martes, 5 de julio de 2011

Kaizen Katana Kurosawa

Mi trabajo en una transnacional consiste en pequeños ciclos de desarrollo de software que duran entre medio día y dos semanas, dependiendo de la complejidad de los programas (o de qué tan enojado esté el cliente).

Se han dado casos en que tengo que desafiar al espacio-tiempo para terminar un proyecto en -16 horas.

Recientemente, me asignaron un proyecto de ésos que no son sencillos, pero que deben estar desarrollados, probados e implementados en día y medio de trabajo. La urgencia era debido a que era un proyecto "kaizen". La palabrita me recordó esa época oscura de estudiante universitario en que me impartían por la fuerza materias con la palabra "calidad" en el nombre.

Lo cual las posicionaba automáticamente dentro de la lista de las cinco materias más aburridas de la carrera.

Resulta que, tal como su nombre lo dice (estoy asumiendo que todos mis lectores saben japonés; pero si no, kaizen (改善) significa "mejora", o algo así), un "Evento Kaizen" es como una especie de feria intracorporativa organizada por el área de Calidad, en la que se proponen proyectos cortos y prácticos con el fin de obtener ahorros medibles para la compañía.

Como el propósito de absolutamente cualquier corporación es hacer dinero, un evento de esta naturaleza no tiene nada de extraño. Al fin y al cabo, los gerentes y directivos no ganan lo que ganan sólo porque sí, sino que tienen una visión clara de las áreas donde hay oportunidades de mejora. Ponerlos a competir unos contra otros para ver quién propone un mejor proyecto para ahorrar dinero, es algo que parecería hasta lógico.

Sólo que hay un detalle: Los proyectos no los proponen los gerentes ni los directores. Los proponen los empleados mortales. Lo cual, si lo analizamos, no carece del todo de sentido. Es decir, son personas que  tal vez tengan sólo una visión reducida de los procesos de la compañía, pero son los que a fin de cuentas hacen el trabajo y por tanto, pueden detectar pequeños defectos que podrían mejorarse y traducirse en ahorros.

Tal vez para compensar esa "falta de visión", se forman equipos de varias personas, se nombra a un líder, y el equipo propone su proyecto. Lo que se da a continuación es algo muy parecido a las escenas iniciales de Espartaco.


El proceso de detección de problemas, propuesta de proyectos, análisis de soluciones, planeación, implementación, presentación y comprobación de ahorros lo calendarizan para el fabuloso tiempo de dos extensas semanas. Como es tiempo más que suficiente, jamás se necesita que los empleados se queden a trabajar tiempo extra; mucho menos quedarse a trabajar toda la noche, jamás en la vida. Y como casi al final de esas dos semanas se dieron cuenta de que necesitaban a un programador que les hiciera el software que mágicamente solucionaría todo (y además como todo mundo sabe, hacer software está dentro de los tres trabajos más sencillos del mundo, sólo superado por el de probador de colchones y el de "la chica del clima"), por eso estuve día y medio involucrado en el proceso.

Bueno, en realidad fueron dos días y medio: En el último día del evento, todos los participantes (así como todos sus gerentes, catorce niveles hacia arriba) se reúnen en un auditorio, y la gente de Calidad da una aburridísima plática llena de términos en japonés, los cuales por supuesto no incluyen ningún término japonés cool (como samurai, shuriken, yakuza o hentai).

Acto seguido, los líderes de equipo pasan a hacer una presentación de tres minutos (minuciosamente cronometrados) sobre el problema original, el equipo que se reunió para resolverlo, las herramientas utilizadas en el análisis, la solución implementada, la comparación del antes y el después, los puntos clave para darle seguimiento, los responsables de tal seguimiento, la calendarización del seguimiento, los aprendizajes obtenidos de la experiencia, y las cuentas avaladas por el departamento de finanzas, que muestran en fríos números cuánto dinero fue ahorrado por el proyecto. Si por casualidad se da el caso de que a alguien no le fueran suficientes tres minutotes para exponer tan escaso material, suena una chicharra y el expositor tiene que callarse la boca al instante, perdiendo puntos para su equipo. Algo así como el Chacal de la Trompeta de Sábado Gigante.


Después de eso, mientras el jurado decide quién es el ganador, gerentes y directores de varias áreas pasan a dar discursos de clausura y a lamerse los escrotos mutuamente, felicitando a todo mundo por el excelente trabajo hecho, y prácticamente diciéndoles a los empleados (de manera amable, eso sí) que sus dos semanas de matarse trabajando le ahorrarán a la empresa cantidades del orden de varios miles de dólares mensuales, aunque nadie recibirá un solo peso de ese dinero.

Pero sí un caluroso aplauso de los demás participantes.



 Al final viene la premiación, repartiendo diplomas y botellas para agua (aka. pepsilindros) a los afortunados ganadores.

De esto salieron varias experiencias interesantes.

Lo bueno: Demostré (una vez más) mi capacidad para resolver problemas rápidamente y sobre la marcha, lo que me convierte en una persona con amplios recursos e inteligencia. Oxígeno puro para mi ego.

Lo malo: Demostré (una vez más) que no importa que me pasen las cosas a última hora, al fin y al cabo aquí estoy para ser explotado cuando quieran, y las cosas salen de alguna u otra manera.


Lo feo: No me dieron ni diploma ni nada, así que tuve que robarme un pepsilindro, y el Padre me va a regañar por eso en mi siguiente confesión.
Lo verdaderamente deprimente: Ver a un montón de compañeros siendo descaradamente explotados, y que se sientan orgullosos de ello. Se supone que la empresa le paga a uno por hacer ciertas labores; pero con este tipo de cosas, no sólo se asignan labores adicionales, sino que no se pagan las horas extra. Peor aún, todo mundo sabe que el propósito de todo es ahorrarle dinero a la empresa, y nadie se pregunta siquiera a los bolsillos de quién irán a parar esos ahorros. Al contrario, unas palmaditas en la espalda y un "buen trabajo, ingeniero" son suficientes para hacerlos sentirse satisfechos y orgullosos. En lo personal, presenciar todo esto me dio un asco tremendo.



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