viernes, 20 de mayo de 2011

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Hoy es día del psicólogo, y en Europa es día del mar. Ayer fue día del mercadólogo. Anteayer fue día del museo, hace tres días fue el día internacional contra la homofobia, y hace cinco fue día del maestro. Tenemos además múltiples "días internacionales de algo", como el medio ambiente, los enfermos, la justicia social, el agua, el árbol, la poesía, los derechos humanos, la salud, los trabajadores, la juventud, la asistencia humanitaria, el turismo, el correo, la alimentación, la paz, la familia, la mujer, y hasta enfermedades como el cáncer, el SIDA, la rabia o el lupus. Incluso leía hace rato una nota sobre la posible instauración del día del borracho en México (lo cual no se me hace mala idea, pero no es el punto; el punto es que prácticamente todos los días del año son días de algo).

Por lo regular, el propósito aparentemente inofensivo de estos días cae en una de tres categorías:

1. Celebrar a una categoría de personas claramente clasificable.
2. Dar un premio de consolación a algún grupo oprimido.
3. Hacer conciencia sobre algún aspecto negativo en la sociedad.

Días como el de la madre, el del amor o el del [inserte aquí su profesión u oficio predilecto], sirven para celebrar a personas con cierta ocupación, o a personas del género femenino que han dado a luz, a personas que tienen amigos y/o pareja. ¿Tiene sentido? No mucho, pero por otro lado, ciertamente son inofensivos; simplemente se gasta un poco de dinero en regalos, y la gente por lo general está feliz de ser madre, de tener pareja o de dedicarse a una profesión tan trascendente y grandiosa como la que decidió estudiar. No parece gran cosa.

Días como el de la mujer, o en contra de la homofobia, no son más que premios de consolación. El mundo occidental ha sido tradicionalmente dominado en los últimos milenios por el hombre blanco heterosexual y adinerado. La opresión contra quienes no pertenezcan a este selecto grupo no es nada nuevo; pero una sociedad moderna como la nuestra, es tan civilizada como para saber compensar, por ejemplo, a las mujeres, con un Día Internacional de la Mujer (que trabajadora, y que no es celebración y todo eso que se debate cada año, no vayamos ahí ahora, por favor). Los homosexuales también tienen su día, en el que los homofóbicos ceden un poco y dicen, "bueno, por hoy trataré de no discriminarlos." ¿Tiene sentido? No. Y lejos de ser inofensivo, propician que se acentúe la discriminación. Total, si ya tienen su día, pueden dejar de molestar los otros trescientos sesenta y cuatro.

Por último, algo similar pasa con los días como el del medio ambiente, la asistencia humanitaria o la justicia social, que pretenden servir para concientizar a la gente sobre lo deteriorado que está dicho aspecto de la humanidad, y todo lo que falta por hacer para remediarlo. Aunque la intención es buena, el hecho de darle un día específico al año puede ser de lo más contraproducente. La gente planta un árbol en el día del árbol, cuida el agua en el día del agua, hace ejercicio en el día de la salud, y no va a trabajar en su auto en el día del medio ambiente; y con eso ya sienten que hicieron suficiente, el resto del año siguen tirando basura, desperdiciando el agua, y teniendo un sinfín de malos hábitos.

Un día representa aproximada y escasamente, un 0.27% del año:


Y aunque eso es mejor que nada, ¿No sería mejor tener un 100%? Trescientos sesenta y cinco días de estár conscientes de no desperdiciar agua ni tirar basura en la calle, de tratar como iguales a todas las personas sin importar género, ocupación o preferencia sexual, de hacer ejercicio aunque sea ocasionalmente, de comer sanamente, y de dar muestras espontáneas de aprecio a la gente que es importante en nuestras vidas, como pareja, madre, amigos y maestros, sin esperar un día específico del año, instaurado por algúna misteriosa comisión de gente ociosa. ¿Qué tal si mejor educamos a nuestros hijos de esta manera, en lugar de estar viendo a qué está dedicado el "día internacional" de la fecha en curso? Yo lo haría.

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