jueves, 16 de febrero de 2012

Pescadito, pescadito

Los peces están entre los seres menos inteligentes del planeta. De hecho, como clase del reino animal, creo que sólo están por encima de los reptiles en cuanto a proporción entre sus masas corporal y cerebral.

No graficado: El político promedio. Por razones de diversidad, se prefirió poner al celacanto, que ocupa aproximadamente el mismo punto.

La información que guardan en sus cerebros apenas les alcanza para las funciones más básicas, como huir endemoniadamente al toparse con un depredador, fertilizar el apetitoso caviar puesto por alguna hembra, o identificar a una deliciosa lombriz de tierra que, por alguna razón desconocida, está bajo el agua, retorciéndose y atravesada por un anzuelo. En pocas palabras: Supervivencia y reproducción.

Recientemente leí un artículo referente a un estudio que afirma que la democracia requiere de masas ignorantes para funcionar correctamente, dado que un electorado bien informado formaría un montón de sólidas minorías que no podrían ser "acarreados" y que tampoco cooperarían entre sí fácilmente. En cambio, si la mayoría de los votantes no piensan realmente en los problemas y se limitan a ponerse del lado de quien es más popular, el sistema sigue funcionando sin problemas.

¿Y cómo llegó un grupo de investigadores a tal conclusión? Pues estudiando el comportamiento de los peces, por supuesto. Específicamente, carpas doradas.

A ésta se le nota a simple vista su preferencia por las ideologías de izquierda.

Y uno se pregunta, ¿a quién demonios se le ocurre hacer un estudio de comportamiento humano basado en el comportamiento de seres con cerebros incipientes? Todavía fueran, digamos, delfines o ballenas, tendía más sentido, ¿no? Al fin y al cabo viven en el agua, como los peces, sin embargo son mamíferos superiores, con cerebros mucho más parecidos al nuestro.


( El autor de estas líneas recomienda ampliamente la película The Meaning of Life, que aborda el estudio de humanos basado en peces. Abstenerse si son demasiado susceptibles a los chistes religiosos.)


Sí, evidentemente el cerebro humano es superior; poseemos capacidad de razonamiento, análisis, síntesis y abstracción, somos creativos y, en pocas palabras, el día en que un pez sea capaz de crear una obra de arte o un lenguaje simbólico, entonces hablamos. Sin embargo, también hay que tomar en cuenta el entorno social que hemos creado con esas capacidades.

Un pez vive sin más reglas que las dictadas por su instinto de supervivencia. Los humanos, en cambio, debemos de acatar un sinfín de reglas. Sus oportunidades de supervivencia como individuo se ven mermadas si no es capaz de regular sus impulsos instintivos.

¿Un pez desnudo en un estadio? Qué escándalo.

De esta paradójica manera, las partes más desarrolladas de nuestro cerebro luchan por inhibir constantemente muchas de las cosas que nos dictan las partes más primitivas, las que compartimos precisamente con animales "inferiores".

¿Tenemos éxito? Por supuesto que no. Por principio de cuentas, la mayoría de la gente no se caracteriza precisamente por su brillo intelectual. Por otra parte, nos sorprendería echar un vistazo, aunque sea superficial, a algunas conductas que compartimos con ellos.

Muchas especies de peces son agresivas. Tienen que serlo para poder sobrevivir, o de lo contrario no podrían proteger a sus huevos o crías. También son territoriales, ritualistas, poseen una clara tendencia a establecer jerarquías sociales, y por lo general viven su vida sin más preocupación que la misma supervivencia. Todas estas características las tienen especies con cerebros tan inferiores al nuestro, que es casi increíble que las compartamos.

¿O a poco no somos agresivos? Eso es algo que se nota desde que uno sale a la calle y ve cómo la gente conduce sus autos, pero también podemos verlo en las noticias. En ningún momento de la historia de la humanidad ha dejado de haber guerra en alguna parte del mundo. ¿Territoriales? Para demostrarlo sólo se requieren dos palabras: Nacionalismo y fronteras.

Nótese como el hombre de verde marca la frontera con orina,
para que los gringos no se pasen de este lado.

En cuanto al ritualismo, los ejemplos son tantos que me abruman, y van desde el simple y vulgar cortejo callejero hasta el solemne Bar Mitzvah que mi sobrino tendrá que hacer en unos años. El ritual forma parte imprescindible de prácticamente todas las religiones que existen, y como sabemos, la gran mayoría de los humanos practica una.

¿Jerarquías sociales? ¿Se acuerdan de cuando en la primaria nos enseñaban la pirámide social del Antiguo Egipto, con el faraón hasta arriba, luego los sacerdotes y así hasta terminar con los esclavos? Bueno, pues las cosas no han cambiado mucho en cinco mil años, para acabar pronto; sólo se le ha añadido un poco de burocracia, y los antes esclavos ahora tienen seguro social.

Por último, un pez carece de conciencia de sí mismo, sólo vive sin trascender, y ya. Un humano vive para trascender... en forma de cuentas bancarias y el mejor auto que esas cuentas le permitan. Creo que no hay mucha diferencia entre uno y otro. Todo termina reduciéndose a supervivencia y reproducción.

Así que, como vemos, el basarse en esos simpáticos seres nadadores para estudiar a los humanos, no es del todo descabellado, sobre todo si hablamos de la "democracia" moderna. Y después de todo, el mensaje que viene en The Meaning of Life al final de los títulos (lo que uno nunca se queda a ver) es perfectamente aplicable para ambos.

"Los productores quisieran agradecer a todos los peces que participaron
en esta película este blog. Esperamos que otros peces seguirán su ejemplo
para, en el futuro, los peces de todo el mundo puedan vivir juntos en armonía
y entendimiento, y pongan fin a sus diferencias mezquinas, dejen de
perseguirse y comerse unos a otros, y vivan por un futuro más brillante
y mejor para todos los peces, y aquéllos que los aman."

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