lunes, 9 de enero de 2012

La necesidad de sentir la cartera llena

¿Les ha pasado que se levantan un lunes, mucho antes de su hora acostumbrada, con la sensación de que tienen que hacer algo, pero no recuerdan qué? Casi me pasó hoy. Y digo casi, porque en realidad recordé casi inmediatamente que hoy era mi cita con dos supermodelos.

Dicen que si frotas lo suficiente a dos de ellas, puedes prender fuego.

Ya espabilado, recordé que lo que tenía era cita con el dentista, pero ignoraba a qué hora. Tomé mi cartera, donde con seguridad estaría el papel donde siempre traigo anotada la fecha y hora de la siguiente cita. Mientras buscaba, me topé con lo siguiente.

Una tarjeta de débito rota, expedida en 2008 y aún con su calcomanía de "Tarjeta Desactivada", señal de que jamás la usé, no recuerdo por qué. Voy a checar el saldo para ver si de casualidad soy millonario ya. Y si no, puedo enmarcarla como obra simbólica de mi apatía hacia el capitalismo, y nombrarla Die Apathie dem Kapital (en el idioma de Marx, por supuesto, para que suene más acá). Los hipsters la adorarían.

La tarjeta de presentación de un excompañero de la prepa que hacía años no veía. Me lo topé en la calle hace meses, y ambos hicimos lo que normalmente se hace en esos casos: Saludarnos, resumir los últimos quince años en una plática de tres minutos, y despedirnos con un "hay que hablarnos y hacer algo". Por supuesto, sin intención alguna de llamar jamás.

Dos tarjetas de cliente distinguido de Domino's Pizza. No sé por qué jamás las usé, tal vez por lo malas que son. ¿Y por qué dos? Porque seguramente al momento de tomarlas tenía hambre.

Con un poco de sal, saben mejor que la misma pizza.
Dos tarjetas de distinguidos clubes, el World Men's Club y el Gallery Girl's Club. ¿Quién no ama el uso de los apóstrofes en este tipo de nombres? ¿Y a poco no es divertido el que una diga Men's Club y la otra Girl's Club, y sin embargo ambas estén dirigidas a hombres? Y en última instacia, ¿qué hacía un soltero atractivo como yo con estas tarjetas? Seguramente me las dieron en algún semáforo y yo, siempre conciente del problema ambiental, no quise tirarlas donde fuera. La primera tenía la "foto real" de una tipa nalgona, y la segunda un logo sospechosamente parecido al del Boston Medical Group, a lo mejor porque también hacen que se te pare (aunque se vería mejor si lo escribieran "Boston's", ¿a poco no?).

Una tarjeta del Castillo Hochosterwitz, con el nombre de un esloveno que era guía en el museo del castillo, de hace año y dos meses que me mandaron a Austria por la empresa donde trabajaba. Ese castillo lo visté un día muy temprano (tanto, que yo era el único turista), así que pude quedarme platicando con este señor y con la monita de la tienda de souvenirs. Conocer a este tipo de personas que no tienen nada qué ver con uno es lo más enriquecedor cuando se viaja. Hasta me invitaron cigarros y una ginebra afrutada que sabía bastante mal, pero que no me iba a quedar sin probar.

Una tarjeta de la Tuna Universitaria de Aguascalientes. No, no la fruta. Hasta donde yo sé, no hay frutas que vayan a la universidad, salvo una que otra fresa. Estos eran como una estudiantina (no entendí la diferencia cuando nos explicó), con cuyo director nos topamos en una cantina de Jalostotitlán, cuando veníamos regresando de las fiestas de San Julián. Estaban cantando en la cantina a la que llegamos, y al ver que los parroquianos les invitaban cerveza, nos pusimos a cantar con ellos y tuvimos una borrachera gratis.

Siete recibos de ticketmaster, por compras de boletos para conciertos. Cuáles, quién sabe, pero los boletos ya están en su respectiva caja de recuerdos felices.

La tarjeta de presentación de "Los Filósofos", trío que contratamos para llevarle serenata a mi madre en su día. También otra de "Voces de mi Tierra, el mejor concepto músico vocal". Esa última borrachera no la recuerdo.

Una tarjeta de un gringo loco que conocimos en la playa michoacana "La Llorona". Es de Alaska, y cada invierno agarra su camper y atraviesa tres países manejando hasta esta playa, donde monta un campamento masivo y se queda a vivir unos meses con su esposa. El resto del tiempo trabaja como guía de aventuras en las montañas de su tierra. Yo de viejo quiero ser como él, pero sin vivir en Alaska.

La tarjeta de mi expirado seguro de gastos médicos, al cual renuncié al salirme de mi último trabajo. Ahora me encuentro a merced del IMSS. Puesto así, creo que dejaría de fumar, de no ser que, por la fecha, parecería propósito barato de año nuevo, y todos sabemos que esos jamás se cumplen. Pero ahora sí, en febrero lo dejo.

Había aún dos o tres tarjetas más, de cosas con aún menos importancia que todo lo anterior. Y eso sin mencionar las cosas útiles.

Sport Billy, mi cartera es mejor que tu jodido maletín.

¿Será que he desarrollado el hábito de traer la cartera tan llena de cosas para al menos sentir que traigo algo? Por las dudas, no tiraré todas las tarjetas; uno no sabe si algo así puede ser causa subconsciente de depresión, y tal vez necesite rellenar la cartera con cosas inútiles para volver a sentirme bien.

Y el papel con los datos de mi cita con el dentista, jamás lo encontré.

3 comentarios:

  1. Tira todo, quédate con el de las putas. Es lo único medio valioso en tu cartera que puedes ver en diez años y decir: "Con un poco de sal, saben mejor".

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  3. Mi muy estimado Diego, tuve la fortuna ya hace un par de años de ser de los primeros lectores de tu blog, alla cuando ambos vivíamos a la merced de un capataz cuyas frases “como vas” y “a ver cabron” son difíciles de borrar de mis recuerdos, creo que a la fecha me generan pesadillas.

    En ese entonces, quizá por falta de tiempo o simplemente por la apartada relación que tenia con los libros, no hice mucho caso y tan solo lo deje como uno mas de los links que almaceno, tiempo después al haberme visto atrapado por la mas conocida y popular red social (al menos para mi) encontré que de vez en vez, posteas tus entradas al blog y desde ese entonces y hasta la fecha, no pierdo la oportunidad de leerlas ya que disfruto mucho de cada relato que publicas, espero sigas haciéndolo, eres, sin el menor temor a equivocarme, un muy buen escritor.

    Saludos.

    Luis Gerardo Hernández (El potro)

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