su libertad.

Dos cosas son mi máximo: Andar en moto, y poder decirles "súbete, perra" sin que se ofendan.
Y es que la libertad en términos caninos es meramente física. Ruperto, por ejemplo, es un prisionero. Seguramente no le falta nada: La casa donde vive es grande y se ve que sus amos tienen dinero suficiente para alimentarlo bien, y con suerte también disponen del suficiente tiempo libre para sacarlo diario a pasear (con correa, por supuesto); vamos, quizá hasta lo lleven al campo de cuando en cuando. Pero si algún día lograra saltar la cerca hacia la calle, lo cual parece estar añorando todo el tiempo, sus amos seguramente saldrían de inmediato a buscarlo; y de no encontrarlo, pegarían carteles con su foto (y con su nombre real, que seguramente no es Ruperto); y jamás les pasará por la cabeza el que, tal vez si lo hubieran dejado conocer la colonia libremente, no se habría perdido, en primer lugar.

Junkie está en el extremo opuesto: Sucio y descuidado, no tan bien alimentado (aunque seguramente en la basura de los vecinos ricachones encuentra cosas suculentas), pero libre de ir y venir a su antojo, al grado de poder seguir al primer extraño con buena vibra (o con olor a gato, aún no decido qué le atrajo de mí) que pase por ahí, y capaz de adaptarse y sobrevivir en un nuevo entorno en caso de perderse y no poder regresar. Creo sinceramente que un perro como Junkie es más feliz que uno como Ruperto.

En cambio, en los humanos la libertad representa un estado tanto físico como de conciencia. Y por lo general, tendemos a huir de ella. Más específicamente, tendemos a buscar las cosas que nos privan de nuestra libertad.

Buscamos creencias dogmáticas que nos privan de nuestra libertad de pensamiento. Religiones que nos dan respuestas fáciles y prefabricadas a los grandes cuestionamientos, para ahorrarnos la fatiga de buscar la verdad por cuenta propia. Mejor aún, hay tantas religiones que hasta parece tienda de autoservicio: Sólo es cuestión de encontrar tu marca favorita y comprarla.

Buscamos sistemas económico-políticos que nos privan de nuestra libertad de decisión y de expresión. Nos prometen seguridad y estabilidad a cambio de nuestras libertades, y nosotros aceptamos, gustosos.

Buscamos relaciones de pareja que nos privan de nuestra libertad personal. ¿Cuánta gente se queja de que su pareja le llama a toda hora, quiere saber siempre dónde y con quién está, e incluso cuando está con ella le revisa el teléfono? ¿Cuántos comparten sus contraseñas de correo electrónico, redes sociales y demás, por complacer al otro? ¿Por qué siguen ahí, tolerando tal comportamiento?

Elige: Tu vida, o la de la zorra ésa a la que le gusta tu foto.
¿Por qué no sólo toleramos, sino que activamente buscamos todo esto? ¿Por qué preferimos ser controlados a ser libres?

Mi hipótesis: Por miedo. Una libertad total, de cualquier índole, puede llevarnos a donde sea, a lo más alto o a lo más bajo, y ambas posibilidades nos aterran. El miedo a lo desconocido puede más que la esperanza de que lo desconocido sea mucho mejor a lo que tenemos. Más aún, la mayoría de las veces, ser libre significa estar solo, lo cual también puede ser aterrador, especialmente si ni tú te soportas.

Resultado: Preferimos la certeza de una religión, la "tranquilidad" de un gobierno opresor, la estabilidad de un trabajo odioso pero seguro y medianamente remunerado, la compañía de un/a peor es nada, y en general, una felicidad sujeta a la adquisición de bienes y a la aprobación ajena. Queremos "libertad" sin realmente quererla. Y en ese gris y múltiple cautiverio se nos va la vida completa. Como perro de azotea.

Mi difunta abuela solía decir que "perro que no sale a la calle, no encuentra hueso". Junkie está de acuerdo con ella, y estoy seguro de que es feliz. Yo digo que deberíamos intentar ser más como él.

jueves, 30 de agosto de 2012

Pitufo Oficinista

Pitufo Oficinista está lejos de llevar la vida campirana y tranquila de sus congéneres. Cualquiera pensaría que, con su horario de 9:00 a 18:00 (al menos en teoría, porque seguido debe quedarse más tarde a cerrar los pendientes del día), más el tiempo de traslado bosque-oficina-bosque, se salvaría de las persecuciones de Gárgamel y Azrael, por lo que su vida debería ser más relajada; pero la verdad es que vive más estresado que los demás. Pero eso sólo porque sus compañeros de trabajo no saben que un pitufo vivo es el viagra más poderoso del mundo. Gargamel, aparentemente, sí lo sabe.

Típico que sólo quieres sexo, drogas, rocanrol y vistes de negro, y ya eres el malo.
Y es que nadie del resto de la comunidad tiene idea de lo que es llegar a la fecha límite de pago de una tarjeta de crédito, ni tener que andar pagando intereses. Nadie tiene idea de lo que es la competencia laboral, de andar buscando un mejor puesto, muchas veces a costa del progreso de los demás (porque todo mundo sabe que el progreso personal se mide por qué tan buen puesto/sueldo tenga uno). Nadie tiene idea de lo que es tratar con gente hipócrita que da puñaladas por la espalda y discrimina, a pesar de la política incluyente de la empresa de no hacer distinciones de género, religión, preferencia sexual, capacidades especiales o color de piel (por alguna razón, el azul le resulta especialmente problemático). Nadie tiene idea de lo que es tener un vicepresidente que presiona al director que presiona al gerente regional que presiona al gerente local que presiona al supervisor que lo presiona a uno, que no tiene a nadie a quién presionar, y sólo le queda callarse la boca y hacer el trabajo. Nadie tiene idea de lo que es tener un jefe que se fija más en quién le besa la cola que en quién trabaja mejor; todavía la tuviera azul y redondita, como él, pero no. Nadie tiene idea de nada.

Por eso él, cuando sea gerente, les va a dar a elegir: Con o sin calzones. La botella NO será opcional.
A veces maldice a su suerte. Y es que en una comunidad de cientos de pitufos, cada uno con una ocupación distinta, justamente a él tuvo que tocarle ser Pitufo Oficinista. Como si el hecho de que tu ocupación o arquetipo estereotípico defina tu nombre no fuera lo suficiente malo. Pero hay que ser justos, y admitir que también tiene sus ventajas. Para empezar, es el único en la comunidad que tiene ingresos fijos. Y aunque paga impuestos, lo que le queda es sólo para él. Esto le ha permitido comprarse su pantalla de LEDs de siete pulgadas, que es una maravilla. También cuenta con un estéreo y un pitufiPod para escuchar música distinta a las aberraciones de Pitufo Armonía, y con un extractor de jugos para preparar su jugo de pitufresa con mucha mayor facilidad. También tiene siempre cerveza importada en su refrigerador. Vive mucho más cómodamente, la verdad, y si trabaja sus ocho horas con dedicación, seguramente algún día será jefe, y entonces estará rumbo a ser millonario.

Es cierto que está un tanto aislado del resto. Pero por otro lado, ¿qué atractivo tiene bailar alrededor de una cochina fogata todas las noches, cuando se tiene una pitufipantalla con blu-ray? Además, él tiene contactos en la ciudad, y sabe moverse dentro de ella con facilidad. Tiene acceso a arte de verdad. Poeta, Pintor, Arquitecto, ninguno de ellos hace realmente arte, sólo torpes intentos comparados con lo que encuentra uno en la gran ciudad. Algún día, espera él, Pitufina verá todo esto: Su nivel de vida, cultural, intelectual... él lo tiene todo. Simplemente no entiende el que ella prefiera estar con el resto. Pero algún día ella lo verá, de eso está seguro. Tal vez cuando sea millonario.

Bola de hippies comunistas, primitivos y sin ambiciones.

A veces, en los pocos ratos de paz mental que le permiten los problemas de la oficina y la TV, se pone a pensar en cosas profundas; cosas que Pitufo Filósofo, con sus estúpidos lentes de hipster, jamás alcanzaría a ver, por el limitado entorno en el que vive. Se pregunta, por ejemplo, cómo realmente las empresas como en la que él trabaja pueden mantenerse funcionando con tanta gente tarada que está ahí. Todo se sostiene sobre una base de gente ineficiente, sin sentido común y que no sabe ni siquiera comunicarse correctamente. Y sin embargo (porque por supuesto, también sabe de política), sabe que de alguna manera que él no comprende, las empresas manejan a los gobiernos, así con su ineficiencia y todo. Le es evidente que algo está mal, pero no alcanza a ver qué es, y mejor deja de pensar en esas cosas, que siendo sinceros, mientras a él le sigan pagando, no le importan realmente.

Incluso Vanidoso, que por alguna razón desconocida es con quien más platica, le dice que ser oficinista es antinatural. Que ni disfruta de la vida tranquila y feliz de la aldea, ni necesita realmente el dinero, ni se encuentra en un entorno amigable, ni es sano para él estar bajo tanto estrés; que sin darse cuenta, todo el tiempo antepone los intereses de su empresa a los suyos propios; que le está importando más el tener que el ser; que el conocer unos cuantos procedimientos empresariales no enriquece su vida de manera alguna; que mejor debería verse en el espejo más seguido, y tal vez ponerse una flor en el gorro. Pero para él, todo esto son tonterías. Tan simple como decir que de ninguna manera podría sostener su nivel de vida superior, de no ser por su trabajo.

Además, ¿quién más pretenden que sea? ¿Qué clase de patética vida sería ésa?
No. Pitufo Oficinista manda todas esas absurdas ideas al diablo, se va a beber su cerveza importada, y se va a dormir temprano, que al día siguiente hay que trabajar.

jueves, 19 de julio de 2012

La Sección Amarilla como libro sagrado

"Tiempo es dinero", dijo alguna vez Benjamín Franklin. Aunque debió especificar que no lo decía literalmente, sino refiriéndose al uso productivo del tiempo; porque de otra forma, a mi edad yo ya debería ser millonario.

Existe otro sentido en el que esta afirmación es cierta: Muchas veces, el tiempo y el dinero son intercambiables cuando se trata de pagar por algo. Por ejemplo, cuando uno toma un taxi en lugar de un camión urbano, se paga un precio más alto en dinero, pero se ahorra tiempo; si se opta por el camión, se ahorra dinero, y podríamos decir que, al tardarnos más, pagamos ese ahorro con tiempo. Lo mismo sucede, al menos en la mayoría de los casos, cuando uno toma un avión para hacer un viaje largo, en lugar de viajar por carretera: Pagamos con dinero y con tiempo, pero nuestra elección de medio de transporte dependerá de cuál de los dos recursos estamos más dispuestos a gastar.


Recientemente tomé la decisión de trasladarme caminando diario al trabajo, precisamente con la idea de minimizar costos: Trasladándome en camión urbano, tengo que tomar dos de ellos, que en "hora pico" van más llenos que un tren nazi transportando judíos.

"¿Sí se van recorriendo para atrás, por favor?"

Entre que a veces no se detienen por ir llenos, el tráfico matutino, las paradas continuas y el hecho de que, al parecer, una ruta de camión urbano que me lleve directamente de la puerta de mi casa a la de mi oficina es mucho pedir, la duración total del trayecto es de entre 45 y 55 minutos, y me cuesta doce pesos.

Sorpresivamente, descubrí que caminando a una velocidad decente y con una ruta optimizada con la ayuda de Google Maps, puedo hacer el recorrido en 40 minutos. Es decir, me ahorro de 5 a 15 minutos en tiempo, y doce pesos en dinero. "¡Qué maravilla!", podríamos pensar, "un ahorro tanto de tiempo como de dinero, esto es aún mejor que una máquina de movimiento perpetuo."

Foucault, tú y tu péndulo pueden pasar por su premio
de consolación, gracias.


Pero no, por desgracia nada es gratis en esta vida, ni son el dinero y el tiempo los únicos medios de intercambio; en este caso, pago mi transporte con el esfuerzo (nada despreciable) que implica caminar manteniendo un paso relativamente veloz durante cuarenta minutos. Así, agregamos un tercer recurso, para al final tener dinero, tiempo y esfuerzo como opciones, muchas veces intercambiables, para pagar por algo. Claro, con sus excepciones. Como las mujeres, que te exigen todo lo que tengas de los tres.

"Lo siento, Fernando Antonio, pero esto sólo funcionará cuando
estés dispuesto a dedicarme 37 horas diarias."

¿Alguien recuerda los anuncios de la Sección Amarilla en los ochentas? "Ahorre tiempo, dinero y esfuerzo", decían.

Todo mundo sabe que ponerse una armadura de placas completa no requiere de esfuerzo alguno.

Lo cual sería maravilloso, milagroso incluso, al grado de que, si ese libro de verdad me ayudara a ahorrarme los tres recursos, sería capaz de adoptarlo como libro sagrado y fundar una nueva religión. La Religión Amarillista, podría llamarla. Y de hecho sí sería posible ahorrar los tres simultáneamente, pero sólo en caso de que decidiéramos agregar aún más factores a tomar en cuenta en nuestro ya hermoso y equilibrado sistema de medios de intercambio de tres dimensiones. Pero como estos tres bastan para el propósito de este escrito (que francamente, ni estoy seguro de cuál sea), y como los sistemas de cuatro o más dimensiones hacen que las cabezas humanas exploten, mejor dejémoslo así.

"Ahora imaginemos un cubo de cuatro dimensio..." ¡BOOM!

Ahora, analicemos algo que me inquieta un poco. En el sistema actual, tener un empleo significa que yo ocupo mi tiempo y mi esfuerzo en obtener algo, que al final resulta ser dinero. ¿No les parece que hay algo mal aquí? No hago más que pasármela indefinidamente invirtiendo dos de mis medios de intercambio, a cambio del restante. Peor aún: El dinero que recibo es sólo una fracción de lo que produzco para la empresa, y de cualquier manera mi dinero irá a parar a otras empresas cuando yo vaya a comprarles lo que necesito para vivir. O sea que básicamente me quedo en ceros, mientras que las empresas hacen cada vez más y más dinero. ¿Cómo es esto posible? ¿Acaso hay una cantidad infinita de dinero en el planeta? No, no la hay, y de hecho este es, a grandes y torpes rasgos, uno de los causantes de la crisis financiera global.

En una economía de subsistencia, como la que teníamos en tiempos primitivos, uno invierte su tiempo y esfuerzo en producir lo que necesita para vivir. Fue el surgimiento de la civilización lo que hizo necesario el trueque primero, y el dinero después. No estoy en contra del dinero en sí. Estoy en contra de un sistema centrado exclusivamente en la obtención de dinero, como en el que vivimos.

El ser humano es creativo por naturaleza. De hecho, las capacidades de imaginar, de razonar, de crear y de concebir abstracciones son, en gran parte, lo que nos hace humanos. Al estar cautivos en un sistema que nos tiene sólo produciendo dinero, nos quedan poco tiempo y esfuerzo para ocupar nuestras mentes en cosas que realmente valen la pena, cosas que podrían ser de gran utilidad a la humanidad. La civilización misma, con su creciente complejidad, ha sido posible gracias a mentes brillantes que constantemente conciben ideas nuevas. Sin embargo, en la actualidad, las personas dedicadas a la concepción de nuevas ideas están condicionadas a la disposición de dinero. La generación de ideas y avances está al servicio de gobiernos y corporaciones, con lo cual ni siquiera podemos contar con el uso de dichos avances para el beneficio de la humanidad, sino, adivinen: Sí, para la producción de más dinero. Pero no me hagan caso a mí. Ya lo dijo Buckminster Fuller, y mucho más elegantemente que yo, que sólo soy un pobre diablo que no sabe nada de la vida:

"Debemos deshacernos de la engañosa noción de que cada quién debe ganarse la vida. Es un hecho hoy que uno de cada 10,000 de nosotros puede conseguir un avance tecnológico que soporte a los otros 9,999. La juventud de hoy tiene toda la razón cuando considera estúpido ganarse la vida trabajando. Seguimos inventando ocupaciones por esta falsa idea de que todo el mundo debe realizar alguna tarea pesada o tediosa para tener derecho a existir. Así, tenemos supervisores de los supervisores y gente desarrollando herramientas para los supervisores que supervisan a los supervisores. El verdadero negocio de la gente debería ser volver a las escuelas y pensar en aquéllo que estuvieran pensando antes de que alguien viniera y les dijera que tenían que ganarse la vida trabajando."

"Básicamente, con lo que yo sueño es
con menos trabajo y más chaquetas."

Pero los idealistas, los visionarios y los niños etíopes encabezan la lista de la gente que se muere de hambre en este sistema que no puedo cambiar. Así que mejor me dejo de estupideces: Debo ponerme a trabajar.