lunes, 18 de octubre de 2010

El único turista en Ljubljana

Todo es culpa de la geografía. Estoy a menos de cien kilómetros de la frontera con Eslovenia, país que me faltaba por conocer. ¿cómo no iba a visitarlo a la primera oportunidad? En este pueblito de las faldas de los Alpes austriacos, estoy más cerca de la frontera que de Viena, o Salzburgo. Y "sólo" estaré aquí cinco semanas trabajando, lo cual me da un total de cuatro fines de semana para mí. Estoy obligado a aprovecharlos todos.

Así pues, cuando mis compañeros de trabajo me preguntaron qué pensaba hacer el fin de semana, les respondí que pretendía visitar Ljubljana. La capital es la opción lógica para visitar cuando sabes tan poco sobre un país, y queda cerca. Verifiqué los horarios de los trenes e hice cuentas: Si tomaba el tren del sábado a las 9:15, llegaría a Klagenfurt, la ciudad más cercana, con tiempo suficiente para comprar un boleto a mi destino.

Correr para alcanzar un tren no es nada nuevo para mí. Pasa todo el tiempo cuando viajas. Lo que jamás debió sucederme fue olvidar mi pasaporte en el hotel, por las prisas. Pero cuando lo noté, ya iba a bordo del tren. Sólo me quedaba nadar con la corriente y ver qué sucedía. Total, Eslovenia es parte de la zona Schengen, ¿qué podía pasar?

Antes de cruzar la frontera, me hicieron transbordar del tren a un camión. Me dio algo de miedo, puesto que el cruce no fue "transparente", por la vía, sino por una caseta de revisión a media carretera. Pero no nos detuvo nadie, y de pronto los letreros en alemán fueron sustituidos por letreros en esloveno.

Justo después del cruce, se subió un chavo local al camión. Les sacó plática en inglés a unos turistas de Singapur. Pronto estaba yo también en la conversación, y hasta me acabó invitando una cerveza que traía en su maleta. Transbordamos a un nuevo tren, y para cuando llegamos a Ljubljana ya éramos los mejores amigos por obra y gracia del alcohol, que siguió fluyendo en un bar de la estación. I go to Celje to visit my girlfriend, we have a big party tonight, you should come.

Y pues bueno, yo no conocía ni Ljubljana ni Celje ni nada, así que supuse que daba igual terminar en cualquiera de las dos. Me subí en el siguiente tren con Elvis, mi nuevo amigo. O sea, se llamaba Elvis, seguramente sabía dónde estaba la fiesta. Pero el tren se fue "puebleando" por las montañas, siguiendo el curso de no sé qué río. Elvis se durmió, y a mí el camino comenzó a hacérseme eterno. Saqué otra cerveza de su maleta, sólo para hacer más ameno el trayecto.

Hubo un transbordo que tuvimos que hacer, en la estación de un pueblo diminuto. Estábamos rodeados de bosque, con el río a un lado, y si uno salía de la estación, sólo estaba la carretera y después la montaña. Y yo borracho y sin pasaporte. ¿Qué demonios estaba haciendo ahí? Me salí a caminar y a tomar algunas fotos. Por fin llegó nuestro tren, y llegamos a la gran metrópolis de Celje, que tenía como cinco calles más que el resto de los pueblos.

Nos encontramos con la girlfriend en cuestión, y nos metimos los tres a un bar a seguir bebiendo cerveza. Al final, o la fiesta no se armó, o mejor quisieron ellos tener su cotorreo, total, me mandaron al carajo. Me despedí, ni modo, así es la pinche gente borracha y caliente. Me regresé a la estación a comprar un boleto de regreso a Ljubljana. Ahí en el andén, esperando el sexto tren del día, fumándome un cigarro en una fútil lucha contra el frío de la noche que empezaba a caer, me llegué a preguntar qué demonios me había llevado a abandonar la cálida comodidad de mi hotel de montaña pagado por la empresa.

Después de otra eternidad, abordé el nuevo tren. En el asiento al otro lado del pasillo iba una verdadera belleza. Con valor de borracho, me eché a la boca un puño de pastillas de menta y le saqué plática. Resultó ser agradable, inteligente, y hasta sabía un poco de español; supongo que teniendo un lenguaje con el que sólo te puedes comunicar con dos millones de personas, es obligatorio aprender dos o tres lenguajes extras. Para ser sincero, no recuerdo la plática, pero el trayecto se me hizo extremadamente corto. Se llamaba Marusza.

Llegué a Ljubljana ya de noche. Comencé a caminar hacia el hostal más famoso de la ciudad. Había hecho mi tarea, estudiando mapas y memorizando las calles principales. De poco sirvió, porque el hostal estaba lleno e igual tuve que ponerme a vagar por las calles, ebrio y exhausto.

Al doblar por un callejón, me topé con otra chica. Le pregunté si había un hostal cerca, y resultó ser una turista que se hospedaba en uno, precisamente. Hasta española salió. Joder, llevaba una semana entera sin hablar español, tío. Me guió al hostal, y fue ahí, en la recepción, justo cuando todo parecía retomar el rumbo, donde todo amenazó con derrumbarse estrepitosamente: May I see your passport, please?

Y yo que ni IFE, ni licencia, ni nada tengo. Desde que me robaron mi cartera hace tres años en el metro del DF, jamás las repuse; total, yo ni voto, ni manejo, ni parezco menor. Vaya, ni siquiera mi tarjeta del banco tiene mi nombre; en lugar de eso sólo dice "Pagomático Internacional". Well, I need to see some ID, that says at least the name and birth date.

Lo único que tenía con mi nombre y mi foto, era el gafete de mi empresa. Please! I've had such a bad day. Y era cierto; todo el día ebrio y subido en un tren. Okay, just tell me your birth date. Me dieron una cama en el cuarto donde estaba la chica española, junto con dos compañeros y una compañera. Estaban por salirse de fiesta. Muy conveniente. Me fui con ellos, pero no les entendía casi nada cuando hablaban, y mejor me fui a perderme por las calles del centro, mientras la borrachera, al fin, cedía un poco.

Ljubljana es como la hija adolescente de Praga y Copenhague, incluso con cierto parecido a su tía Cracovia: Pequeña, encantadora y con mucho porte. Hasta me inspiró para ponerme a aprender a usar las funciones de mi cámara nueva. Creo que no lo hago tan mal.


Por un momento tuve la intención de meterme a un bar e intentar conocer a más locales, que parecían ser bien chidos, como Elvis y Marusza... pero el cansancio ya era mucho, y tenía que dejar el hostal temprano. Caí rendido. Ojalá no me hubieran despertado los españoles, el cuádruple de ebrios que yo, con sus "¡Viva México, Cabrones! Hey, que este tío ya se ha dormido... qué raro personaje."

Cuando sonó la alarma de mi celular, me levanté como resorte. La resaca y el cansancio eran enormes, pero tenía que compensar todo lo perdido el día anterior. Salí a la calle. Llovía. El peor enemigo del peatón, lluvia maldita. Difícil salir a turistear. Caminé unas calles, hasta la estación, a comprar mi boleto de regreso. Como no me resignaba a irme sin dar al menos una caminata turística decente, lo compré para las cinco de la tarde; aún tenía esperanzas de que eventualmente dejara de llover.

Comencé a vagar por las calles que veía que ofrecían mayores posibilidades de cubrirse de la lluvia. Domingo, hora temprana, clima lluvioso: Todo estaba completamente desierto. Lo único abierto era un pequeño café. Estaba vacío y lo atendía un tipo con una sudadera de calacas. Este cabrón es de mi clan, a huevo. Pedí un café, prendimos sendos cigarros, y nos pusimos a platicar. If what you want is to go walking around, I can give you an umbrella. Customers forget them here all the time.

Tomé el paraguas con todo el gusto del mundo, y entonces me dediqué a ser el único turista en Ljubljana. Subí la colina del castillo, por un sendero boscoso. Qué diferente se veía ese bosque con respecto al del día anterior, en Laško, Debro, o algo así. Para terminar de sentirme turista al 100%, me compré como treinta euros de souvenirs. Bajé, caminé por el centro, entré en un restaurant llamado "Cantina Mexicana" y me tomé una cerveza Bohemia, que sabía idéntico a la mexicana. Fui feliz, con todo y lluvia, que persistía.

Tuve que tomar tres trenes para volver a Althofen, el pueblito donde me hospedo. Ver de nuevo mi hotel fue como volver a casa. A esa casa donde dejaste tu pasaporte en el buró. Llegué de noche, cansado, mojado, con un frío terrible y teniendo que trabajar al día siguiente; pero lo paseado no me lo quita nadie.

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