jueves, 3 de mayo de 2012

Stephen Hawking para Presidente

Son tiempos agitados para el país, como sucede comúnmente con la temporada electoral. Por todos lados vemos los miles de millones de dinero del pueblo gastado en publicidad estúpida con caras de sonrientes candidatos, y con abundancia de palabras como "cambio", "compromiso" y "diferente". O ni tan estúpida, porque al parecer, funciona.

En las redes sociales todo mundo es la nueva gran revelación en análisis político, y la gran mayoría de lo que se ve son cosas para desprestigiar a uno u otro candidato, la llamada "guerra sucia", que está totalmente financiada por los partidos, aunque jamás de manera oficial. Es reprobable, pero al parecer, también funciona.

¿Por qué funcionan estas estrategias de campaña? Pues porque están hechas a la medida del pueblo. A un pueblo estúpido, campañas estúpidas.

"A lo hecho, pecho."

O no estúpido, porque no nos falta inteligencia. Pero sí nos falta un poco (o mucho) de pensamiento crítico. Apoyamos a uno u otro candidato por las razones incorrectas: Porque nos invita una torta y un refresco, por su apariencia, o porque representa a tal o cual partido, como si los partidos políticos fueran equipos de futbol.

No tenemos las herramientas de pensamiento para distinguir lo que es verdad de lo que es difamación, ni lo que son promesas vacías de campaña de lo que son propuestas viables. Esto da como resultado que, a la hora de elegir a nuestros gobernantes, no sólo tomamos una pobre decisión, sino que ni siquiera podemos ver lo pobres que son las opciones que nos imponen. No tenemos la capacidad de establecer prioridades, ni de cuestionar con conocimiento, ni de distinguir lo que nos hace sentir bien de lo que es cierto.

¿Y dónde podremos encontrar esas herramientas de pensamiento? ¿En la televisión? ¿Consultando nuestro horóscopo, o el de los candidatos? ¿Rezando? Evidentemente no, puesto que es ése el camino que estamos recorriendo y del que debemos alejarnos, si queremos que las cosas mejoren. Lo que necesitamos es ciencia.

"¿Señor? Sí, por fin le tengo listo al candidato ideal para el Partido Verde."

¿Ciencia? ¿Qué clase de disparate es ése? ¿Acaso vamos a hacer que nuestro gobierno mejore con fórmulas matemáticas? ¿Inventaremos una cura para la enfermedad de la codicia, padecida por todos los políticos? ¿Pondremos de presidente al Dr. Evil?

La ciencia es más que un mero conjunto de conocimientos. Es mucho más que un grupo de tipos con bata en un laboratorio investigando cosas que no entendemos. Y sin embargo, lo primero que les viene a la mente a las personas con esta palabra, es un científico loco que quiere conquistar o destruir al planeta. Pero no: La ciencia es también una manera de pensar disciplinada basada en la observación y el razonamiento. Es algo que no sólo podemos utilizar en nuestra vida diaria, sino que deberíamos hacerlo, por nuestro propio bien. Y la elección de un buen gobernante definitivamente forma parte de nuestra vida diaria, por períodos de tres o seis años.

La ciencia no es el único instrumento de conocimiento con que contamos. Además de las diversas y numerosas religiones, también hay una gran variedad de pseudociencias, probablemente la más famosa de las cuales es la astrología. Y al igual que éstas, la ciencia no es un instrumento perfecto; pero sí es el mejor que tenemos. En ese sentido es como la democracia (la bien aplicada): Es imaginativa y a la vez disciplinada; nos invita a aceptar los hechos, aunque vayan en contra de nuestros prejuicios; nos exhorta a tener hipótesis alternativas en la cabeza y ver cuál se adapta mejor a los hechos; nos insta a un delicado equilibrio entre una apertura sin barreras a las nuevas ideas, por muy heréticas que sean, y al escrutinio escéptico más riguroso: Combinación de nuevas ideas y sabiduría tradicional. Esta manera de pensar es una herramienta esencial para una democracia en una era de cambio.

Uno de los grandes mandamientos de la ciencia es: "Desconfía de los argumentos que proceden de la autoridad." Las autoridades deben demostrar sus opiniones al igual que todos los demás. Esta independencia de la ciencia, su reluctancia ocasional a aceptar la sabiduría convencional, la hace peligrosa para las doctrinas menos autocríticas o con pretensiones de certidumbre, como la religión o las pseudociencias.

Los valores de la ciencia y de la democracia son similares. Ambas iniciaron en el mismo tiempo y lugar, en los siglos VII y VI AC, en Grecia. Ambas prosperan con el libre intercambio de ideas, y de hecho lo requieren. Alientan a las opiniones poco convencionales y al debate. Exigen raciocinio suficiente, argumentos coherentes, niveles rigurosos de prueba y honestidad, y nos proporcionan medios para la corrección de nuestros errores.

Y sin embargo, en nuestra "democracia", los productos de la ciencia son utilizados para torcer el sistema y someter a la gente a un régimen que podríamos llamar oligarquía, plutocracia, o "partidocracia".

Plutocracia.

Para encontrar un poco de verdad ocasional entre toda la confusión y engaños, necesitamos atención, dedicación y valentía. Pero si no ejercitamos estos hábitos de pensamiento, no podemos esperar resolver los problemas realmente graves del país. En lugar de eso, correremos el riesgo de convertirnos en una nación de ingenuos, un mundo de niños a disposición del primer charlatán que se nos ponga enfrente, llámese astrólogo o candidato presidencial.

El pensamiento crítico es democrático: Se puede tener sin importar el nivel socioeconómico del individuo. Por una parte tenemos casos de gente humilde que cuestiona a los candidatos frente a las cámaras, pidiéndoles propuestas concretas y silenciándolos de lleno. Por otro lado, he visto a gente con formación universitaria compartiendo en las redes sociales (y por tanto, creyéndoselo) mentiras tan ridículas como "En México ya no hay deuda externa gracias al partido gobernante."

La conclusión es obvia: Los mexicanos tenemos potencial como pueblo. Sólo es cuestión de explotar ese potencial con una educación adecuada, tanto en la escuela como en el hogar. Cada vez que un gobernante presume haber abierto tantos cientos de escuelas durante su mandato, me dan ganas de vomitar. Muchas escuelas, sí, ¿pero qué nivel de educación se imparte en esas escuelas? Necesitamos educación de calidad, que enseñe a la gente a pensar y no sólo a memorizar cosas.

Teniendo una educación adecuada, el resto de los problemas del país se irán resolviendo poco a poco: Seremos más cultos y creativos, más concientes del por qué es importante cuidar el medio ambiente, tendremos la capacidad y la oportunidad de desenvolvernos en el oficio o profesión que realmente nos llene, cuestionaremos las acciones de la autoridad y les exigiremos mejores resultados, exigiremos (por supuesto) a gobernantes con pensamiento crítico, y en definitiva nuestra participación en el gobierno podría ser mucho mayor que el simplemente ir a votar cada tres o seis años. Curiosamente, esto es precisamente lo que muchos gobernantes no quieren: Utilizan la ignorancia como herramienta de control. Hay incluso quienes quieren impartir religión en las escuelas públicas, cuando no hay nada más opuesto al pensamiento crítico, la ciencia y la razón.

Por eso, antes de fijarnos en las propuestas, muchas veces vacías, de los candidatos a gobernarnos, deberíamos preguntarnos: ¿Quién de entre estos individuos hara realmente más y mejores cosas por la educación de la gente? ¿Quién hará más por la ciencia? ¿Quién arrancará al sistema educativo de las garras de la mafia que lo controla actualmente? ¿Quién mantendrá a la religión apartada de las aulas?

Si hacemos ese ejercicio de manera objetiva, dejando de lado lo que nos quieren vender los medios de comunicación, y desechando nuestras mezquinas preferencias partidistas (es decir, pensando críticamente), creo sinceramente que tenemos mejores posibilidades de tomar una decisión que nos beneficie a todos. Y si además divulgamos esta manera de pensar entre nuestros amigos y conocidos, podemos hacer al país un bien realemente mayor. A fin de cuentas, la ciencia está ahí para beneficiarnos a todos. Sólo tenemos que abrazarla y utilizarla debidamente.

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